Pablo Jair Ortega - pablojairortegadiaz@gmail.com.- En Twitter, el gran amigo @edgarfong comentaba: “Q pasó Veracruz?? Tremendo hueco y en una avenida importante”. Le contestamos que era en honor al alcalde: “Oh-Jon (Rementería)”.
El trabajo del presidente Jon Rementería ha sido el más destacado: el más destacado entre las peores administraciones en la ciudad más importante del estado.
Televisa Veracruz este miércoles dio la muestra con imágenes que verdaderamente dan pena; para darle la bienvenida al turista en estas vacaciones de verano: las bancas destrozadas, oxidadas; partes del malecón totalmente derruidos; láminas como remedio tercermundista para tapar coladeras pluviales; luminarias que ya no lo son.
Se comentaba en las noticias: “Le ganó otra vez el tiempo a la administración”.
Pero siempre le ha ganado. Cuando el arribo de cruceros al puerto de Veracruz se hizo con la misma imagen: bancas destrozadas en pleno paseo del malecón; ya se mencionaba también el pésimo estado de algunas calles y para rematarle, comenzaba el asunto de los parquímetros, que hasta el gobernador ya exhortó desaparecer.
El puerto de Veracruz, año con año, con cifras alegres y poco creíbles, se presume como el destino turístico nacional en tiempos de asueto. Siempre se ha criticado dicha postura precisamente por la palpable falta de servicios, playas sucias y olorosas que han buscado negar hasta la ignominia, cuando los mismos jarochos buscan dónde bañarse a sabiendas de la calidad del agua.
El trabajo de Jon Rementería ha sido sencillamente pésimo. Esto se refleja en las elecciones cuando por nada gana la priísta Carolina Gudiño. El alcalde porteño es el ejemplo de muchos alcaldes que les costaron votos al PRI: Coatepec y Cosoleacaque, dos muestras más.
Por eso sorprendió también cuando fue nombrado candidato hace tres años: su labor como secretario de Salud estatal mostró sumas deficiencias cuando se le olvidaba hacer campañas para la protección contra el dengue, una de las enfermedades de temporada que más afecta a los veracruzanos.
Ahí veía usted a los brigadistas batallando para que los dejaran entrar a las casas a rociar los insecticidas en polvo o a nebulizar; también se les olvidó a informar que el mosquito transmisor del dengue ya había mutado y soportaba climas fríos como el de Xalapa.
Jon Rementería Sempé, con todo y deficiencias, fue nombrado candidato del PRI a la Presidencia Municipal de Veracruz; gana por el también pésimo trabajo de su primo Julen Rementería, del PAN, alcalde saliente cuando se dieron los hechos más violentos entre la delincuencia organizada en suelo jarocho, como la balacera de la comunidad Villarín.
El asunto de los parquímetros ha sido otro de los errores garrafales para Jon Rementería: cómo se piensa atraer al turismo que no se le da opción para estacionarse sobre las calles porque no quiere dejar su vehículo en un estacionamiento privado (de “público” sólo el nombre, porque cuestan).
Quién de los turistas que a duras penas sabemos andar por Veracruz, vamos a andar dando vueltas por calles desconocidas porque el ayuntamiento prohíbe estacionarse en el primer cuadro de la ciudad, sobre todo con un método de parquímetros que ha causado más dudas que claridades en su manejo financiero.
Ahora, en plenas lluvias, sin previsión y demostrando desinterés, a Jon Rementería (como responsable de la administración municipal del puerto) se le olvida por enésima vez dar el mantenimiento necesario ante la llegada de miles de turistas.
No basta con ver muchos edificios abandonados por sus dueños, sino que el emblemático malecón no puede siquiera tener una banca decente.
Por esto y más, no dudo que Jon esté siempre en la memoria de los veracruzanos. Sí, muy al estilo de una porra jarocha de esas que zumban los oídos.
A final de cuentas, todos en el puerto (y en Xalapa), saben que Jon Rementería es sólo un títere de su esposa y su cuñado Abelardo Coello, dueño de antros “exclusivos” en el puerto.
DATO QUE NO LE IMPORTA A NADIE: El puerto de Veracruz, afortunadamente, no ha perdido su magia. Debo confesar que --por asuntos personales-- hubo una época no me gustaba el puerto; pero esa misma magia, convivencia, paseos, borracheras y un sinfín de anécdotas hicieron que me reconciliara con el puerto, loco.
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