29 de abril de 2012

Crónica: ADIÓS, REGIS

Por: Pablo Jair Ortega

Xalapa, Ver.
Domingo y 10 minutos para las quince. Ya en la Plaza Lerdo se estaba haciendo el nicho de flamas amarillas ondeante. La cera cae sobre el suelo de gises deslavados. Lento y apenas son nueve para las tres de una tarde bochornosa.

Una pequeña multitud reza, escucha, observa en silencio y con la cabeza agachada. Los que fotografían se arrodillan en los escalones para hacer registro a ras de suelo. Resalta una cruz enorme formada por las veladoras; un crucifijo con la imagen solemne de la difunta. Betogato dibujó una maquina de escribir cuyas teclas rezan “Justicia para Regina”, tinta roja derramada, y a un lado los lentes rotos que llevó toda su vida.

Noche de sábado y era increíble lo que se comentaba entre la flota: nadie lo podía creer. Para las 6 de la tarde era rumor, a las 7 era chisme y a las ocho apenas nos caía el veinte. Se comenta que la noticia agarró a muchos fuera de base. Era un sábado aletargado con final trágico.

Entrada la noche todo eran condolencias, llantos, pésames, tristeza. Llamadas de periodistas para, entre sollozos, preguntar si era cierto; que quién había sido; qué se decía del asunto.

Había sido asesinada un monstruo del periodismo veracruzano: Regina Martínez, conocida como la corresponsal del legendario semanario PROCESO y reportera del también distintivo diario Política. Ambos fundados por monstruosidades peores: Julio Scherer y “Yayo” Gutiérrez.

Por la mañana del séptimo día todavía se podían leer mensajes: “¿Es cierto? ¿Quién mató a Regina? ¿Por qué?”.

En el centro histórico, la tarde era luto consensuado. Voces que son la de Regina, ¡presente, presente, presente!

Si a los políticos les hacen honores en Campo Marte por decirse héroes contra el narcotráfico, aquí se hacen honores ante una población indignada, molesta, impotente por el daño que se le ha hecho a Veracruz por tanta violencia. Violencia que Regina plasmó en sus reportajes, los dibujó tal cual sangrienta como era.

No hay salvas, pero existen consignas que duelen más que muchas balas: “¡NI UNA MUERTA MÁS! ¡REGINA, PRESENTE!”.

Un contingente de activistas baja de la calle Lucio y pide que se marche alrededor del centro histórico. Caminata por Enríquez y la parca se nos une: una estatua viviente disfrazada del Ángel de la Muerte, se baja de su tarima en el Parque Juárez y corre hacia enfrente del contingente. Ahí va como si marcháramos entre los valles bíblicos, donde se dice que el señor es mi pastor.

Son grupos como los de la Jornadas por la Paz, ecologistas, campesinos, entre otros; la mayoría actores de las crónicas de Regina Martínez a quienes les daba voz cuando llegaban frente a Palacio de Gobierno para manifestarse, y que pocas veces son escuchados.

Y es que la plaza donde hoy se protesta era la segunda casa de “La Regis”. Ahí se la vivió toda una vida como la fuente de su apasionado trabajo.

Se vuelve a agrupar el contingente. Dos jóvenes reporteras se abrazan llorando. Hay caras largas, rostros funestos; alguien guarda lágrimas para su casa; otros ríen contando las anécdotas de trabajo que compartieron con la hoy desaparecida… ¡Carajo! ¿En serio está muerta? ¿Esto no es un mal viaje de hongos xiqueños?

Le pregunto a Celia, quien dice haber dormido sólo dos horas desde que se enteró de la muerte de Regina: “Veo a todos devastados. Es un golpe brutal, como un mazazo. Esto está de la chingada”.

Hablan todos indignados. La voz es de rabia, de insuficiencia para expresar lo que se siente. “NO SE MATA LA VERDAD MATANDO PERIODISTAS. JUSTICIA PARA REGINA”, dice un cartoncillo con letras raquíticas.

"¡LA VOZ DE REGINA ES NUESTRA!" fue uno de los tantos gritos desesperados de esta tarde y hoy parece que nadie escucha y todos quieren respuestas a la inmediatez: ¿QUIÉN? ¿POR QUÉ?

Regina seguramente sería la más incisiva, la más preguntona, si no fuera ella la que se nos adelantó. Si vieras “Regis” cuántos esta tarde bochornosa de domingo, en Xalapa y en el mundo, te recuerdan y te extrañan reporteando en tu Plaza Lerdo. Descansa en paz.

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