Pablo Jair Ortega - pablojairortegadiaz@gmail.com.- Xalapa, Veracruz, Coatepec, Tierra Blanca, Minatitlán y ahora Acayucan caen en las manos de los peligrosos Zetas “Mataniños”.
Una banda imaginaria que existe en todos los rumores de Veracruz. En todos dicen que son “Zetas”, los criminales favoritos para echarle la culpa de todo, pese a la delincuencia que ya existe en lugares violentos como las zonas de ingenios cañeros. Vaya, que se cayó el político, es culpa de los Zetas; que Reynaldo no da una, es culpa de los Zetas; que si las cuentas de Twitter del Gobierno del Estado sirven para reírse, es culpa de los Zetas.
Tampoco hay que olvidar a las grupos organizados que se hacen pasar por Zetas y amenazan con matar si no les dan millonadas. No hace mucho una banda de secuestradores en la región de Xico y Teocelo fue detenida, sin tener qué ver con “esos”.
Curioso que se presenten los hechos cuando existen operativos de la Marina, los cuales recientemente se han visto exitosos. Pareciera que el rumor lo soltaran los mismos malosos.
Esta perversa banda apócrifa hace que los padres de familia acuden a las escuelas, temerosos de supuestos malditos hijos de su pulcrísima madre que disparan a sus hijos desde helicópteros. (Veracruz)
Se trata de una ficticia sarta de hijos de su tapudrema que están cobrando a los alumnos “derecho de mesabanco” a 5 pesos, cobro que se hace en el recreo (Acayucan).
Que pusieron mantas colocadas contra la Marina, es mentira que sean contra la Marina, sino que van dirigidas a las madres de familia, porque va a correr sangre (Minatitlán).
Así en todo el estado corren los falsos rumores de una peligrosa banda mezclada entre robachicos y sicarios del narco. Como si las cosas en Veracruz estuviera para andar jugando con cosas serias.
Son tan despiadados en la imaginación de los padres de familia, que mientras corren por sus chamacos van pensando seguramente que al hijo ya lo tienen colgado en uno de esos ganchos de carnicería, con un plomo en la cabeza. O que la hija va a ser violada y muerta como sucedió desgraciadamente con la señorita Gabriela Benítez Ibarra, encontrada el 23 de septiembre en Lomas de San Roque, lugar donde la Policía Ministerial ya había buscado y se hicieron como que los inútiles para buscar.
En todo el estado, las autoridades no han podido frenar los rumores que se disipan ya no en redes sociales, sino de boca en boca. Se sabe que el asunto de la colonia Campo de Tiro (17 de septiembre) fue originado por la presencia de la Marina alrededor de una casa sospechosa, de donde habría un supuesto estallido. De ahí, el pánico total en Xalapa de padres de familia corriendo por las calles y haciendo fila en las afueras de la escuela.
En Coatepec, un rumor similar surgió el 12 de septiembre por el enfrentamiento ocurrido unas horas antes por la noche. Se trató de una persecución que acabó en Zimpizahua (congregación a unos metros de la salida del pueblo cafetero) donde hubo una balacera.
Esa vez, en la congregación Las Puentes, los maestros de la única escuela primaria en la pequeña comunidad alarmaron a los niños y los dejaron salir de la escuela porque “alguien” les había dicho que se los iban a llevar. A los pequeños los dejaron vulnerables por la falsedad: algunas padres trabajan por la mañana o simplemente la madre estaba de compras confiada en que la escuela le iban a cuidar a sus hijos, pero los estúpidos maestros los dejaron salir. Afortunadamente, todo fue mentira.
Precisamente el magisterio es otro de los actores en esta etapa de violencia inédita y bárbara: son los que se supone deberían, siquiera como empleados del estado, a pedir que no se difundan rumores. Que su sindicato millonario de fiestas decadentes como la del “maestro de ceremonias” Juan Nicolás, ojalá utilizará ese dinero para programas o asesorías ya no de prevención al delito, sino qué hacer en caso de una balacera, operativo, etc.
Estos tiempos ya nos enseñaron que no se tratan de “ya merito acaban con los malos”. Se trata de que si esta guerra en la que ya nos metió el chaparrito pelón de lentes es a la de a fuerzas, lo mínimo qué podemos es estar preparados para cualquier tipo de evento.
A estas alturas es realmente ingenuo que se piense que se quiere, por ejemplo, el puerto de Veracruz de antes. Quizás llegue el día, pero mientras no se puede estar de rodillas, sino pecho al suelo.
No es alarmismo. También como sociedad debemos estar preparados y tomar las precauciones en nuestras rutinas habituales. En Coatepec ya se habla de que las escuelas tomarán las medidas de no soltar a los niños aunque haya balacera, pues están más seguros adentro que afuera.
El problema está, opinamos, en tres partes fundamentales: gobierno, medios de comunicación y magisterio. El gobierno aprendió que ocultando las cosas no se soluciona nada y es mejor irlas aclarando; ahí la llevan. Los medios --nos consta-- han insistido que no se haga caso a rumores; que los padres se informen antes de caer en pánico que no ayuda a nadie. El magisterio, que en lugar de andar sacando niños de las escuelas aprendieran a cuidarlos, ya no de los “robachicos” tan temidos en los 80, sino de balazos que pudieran ocurrir.
La delincuencia organizada no es tonta como para meterse con los niños. Bueno, claro ejemplo es que cuando se aventó la granada en el Acuario de Veracruz y lesionó a dos menores, los señalados tuvieron que esconderse más profundo en el hueco en donde estén, pues rebasaron el límite de cualquier evento violento.
EPÍLOGO: Los “robachicos” es una leyenda urbana que inició a principios del siglo pasado. Luego se modernizaron y a mediados de la década de los 70 y fines de los 80, y que se reforzó en el sur de Veracruz por la construcción del puente “Antonio Dovalí”, cuando se decía que se llevaban a los niños para echarlos al colado de los cimientos de dicho puente.
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