30 de mayo de 2010
Reflexión futbolera
Pablo Jair Ortega - pablojairortegadiaz@gmail.com.- El futbol es sin duda el deporte más popular del mundo. Mueve masas, une gente, los confronta. En México hay toda una idiosincrasia al respecto; toda una cultura propia de cómo vemos y sentimos el deporte pambolero.
El América viene a ser la antitesis del equipo más querido: es el más popular y quizás con los seguidores más frenéticos: en Coatepec puede verse la tumba de un americanista pintada con los colores oficiales, y dentro hay desde llaveros hasta una bandera monumental de las Águilas; pero a la vez es el más repudiado, es el club que expresa una forma barata de filosofía a la mexicana: “Sólo los niños y los pendejos le van al América”.
En el fútbol --como debe ser también en otros países-- se ejemplifica el verdadero poder de las televisoras de señal abierta; los horarios se definen de acuerdo a los intereses de las televisoras; los jugadores actúan de acuerdo a los caprichos de las televisoras; los tiempos los manejan los concesionarios televisivos, las cartas de los jugadores, las asociación mexicana de futbol, etc. Prácticamente nadie, fuera del círculo televisivo formado por el monopolio Televisa y el minipolio Tv Azteca, puede joder y deshacer al futbol sin su consentimiento.
En realidad este autor es poco fanático del futbol. Disfruto más el tenis, sobre todo el femenil; me parece más agradable ver a Maria Sharapova dando gritos semi-orgásmicos cuando da los raquetazos a escuchar a la afición cada vez que despeja el portero del equipo contrario.
No obstante, los últimos partidos de la selección los he visto por circunstancias de mera curiosidad. El gran despliegue propagandístico que se ha hecho alrededor de la selección, su estreno en las redes sociales con sus consabidas discusiones ha hecho que más de uno tenga que ver los partidos y analizar el ambiente que le rodea.
Llama la atención un canal en el Facebook llamado “Haz Sándwich? , Mejor hagan GOLES!!!, pendejos!”, en contraparte al comercial tan saturado por la empresa Bimbo donde precisamente puede verse el fondo de la realidad pambolera de los jugadores mexicanos.
Un spot verdaderamente patético que muestra al veterano defensa Rafael Márquez con un balón en la mano izquierda y una bolsa de Bimbo en la derecha. El jugador hace como que no se decide, voltea la cabeza hacia ambos objetos en señal de duda, y finalmente tira hacia atrás el balón para quedarse con el pan: simboliza al jugador de la selección para quien es más importante el producto, el comercial, la billetiza mercadotécnica que el mismo deporte. Que para lo que se supone que representan a este país en el mundo, nos descubren cínicamente que el futbol pasa a segundo plano, lo que importa es el comercial, el dinero, ser famoso, que se traduce en más dinero. ¿Para qué demonios jugar bien, ser competitivo, si de todas maneras me pagan por anunciar chucherías?
Claro que el futbol es un gran negocio. Nos quedamos boquiabiertos por la gran cantidad de millones de euros, dólares, que los clubes europeos invierten en la compra de un jugador, pero a diferencia de México pues esos sí juegan… y bien. El europeo nos muestra que no sólo es pagar la millonada nada más porque sí, sino porque juegan bien, saben jugar y son jugadores redituables. Igual, los que no les sirven, como Ronaldo, van pa’ fuera.
Vaya, son deportistas que se convierten en ídolos a seguir. ¿Quién de los chavitos no quiere ser un Ronaldinho, un Cristiano Ronaldo o un Mezzi? ¿Quién no admira la fiereza de Ribery?
Por el contrario, en México los ídolos son inflados por los mismos intereses monetarios de sus dueños: las televisoras. Si bien Cuauhtemoc es lo mejorcito que se ha dado en los últimos años, la idiosincrasia mexicana nos lleva a vivir en su real dimensión: que se permite la indisciplina en la selección mexicana para que estos vayan a chupar y fumar, que se les permiten escándalos y chismes de espectáculos dignos de lo más bajo del periodismo de espectáculos, que el futbolista forzosamente tiene que vivir con los pies separados del suelo. Vivir en la inercia de una vida alejada de lo saludable, de lo futbolista.
Esto del futbol, con el gran arraigo en el público mexicano, nos dice que está bien para nuestras generaciones el ser futbolistas cahuameros; que una noche antes podemos ir a tragar alcohol y al día siguiente echar la cascarita; nos dice que podemos andar facilitando la prostitución artística de las televisoras, entrarle al chisme, gozar del escándalo: si Gio tiene su Belinda, ¿yo por qué no voy a andar con la flaca de los tamales?
Y esto es porque México vive, siente, ama, santifica el balompié. Una imagen de San Temo tan popular entre los fanáticos, nos habla que la religión y el fútbol las tenemos en el alma. Es la naturaleza de ver, sentir, vivir el futbol a la mexicana.
Verlos perder ante equipos de mayor magnitud como Inglaterra y Holanda, los aterriza por momentos en el fangoso suelo, pero eso sí: ahí siguen haciendo sándwich.
Una muestra de la verdadera apuesta que le tienen grandes consorcios a la efímera vida que tendría la selección mexicana en el mundial, es lo de las pantallas de Sam’s: si México llega al quinto partido, te sale gratis tu nueva televisión.
Este domingo gana 5-1 a Gambia, un país que ni siquiera va a jugar en el mundial, pero debemos suponer que merecen la redención de la mediocridad mostrada en años anteriores.
Y sí, no juego fútbol. Insisto: prefiero ver el tenis femenil. Ver a Sharapova, Higgins, Daniela Hantuchova, Dementieva, Kirilenko… ¡Ay, wey!... ¡Este… Orita vengo! Ahí quédense viendo a sus “ratones verdes”.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
6 comentarios:
Jair a mi me gusta el futbol tkm
Pero el tenis es más chido, yuju yuju
pero yo te quiero muchoo.
Yo también, pero el tenis es más chido
Pero te gustan las damas, no el tenis......
Sí también el tenis, nomás que se me hace medio gay eso de ver hombres sudando
Publicar un comentario