29 de marzo de 2007

Ni con dos dedos se tapa lo "clandestino"

pablo.jair.ortega@gmail.com.- No hay que tapar el sol con un sólo dedo ni ponerlo donde no lo hay: es algo así como el eslogan publicitario que bien podría haber surgido de la mente de cualquier publicista de Sabritas o del maguito Sonric’s.

Pero aquí se trata de seguridad: de una real inseguridad que es la apreciación de quienes leemos de las actividades de la delincuencia organizada y que nos damos cuenta de la hipocresía gubernamental por negarlo, al ser también partícipes ya sea como espectadores o como protectores de ilícitos.

Nadie se ha tragado el cuento de que no sabían de las actividades del hipódromo “clandestino” del rancho Villarín, sobretodo cuando por conocimiento de notas periodísticas es sabido que varias familias han rentado ese escenario para sus bonitos eventos sociales como bautizos, aniversarios, y comidas de “la alta”, o a donde no extrañaría la presencia de funcionarios de gobierno de todos los niveles.

Tampoco pueden dejar de lado que hasta ahorita se está esperando “el beneficio social” que según la solicitud de los organizadores de la carrera, para eso estaba destinada la parejera.

Luego entonces se vinieron como cascada denuncias de escenarios “clandestinos” como el palenque “clandestino” en Agua Dulce, allá pegado a Tabasco, donde se llevan a cabo peleas de gallos y que seguramente nadie sabía de su existencia, mucho menos la autoridad. Ahora resulta que también para tapar el sol con un solo dedo, existe el anuncio de que se van a regularizar las carreras de caballo y demás festines propios de las películas rancheras de Jorge Negrete, Pedro Infante y Luis Aguilar; ¿pues que no estaban ya regularizadas por Gobernación? ¿O algo así como prohibido?

Para nada se trata de magnificar los eventos de ejecuciones en el estado, no lo anunciamos con bombo y platillo como si fuese algo digno de celebrarse ni tampoco se realza como si fuese lo único que prolifera en el estado. Es claro que existe en Veracruz una cultura muy arraigada, casi una tradición antiquísima, de hechos violentos en tierra jarocha.

Por lo menos dos libros lo documentan así: DULCE GUANÁBANA, del periodista Pedro Ibáñez Hernández “libro escrito con la magia del cuento rural y la crudeza de una crónica policíaca. Como pilón, este volumen regala la experiencia de la cultura de la venganza como producto de la ignorancia, la marginación, el alcoholismo y los instintos desatados de algunos de sus habitantes”, como así lo describe la introducción.

El otro es LA BAMBA VIOLENTA, de Luis Velásquez Rivera, quien nos da una radiografía completa de lo que es la vida veracruzana fundada en los balazos.

Estos nos dan sentidos en los cuales se puede ubicar a la violencia jarocha: uno es el que tradicionalmente predomina en las familias, como los recientes hechos sangrientos ocurridos principalmente en la región sur, específicamente en Las Choapas y Cerro de Nanchital: una niña asesinada por la escopeta de un campesino que buscaba venganza porque el padre de la menor le había robado un par de borregos; y el homicidio a punta de pistola y machete porque al calor de las copas comenzaron los reclamos a un cuñado que se había robado a la hermana antes de que cumpliera los 15 años de edad.

Estas historias (y las que se acumulen) sin duda son y serán parte de la historia del Veracruz violento, el mismo que tiene campesinos armados, policías corruptos y una gran concentración todavía de poder regional por parte de caciques aparentemente ya en vías de extinción.

Como veracruzanos debemos de admitir la realidad de que vivimos todavía en una sociedad violenta, condenada a que en cualquier momento nos topemos con matón prófugo y en su desesperación nos rocíe a balazos. La insistencia de hechos aislados y ajustes entre matones se derriban cuando en la reciente balacera cerca de Plaza “Las Américas”, en Boca del Río, trasciende que el civil Jorge Fernández fue rematado a balazos luego de bajarse a reclamar el choque de su vehículo particular.

