9 de octubre de 2007

Los Zetas en Minatitlán

Pablo Jair Ortega - pablo.jair.ortega@gmail.com.- Sucedió el pasado martes 2, cercano al cobro de la quincena que desde horas antes al plazo se puede cobrar en los bancos de Minatitlán. La vida económica de la ciudad se rige principalmente por los empleados de PEMEX y los subcontratistas.

Parte también –lamentablemente– de lo que es ya la vida normal en el pueblo petrolero, es la gran proliferación de prostíbulos que se han incrementado en los recientes años: en el periodo de los alcaldes perredistas Amado Guzmán García y Román García (1998-2000, de los municipios conurbados de Minatitlán y Cosoleacaque, respectivamente), se dio a conocer que en Minatitlán se habían otorgado por lo menos 100 nuevas licencias de venta de alcohol en diversas modalidades: depósitos, bares disfrazados de restaurantes, centros de prostitución disfrazados de bares, etc; en el caso de Cosoleacaque, hasta el Instituto Tecnológico denunció que en sus alrededores se habían duplicado los expendios en donde los alumnos acudían a comprar cervezas.

Actualmente los minatitlecos pensaban que se había superado el triste trienio de Guzmán García, pero resulta que sus sucesores reafirmaron la incapacidad de los políticos minatitlecos de hoy en día: el anterior edil, Pablo Pavón Vinales, tuvo un periodo lleno de penas y nulas glorias; el actual, Raúl Morales Cadena (quien siempre argumenta para su ineptitud que escritos como éste es otro ataque político más, como si siguiéramos en tiempos de campaña) de plano se ha coronado como el peor alcalde que ha tenido Minatitlán.

Con esto presente, y la dichosa reconfiguración de la refinería Lázaro Cárdenas que ha traído más calamidades a la ciudad y a cientos de obreros fuereños, se ha notado un crecimiento considerable y muy palpable de sitios donde se expenden bebidas alcohólicas. Recientemente se dio a conocer que los bares y cantinas de la ciudad son la principal fuente ilícita de ingresos de directivos del ayuntamiento, en especial de Octavio Flores Colorado, según versión de un ex inspector municipal.

Uno de estos burdeles se llama Cocobongo (anteriormente se llamaba Cosmopolitan, una de las cantinas más viejas de Minatitlán), ubicado en pleno malecón frente al río Coatzacoalcos; es uno de esos sitios donde anteriormente colocaban un letrero en la entrada que rezaba —palabras más, palabras menos— “Se prohíbe la entrada a menores de edad, militares, uniformados y vendedores ambulantes”. El sitio está ubicado en una planta alta que hace esquina con las calles Iturbide y Francisco I. Madero, por lo que desde ésta última (la principal del malecón) se entra para subir unas escaleras, se llega a una segunda puerta donde te revisa un vigilante y te da acceso al lugar. Quienes acuden habitualmente saben que hay “variedad” constante y que además regularmente no está muy lleno, incluso en las horas pico de la madrugada.

Ese martes 2, algunos parroquianos se encontraban conviviendo cuando de repente apareció un comando fuertemente armado, conformado por individuos vestidos de negro con el rostro cubierto por pasamontañas; quienes pudieron apreciar la llegada vieron armas de alto calibre como las populares Avtomat Kalashnikov modelo 1947. El grupo se desplegó tácticamente por el lugar como cuando realizan las redadas. Ante una escena así, quienes bebían en el lugar creyeron que se trataba otro de los operativos de “Veracruz Seguro”; que habían llegado los de la AFI o la PFP para revisar bolsillos y detectar si había droga o armas.

Uno de los concurrentes se encontraba en la “rocola” escogiendo unas canciones, pero uno de los empistolados le pidió autoritariamente que regresara a su lugar. Uno más se atrevió a verle directamente la cara a otro: “¿Qué madres me ves, cabrón?”, fue la respuesta. Los pocos en el lugar no comprendían bien la situación, pero ante la actitud y las armas, pocos dudan en bajar la cabeza o por lo menos la mirada.

Internados en el lugar en cuestión de segundos, uno de los personajes a quien identificaron por portar una llamativa pistola calibre 45, se acercó a la barra y le dio al encargado un mensaje. Dicho esto, se retiraron en una camioneta y todo volvió a la normalidad. No hubo la necesidad de explicarse que estos señores no eran policías.

Uno de los paisanos comentaba que eran Zetas, y que ya están en Minatitlán; entre los obreros se comentan que los han visto circular como si nada, al igual que aquí en Xalapa han llegado hasta la casa del secretario de Seguridad Pública disfrazados de la misma manera: con trajes de operativos militares oscuros, discretos, con armas largas y camionetas blindadas.

Entre la misma flota obrera saben que el narcotráfico está más que nunca haciendo su agosto por la presencia de miles de trabajadores en las obras en PEMEX; y no sólo ha sido el fino arte de rendir tributo al Dios Baco, sino que algunos están acostumbrados a ir más allá: en uno de los viajes en taxi de este pueblo petrolero, quien esto escribe atestiguó el momento en que un obrero en total estado de ebriedad pidió el servicio al vehículo, pero como ya estaba ocupado, inmediatamente dijo que siempre no: “Nomás voy aquí adelante, compita”, le decía el chofer, pero el individuo dijo que esperaría uno vacío.

