Pablo Jair Ortega - pablojairortegadiaz@gmail.com.- En recientes fechas se ha manejado a niveles de escándalo la infiltración de la delincuencia organizada en Petróleos Mexicanos, cuyo director Juan José Suárez Coppel fue quien puso el Jesús en la boca cuando dijo el 25 de junio que personal de PEMEX estaba siendo secuestrado por narcos.
Y ahora el tema nacional ha sido que los malditos, los jijos de su maíz, los que no tienen progenitora, son los mafiosos mexicanos contra la pobrecita para estatal.
Para quienes somos originarios de zonas petroleras, este argumento es risible, ridículo. Desde cuándo se sabe de una bola de corruptos que hay al interior de la paraestatal que trafican los combustibles en las mismas factorías. Que no los quieran investigar es por falta de voluntad y protección oficial, dadas las grandes cantidades de dinero, millones de pesos, que se manejan bajo el agua.
Que desde mucho antes de que hubieran Zetas, Familia, Línea, CPS, y toda la estela de cuernochiveros famosos en el país, ya desde los años setenta había robos, chupaductos, y millonadas por el tráfico ilegal de combustibles.
Recientemente en Coatzacoalcos platicamos varias veces con un ex obrero jubilado, de 70 años de edad, quien nos contaba que cuando era activo en su juventud ya había cuadrillas de obreros que iban para el monte para instalar equipo, maquinaria, y con pipas sacaban el producto de las líneas “vivas” (donde va corriendo el botín).
Y esto era, insisto, cuando no había ni Cartel del Golfo ni todas esas organizaciones a quienes siempre se les atribuye los males de este país.
En lo personal, recuerdo que alguna vez fuimos a comprar gasolina con un pariente allá por la colonia Cuauhtemoc en Minatitlán, pero nos llevaron como si fuéramos a ver al Ayatola o al subcomandante Marcos porque todo se hizo con mucha discreción. Resulta que el vendedor de gasolina era un obrero activo de PEMEX que ordeñaba la paraestatal. Eran los años 90, cuando no sonaban tanto los ejecutados, ni narcos, ni Zetas, ni nada a lo que se le echa la culpa hoy. “El Mochaorejas” era casi inusitado.
Cuando el asunto del “Zar de las Gasolinas” en Poza Rica, Martín Rojas, y a quien logramos entrevistar en su propia casa, constatamos que más que parte del narco, encabezaba una mafia de chupaductos más compleja y mayormente estructurada, que quizás se haya envuelto en sus últimos años con traficantes de drogas, si acaso como una empresa paralela e incipiente.
La verdad, el asunto de PEMEX haciendo escándalo por lo de los trabajadores secuestrados por la delincuencia organizada, huele más a pérdidas millonarias para la bola de corruptos dentro de la paraestatal que viven de esta ilícita acción, más que una verdadera preocupación patriótica.
Si no fuera así ¿Por qué hasta ahorita resulta que están preocupados por las bandas de “chupaductos”? ¿Por qué hasta reportajes en Televisa que se presentan como novedad cuando tiene por lo menos tres décadas este asunto? ¿Por qué culpar a la delincuencia organizada de un delito que se originó cuando ni siquiera figuraba el narco en el panorama nacional? ¿Por qué nunca se impidió desde antes?
La verdadera “mafia” (aunque igual no merece que se llamen así, porque son una simple bola de corruptos, unos pezzonovantes, según Puzo) está en PEMEX; ahí donde si existiera tantita voluntad y le comienzan a rascar al asunto desde el gobierno federal, van a poder detener desde obreros hasta líderes sindicales.
Ahora, ni para que digan que el narco está infiltrado nomás ahorita con la guerra calderoniana por la seguridad: desde que tenemos conciencia en las zonas petroleras corre mota y cocaína como si fueran dulces. Siempre hay un distribuidor, quizás ahora con la ventaja de pertenecer a un cartel más violento y poderoso que hace apenas 10 años… y a quien las corruptas autoridades de PEMEX es más fácil culpar.
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