Pablo Jair Ortega - pablojairortegadiaz@gmail.com.- Último día de precampañas y los candidatos tendrán 40 días para mantener silencio de acuerdo a los nuevos lineamientos del Instituto Federal Electoral (IFE).
La pregunta que muchos se hacen es qué harán los candidatos para mantenerse dentro de los reflectores, si planteamos que los medios masivos de comunicación son la plataforma de uso común y necesaria para mantenerse vigentes. Son algo así como una mala copia de Madonna, Lindsay Lohan o Paris Hilton: artistas mexicanas no, porque esas nomás salen en Televisa y ya.
¿A qué se debe? A que los políticos mexicanos nunca o muy pocos han sido estadistas; se convierten en personajes de una telenovela barata, de poco argumento, plástica, que trasciende más al drama y al chantaje emocional que a las ideas. Algo patético que a millones de mexicanos les gusta ver o escuchar, porque así la clase política nos ha acostumbrado a que son los políticos.
Sin duda es muy parte de nuestro folclor el hacer política a la mexicana: los acarreados que siempre se niegan y según son las “bases que le piden al candidato que los represente”; las tortas que se le reparten a los acarreados; las porras de los “sectores”; de ahí los espaldarazos, los sombrerazos, las matracas, los amagos, las patadas bajo la mesa, la disciplina. Un mitin político siempre será material para crónica por la manera en que se desenvuelve el público y en que innovarán los asesores de campaña. Siempre algo diferente porque cada lugar tiene su identidad propia, pero regularmente todo igual en el guión.
El discurso azotado, castigador, calado hasta la ignominia: “Vamos a ganar porque así lo quiere México”, “Vamos contra la corrupción”, “Vamos a partirles la madre” (escuchado en voz de un dirigente cañero en Nopaltepec). Todo falsamente incendiario.
Ahora con la prohibición del IFE, nos queda claro que estamos ante un escenario inédito en donde muchos descansarán de los tediosos mensajes de campaña, los fastidiosos jingles, las botargas pintadas, los spots donde todo es esperanza y valentía.
Lo que también queda claro es que la campaña será trasladada al plano de la ciber vida, donde millones prenden su celular o computadora antes que la cafetera. Que ahora las estrategias serán saturar lo que en México todavía está en pañales: el Internet.
Ya se pueden ver mensajes de “apoyo” para tal o cual candidato, donde se destacan virtudes igual de virtuales, inexistentes. Photoshopean su vida, sus trayectorias, la panza, la papada, la maldad y el interés por seguir mamando del presupuesto en aras del “servicio” público.
La guerra se traslada al Internet, donde es igual de ineficiente que su velocidad y tarifas a la mexicana. El perfil de los internautas es variado y se apuesta a que las redes sociales serán la principal arma por la cual se encabezarán los ataques contra adversarios, si bien los usuarios pueden darse el lujo de simplemente bloquear a quienes no quieren leer.
Qué sucede en zonas donde la autoridad electoral no tiene presencia o sus representantes son más rojos, azules o amarillos que el PRI, PAN y PRD ¿El IFE está preparado también para prevenir campañas en lugares remotos como las zonas rurales? ¿Qué impide que un político o sus simpatizantes vayan a áreas remotas donde a duras penas entra el teléfono?
Si bien la idea del IFE es romper con el monopolio de los medios masivos que se hacen millonarios en tiempos electorales, también se trata de evitar --al menos en apariencia-- una guerra intestina y podrida que polarizó al país en el 2006. La intervención de asesores extranjeros como Antonio Solá, identificado con las causas de la derecha en muchos países e imagen de un ser tras los bastidores perverso, sólo recrudeció los odios palpitantes en el país. Solá ahora es asesor de Josefina Vázquez Mota, y es el autor de campañas de odio como la de “López Obrador es un peligro para México” o “Zapatero, peligro para tu familia” en España.
Tampoco debemos creerle tanto al IFE a sabiendas que su autonomía es una falacia: lo manipulan las cúpulas de los partidos políticos.
Ante escenarios más de guerra que de armonía, creo que para los mexicanos es sano que no veamos candidatos por un rato. ¿Para qué? ¿Para ver más estúpido a Peña Nieto? ¿A una sacrificada, sufrida e inmolada Josefina? ¿A un amoroso AMLO que suma, pero no sube?
Los mexicanos creo que nos merecemos un descanso de las campañas políticas, sobre todo cuando se avecina una guerra entrañable por el poder.
So, bendita sea la cuaresma de campañas políticas, sobre todo que en esta sí dejan comer sirloin y arrachera.
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