Claro que los “malosos” de Veracruz se matan entre ellos; sería realmente el colmo que también estuvieran a diestra y siniestra a todo aquel jarocho que se les atraviese, tanto así que hasta el hoy subprocurador de Xalapa, Marco Antonio Aguilar Yunes, es el único alto funcionario de la Procuraduría al que se le ha visto armado con una pistola escuadra apañada al cinturón.

Las muertes y hechos violentos criticables sencillamente son por actividades de la delincuencia organizada asentada en territorio veracruzano; la renuente terquedad de negarlo solamente ha llevado a desprestigiar al gobierno en sí, y solamente hace creer que entonces altos mandos policíacos y del poder político de todos los colores están inmiscuidos en dichas actividades.

Es simple: la delincuencia organizada tiene que forzosamente estar protegida por autoridades locales; no se explica una cosa sin la otra, porque entonces la delincuencia no se arriesgaría a entrar a un estado sin tener información de primera mano: es parte de su logística.

De igual manera, uno como usuario frecuente de las carreteras veracruzanas, nos damos cuenta de algunos retenes de seguridad que realiza el Ejército, Policía Federal Preventiva y Seguridad Pública, o incluso el Instituto Nacional de Migración (que dudan de cualquier vehículo sospechoso o de un camión) y que inmediatamente harían pensar que hay un fuerte dispositivo de seguridad… pero en las autopistas. Viaje usted en muchos de los caminos libres, y verá que gran parte de éstas apenas cuentan con algunas patrullas diseminadas.

Si vinieran miembros de la delincuencia organizada (sea la mafia que sea) es claro que necesitan información que los pueda conducir a evadir este tipo de retenes, o al contrario: una gran protección que les permita entrar y salir del estado como si nada, tal como sucedió con la ejecución del alcalde de Ixtepec, Oaxaca, Neguib Tadeo Manrique, y cuatro personas más, ocurrida cerca del aeropuerto del puerto de Veracruz y a unos metros de instalaciones policiacas. Así como entraron los sicarios de armados con rifles de alto poder, cometieron su cumplido y se retiraron como nada: curiosamente nadie los vio ni entrar ni salir del estado.

En verdad que sería triste pensar que el discurso del gobierno se centre en que los “malosos” entran y salen de Veracruz, porque de cualquier manera preguntamos ¿entonces quién vigila las entradas y salidas del estado? ¿O quien se encarga de vigilar los caminos? Claro que hay delincuentes asentados en el estado, e historias que se narran en los libros antes mencionados nos especifican claramente como algunos pistoleros se han convertido incluso en parte de las fuerzas policíacas o han trabajado al lado de ellas, o las corporaciones han sido cómplices de diversos ilícitos.

Las condiciones de inseguridad que se critican son precisamente por la corrupción que ha permeado en las corporaciones policíacas y mantiene la presencia de narcomenudistas, robacarros, pistoleros, ladrones; sólo como ejemplo, resulta harto curioso que en Minatitlán recientemente haya un cambio de inspector de Policía Municipal y se haya desatado la delincuencia: hay asaltos y robos por doquier, lo que nos lleva a pensar que existe una protección de la policía o que realmente resulta una ineptitud por parte de Martín Islas Mora, encargado de la seguridad en el pueblo petrolero, para controlar a la delincuencia.

Claro que lo ideal para quienes gobiernan es siempre el de un escenario de Veracruz seguro como en Semana Santa (tanto así, que hasta se recuerda la heroica muerte de un oficial de Seguridad Pública tratando de rescatar a una persona que se estaba ahogando), o en el Tajín o incluso en la pasada edición del carnaval de Veracruz, donde hubo saldo blanco; es claro que se debe cacarear el huevo de que en cuestiones turísticas, el estado es como el paraíso; pero fuera de esos menesteres turísticos (que realmente sólo benefician a los empresarios), en Veracruz sería muy lamentable si tenemos que acostumbrarnos a que en cualquier momento pueden “entrar y salir los malosos” del estado.

Aunque la realidad es que también algunos viven aquí; que no se quiera admitir, eso ya es una necedad publicitaria.