Pablo Jair Ortega - pablojairortegadiaz@gmail.com
Querido Niño Dios:
Este año yo sé que estás ocupado con otras cosas más importantes; que allá por tu rancho se siguen peleando desde que te fuiste al cielo y proclaman la muerte en tu nombre. Diles que ya no se peleen, que hay Niño Dios para todos: para palestinos, para israelitas; bueno, hasta en China hacen cruces.
Este año me he portado bien, aunque tengo que aceptar que le vi los calzones rosas a mi vecinita. Perdón. Saqué buenas calificaciones, ayudé a mi mamá en la casa, tiramos el librero viejo del abuelo que ya era un multifamiliar de termitas, aprendí a manejar y hago todas mis tareas.
Quiero decirte, niño Dios, que fue un año difícil. Mi papá es operador de un trascabo y este año se quedó sin trabajo porque la constructora donde trabaja tuvo recorte de personal. No sirvió de nada que el trascabo lo pintáramos de rojo un domingo soleado, por órdenes de Doña Petra, la enojona gerente. Ese día se supone que íbamos al rancho a visitar al abuelo enfermo. Ese día falleció.
Doña Petra yo sé que es buena persona, aunque le grite e insulte a sus empleados, les quite dinero con el pretexto de que no hay porque el gobierno no ha pagado. No creo que sea mentirosa y creo que sus carros lujosos, sus casas, sus terrenos que regala a funcionarios de Gobierno del Estado, deben ser de mentiritas. Doña Petra además es viuda y tiene que ayudar a su hijo que este año lo encontraron con un polvito blanco que ataranta. Te pido que la ayudes.
También quiero pedirte ayuda para mi tío el periodista. Este año le prometieron que le iba a ir bien, pero le fue mal. Al final de cuentas no le querían pagar las facturas que le debían, y tuvo que dar de baja a su fotógrafo, dejar de publicar su semanario y dejar el Jack Daniel’s por necesidad.
Empeñó todo: su computadora portátil viejita por la cual le dieron 800 pesos. Una cadena que le dio mi abuela el día que se graduó de la licenciatura de Ciencias de la Comunicación y que empeñó también para pagar la titulación. Para ahorrar, se quedó a vivir a escondidas en la oficina que rentaba, porque ya no le alcanzaba para su vivienda. Te pido, por favor, si lo ayudas, porque dice mi papá que mi tío, el terco de su hermano, “ya se le ven las costillas”.
Te pido que cuides a mi hermanito mayor que este año se fue para Ciudad Juárez. Y aunque le ofrecieron regresarse para ir a votar, prefirió quedarse con sus nuevos amiguitos con quienes trabaja y le va muy bien: el otro día vino con su camionetota que me dijo que era “glindada” o algo así. Me llevó al cerro para enseñarme a disparar con un juguete “cola de chivo” o algo así.
Fue bien padre, nomás que la otra noche vinieron otros amiguitos con más “colas de chivo” y preguntaron por él; se lo llevaron y desde ese día creo que se regresó a Ciudad Juárez porque no hemos sabido nada de él. Te pido, niño Dios, si le puedes avisar que llame a la casa, porque mi mamita llora todos los días por él y para avisarle que el abuelo se murió y tenía muchas ganas de ver a su “flaco”.
Te pido también que este año ya no dejes que se nos vengan otros huracanes porque mi tío Carmelo, hermano de mi mamá, perdió todo: sus cosas, su carro, su perico Guaripolo. Su vecino dicen que le fue peor porque perdió a su mamá, a su abuelita, a su tía, pero… no entiendo… decían que no se había muerto nadie. A lo mejor sólo están extraviadas y ya están regresando. Te pido que las ayudes a encontrar el camino a casa.
Te pido también por el alcalde entrante del pueblo, porque se ve que necesita mucha de tu ayuda. Don Justiniano Arango-Villa Pérez, el presidente, no pudo tapar los huecotes de las calles, ni pagarles a los trabajadores del palacio; para lo poco que le alcanzó fue para hacer una casita en Jalcomulco y un caminito en el cerro que después dijeron no se podía porque el cerro es protegido o algo así. Ayuda al que viene, para que le vaya bien y se gane una camionetota como la que tiene Don Justiniano.
Te pido también por los niñitos y niñitas --ciertamente-- que andan en la calle vestidos como inditos chiapanecos vendiendo chicles y flores. Que sus papis ya no los regañen y que les regalen muchas carreolas porque chistosamente todas las niñas y mujeres tienen bebés y los andan cargando en el rebozo. Te pido también que cuides a los más chiquitos que ponen a vender por las noches, ahora que hace frío, y que todo mundo tenga un peso para darles.
Te pido que cuides a mi mami. Ella es la persona que más quiero en este mundo y si la hago hacer tantos corajes, prometo ya no ser tan travieso. ¡Ah! Y dile que me regale mi Fender Stratoscaster o Gibson Les Paul para trabajar en eso del rock.
Te pido por muchas cosas, por mucha gente: por mis amiguitos y amiguitas --ciertamente-- de la escuela. Por mis vecinos, incluida la que se levanta tarde y dice mi mamá que le avise cuando se le acerque a mi papá. También por el que quema “nota” o algo así, una hierbita que huele como a petate.
Te pido también por mis amiguitos de Internet, por mis maestros, porque a mi papá no le falte trabajo a sus 65 años y que la carretera en donde anda trabajando no se termine pronto. Te pido por la Jackie (mi gatita) aunque luego me aruñe la cara.
Pido también por el padre Marcial, y que este año ya no me haga enseñarle el pitirrín en el confesionario.
Lo único que te pido para mi, es que me traigas un pollo para esta navidad. Uno gordito, jugoso, de rancho, de esos que salen en la tele… cuando la teníamos antes de empeñar.
Atentamente, Pablito.
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