Pablo Jair Ortega - pablojairortegadiaz@gmail.com.- Últimos días. Los candidatos aprietan el paso para demostrar (o demostrarse a sí mismos) que tienen capacidad para movilizar, para convocar a las multitudes con su sola presencia.
Gran parte de esta operación depende de los partidos. El PRI, agrupado en sectores sociales y populares, lleva la delantera desde hace años. Puede en un poco tiempo, con sus hábiles operadores, llevar a cientos, miles de simpatizantes.
Sí, es lo que en lo que el argot muchas veces se llama el “acarreado”, aunque hemos sido testigos en los últimos años de una cultura diferente para asistir a los eventos sin necesidad de ser obligados.
Seríamos ingenuos en decir que nadie lo hace. Los partidos se hacen los occisos y hasta tenemos que admitir que es parte tradicional de nuestra cultura política, porque la movilización depende mucho para mostrar el músculo.
Pero así como llegan los que les dan el “ride”, también han llegado los que por su propio pie acuden a los mítines. Con López Obrador fueron varias las crónicas de periodistas que hablaban de un asistente honesto, tal vez hasta curioso, pero no “movilizado” por afiliación política.
No obstante, es divertido ver sectores como los petroleros que gustan de aprovechar estos viajes para descansar, dar el rol, salir de la rutina y echar desmadre. Viniendo de tierras petroleras, es parte de una obligación no escrita con el sindicato petrolero-priísta que muchas veces parecen disfrutar: ahí se ven en las gradas haciendo relajo, dando la vuelta, conviviendo y tratando de hacer el mayor escándalo posible. Hay quienes hasta preguntan en dónde va a ser el próximo mitin para ver si se animan a quedarse unas horas más. En los camiones, ni se diga de la convivencia.
El PAN aprendió por las malas. En un inicio se veían renuentes a realizar manifestaciones de esta naturaleza porque no penetraban sectores populares: sólo empresarios, iglesia, abogados, toda el ala conservadora; pero una vez ya en el poder se dio cuenta de lo necesario que resulta realizar lo mismo que hacen en el PRI, con la diferencia de que existen denuncias de presión de uso de los programas sociales del gobierno federal para “convencer” a los ciudadanos de acudir a apoyar a un candidato.
Incluso la presencia de invitados especiales son factores de atracción: si Peña Nieto acompañó a Duarte, ¿por qué Ebrard no acompañaría a Dante? Del lado de los azules, pues está difícil: los panistas más populares son ahora los más relegados por su mismo partido; el Jefe Diego anda secuestrado y a Fox no lo quieren ver ni en pintura y eso que fue el primero en darle chamba a Yunes Linares. Ni modo que llegara Calderón (que poco falta)
No obstante, en ambos partidos –PRI y PAN– coinciden visiblemente la fuerte presencia de jóvenes que realizan las brigadas de promoción del voto. No hay esquina o rincón en Xalapa donde no se vean con banderas, con calcomanías, folletos, etc. La asistencia a los eventos de éstos es igual en ambos bandos: a lo largo de estos días de campaña se ha sentido así y es una labor admirable y digna de reconocimiento.
Claro. Los partidos se acusarán de que las movilizaciones ciudadanas son producto de algo maquiavelado, pero la presencia multitudinaria y los sectores a los que pertenecen dicen mucho del impacto e influencia de un candidato.
Sólo falta que el aspirante lo capitalice. Lo sepa usar en las pocas horas que le queda a esta interesante jornada.
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