Pablo Jair Ortega - pablojairortegadiaz@gmail.com.- Hasta ahorita no hay nadie más en este país con las agallas más puestas que el sacerdote Alejandro Solalinde Guerra, quien ha resonado en las últimas semanas por su defensa en contra del abuso de los migrantes en su paso por México hacia los Estados Unidos. Nadie.
En diciembre de 2007, al padre Solalinde se le hizo un reconocimiento nacional en el Colegio de Periodistas de la Ciudad de México (donde estaba el desaparecido Fausto Fernández Ponte) por su lucha a favor de estos hermanos desprotegidos y que sufren los abusos más imperdonables que se practican en este país… hasta la muerte.
Perdone usted la grosería, pero no hay forma más gráfica de expresarlo: con los huevos del tamaño de piñas y bien puestos, Solalinde está diciendo verdades que nadie más se ha atrevido a decir, y no sólo ahorita: tiene años haciéndolo desde que atiende a los migrantes que llegan a su refugio en Ciudad Ixtepec, Oaxaca, parte de la ruta que toman los migrantes desde Centroamérica hacia la frontera del norte.
Este jueves, en una entrevista con la periodista Verónica Danell, el padre Solalinde señala con índice de fuego que Coatzacoalcos --lo quieran aceptar o no-- es la principal ciudad, “la capital”, donde se lleva a cabo el secuestro de migrantes centroamericanos en su paso hacia los Estados Unidos; que es un fenómeno que creció desde el 2009 y que ninguna autoridad estaba haciendo algo al respecto.
Pero no se detuvo ahí: señaló el religioso --según lo escrito por Danell-- que: “la corrupción es de tal tamaño en Veracruz que los migrantes al pasar por su territorio viven un infierno”.
Continúa la nota: “Casi todas las instituciones de Gobierno están inmiscuidas en la corrupción, salvo la Comisión Nacional de Derechos Humanos, el Ejército y la Iglesia Católica, la que no ha hecho lo suficiente. Informó que el secuestro de migrantes es un negocio que deja dinero pues cada semestre los delincuentes se embolsan 25 millones de dólares al retener a 7 de cada 10 migrantes, incluidos niños. Además, ocho de cada diez mujeres son violadas. Algunos de los migrantes son asesinados y sus cadáveres desaparecidos para evitar que exista cuerpo del delito, así los responsables se evitan la cárcel”.
Dadas estas declaraciones en un asunto tan delicado, quien ni tardo ni perezoso salió a declarar fue Roberto Chagra Nacif, el flamante síndico de Coatzacoalcos, quien demostrando insensibilidad a una grave situación, infantilmente deslindó al puerto diciendo que no era el único lugar donde acontecían estos sucesos sino en todo su trayecto, como si eso bastara para dar un alivio.
No sorprende que Chagra Nacif, perteneciente a una familia de las más millonarias de Coatzacoalcos, muestre la verdadera calaña que posee y nos recuerde que no tiene ningún mérito para ser síndico o cualquier representante popular.
A Chagra habría que decirle que, efectivamente, no es el único lugar donde acontece, pero sí es donde más se reportan estos casos, y eso lo puede verificar hasta en los periódicos: redadas del Ejército donde se detectan cientos de migrantes asegurados en casas de seguridad pertenecientes a la delincuencia organizada.
Si usted, Chagra, los tiene bien puestos como Solalinde, vaya a entrevistar a quienes están en los albergues en la ciudad o en Villa Allende para preguntarles cuál es la situación de los migrantes. Entrevístelos, escuche las atrocidades que ellos le contarán.
¿Qué trata de decir, señor síndico Chagra Nacif, cuando dice que el problema no sólo pasa en Coatzacoalcos? La política del avestruz que usted maneja más bien deberían hacerla los políticos, pero en otro agujero. Autoridades pusilánimes no son necesarias para cerrar los ojos ante la seriedad de un problema no sólo de seguridad nacional, sino que ha atravesado las fronteras, tanto así que en Guatemala han declarado estado de sitio para enfrentar una problemática que aquí hacemos de la vista gorda. Quizás esto último lo sepa, si acaso lee noticias.
Aquí no vale decir que “Coatza es más grande que los migrantes”, porque no es abigeato, no roban naranjas, no trafican combustible: son humanos, gente, personas como usted, pero que viven en situaciones de extrema pobreza, lo cual no es su situación personal.
Para que lo entienda, en palabras más claras para usted: en Coatzacoalcos secuestran gente y los matan si no pagan para pasar a Estados Unidos.
¿Puede entenderlo usted? No, claro que no: usted ha estado más ocupado en volverse millonario en los recientes años, siendo un “empresario” multifacético.
Remediaciones de cuerpos de agua contaminados por combustible, donde las condiciones de los trabajadores son insalubres y todavía le tuvieron que regatear lo ganado. Un distribuidor vial en la entrada de Coatzacoalcos que durante mucho tiempo fue el perfecto elefante blanco porque a usted no se le antojaba terminar. Un bulevar Institutos Tecnológicos en Minatitlán que no quería hacer tampoco hacer por pereza.
Una carretera Minatitlán-Coatzacoalcos que nunca se dignó a reparar. Una empresa de computación que le trabajaba a PEMEX en el puerto de Veracruz, que al final corrió a los empleados y no querían pagar las respectivas liquidaciones. Que los hicieron viajar hasta Poza Rica para regatear pese a que tenían costales llenos de dinero en sus oficinas. Eso, es de lo poco que se sabe.
Síndico Chagra Nacif, tiene usted una gran ventaja desde su posición: no maneja a la policía, cuando en antaño --le paso el dato por si lo desconocía, que es lo más probable-- el puesto que usted mal representa era el jefe de la Policía Municipal, donde se lidiaban con los verdaderos problemas.
Los migrantes, síndico, viven un infierno, como bien lo dice el padre Solalinde. No viven millonarios y despreocupados por los problemas de Coatzacoalcos que también le infieren como autoridad.
Hoy no tiene problemas con eso, por eso no importa que no tenga talento para ser síndico. Al fin de cuentas alguien lo acomodó ahí, pero ese es un tema de su vida privada en la cual este autor no abundará.
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