“A este cuate ya lo he levantado… Ahorita va por coca”, comentó el conductor instantes después de volver a arrancar la unidad. “Es obrero de las compañías, y siempre cuando anda así, va por polvo”.

Minatitlán no sólo se está sumergiendo en la inmundicia y en la incapacidad de sus gobernantes; con la presencia de varias compañías contratistas al servicio de PEMEX para la flamante “reconfiguración”, también se ha convertido en un excelente nido de alimañas que hacen negocio en todo lo referente a los vicios: es una cadena de corruptelas que inicia desde el permiso otorgado por las autoridades municipales, hasta el diezmo que se le debe otorgar a la policía, aunado a la presencia de la delincuencia organizada con la prostitución vía telefónica y el tráfico de drogas. Con la incapacidad para meter orden, es obvio que se incrementan los delitos como robos y riñas callejeras.

Mientras tanto, sobra decir que los letreros que prohíban la entrada a uniformados, pues ni los van pelar. Si no, pregúnteles a los que dejan mensajes en el Cocobongo.

3 de octubre de 2007

La venganza del zancudo asesino

Pablo Jair Ortega - pablo.jair.ortega@gmail.com.- De plano a los jarochos nos desprecian por ser acarreadores de dengue. Y no sólo a sus pobladores, también a su fauna; en estados limítrofes han decidido establecer cercos sanitarios para evitar casos de dicha enfermedad. Sólo cabe aclarar a estos “expertos” (secretarios de salud y sus asesores) que el dengue no se contagia de persona a persona.

Por ejemplo, en Tamaulipas, ante lo que las autoridades de la Secretaría de Salud del vecino estado consideran como la detección de “miles de casos de dengue en Veracruz”, se implementaron medidas “en los límites con ese estado para reducir el riesgo de que se multiplique en Tamaulipas por el alto flujo migratorio que se presenta entre ambas entidades” con un cerco sanitario --como si el mosco necesitara pasaporte para realizar sus actividades naturales--.

Según la nota del portal HOY TAMAULIPAS: “Luis Fernando Garza Frausto, director de Protección a la Salud, dijo que las inundaciones registradas hace unas semanas en el vecino estado han comenzado a reflejarse en el incremento de enfermedades de la piel, ojos y dengue clásico. Ante ese riesgo, mencionó que el Secretario de Salud Rodolfo Torre Cantú instruyó establecer un cerco de vigilancia epidemiológica entre la población procedente de los limites de Veracruz para evitar el ingreso de personas que pudieran portar alguna enfermedad”.

Pero los tamaulipecos no son los únicos que nos consideran “apestados”, o en este caso, adengados: en Tabasco también nos echan la maldición díptera y la Secretaría de Salud de esa entidad informa que, a diferencia de Veracruz, con más de 4 mil casos según cálculos del titular Luis Felipe Graham Zapata, en el “edén” de Pepe del Rivero apenas hay cerca de 500 casos de dengue confirmados, de los cuales 15 son de tipo hemorrágico.

En Oaxaca los reportes también indican aumentos considerables en los casos de dengue hemorrágico. Prácticamente todo el sureste se está viendo infestado por esta problemática, al grado de que los mandatarios de Oaxaca, Chiapas y Guerrero se unieron para combatir la marginación a través de lo que llamaron el Programa del Sur, que busca elevar a la media nacional los niveles de educación, salud, vivienda e infraestructura de estas entidades, y para lo cual se requieren unos 12 mil millones de pesos en 2008. Entre todo esto se destaca el combate a enfermedades como el dengue, asociada con la pobreza.

Desde El Bajío también llegaron las quejas contra los jarochos, así que desde ahora nos podemos considerar peligros biológicos ambulantes. Resulta que Veracruz no solamente es un excelente exportador de limones, café, energéticos y “mojados”, pues según un tal Javier Rivera Maya, oficial “matazancudos” de San Luis Potosí, los veracruzanos nos podemos enorgullecer de que también exportamos dengue a estados como Guanajuato: “En la huasteca potosina y de Veracruz estamos invadidos de mosco que transmite el dengue clásico y del hemorrágico, que es el más peligroso. De esos lugares viene mucha gente a León a comprar calzado, por lo que es seguro que alguien contagiado allá, vino y provocó el problema de salud”, señaló el tal Javier. (Recordemos que el dengue no se contagia de persona a persona; quien no ha padecido dengue tal vez desconozca que junto con los dolores y la fiebre característicos de esta enfermedad, se presentan unas ganas irrefrenables de comprar zapatos, y venciéndola, uno hace lo posible por satisfacer esta necesidad, y si es en León, pues qué mejor; esto tal vez explique la “acertada” teoría y la seguridad con que el señor Rivera Maya hizo sus declaraciones).

La verdad es que mientras hay una como paranoia institucional de que Veracruz es culpable de todos los males de salud en otras entidades, desde acá remitimos la culpa a “Chilangolandia” por su pésimo sistema hidráulico que hizo desbordar al río Pánuco en el norte de la entidad; tuvimos que admitir al menos cuatro municipios del sur con brotes de dengue debido a las recientes inundaciones; en total, en todo Veracruz se reportan cerca de tres mil 500 casos, según el subdirector de Prevención y Control de Enfermedades de la Secretaría de Salud estatal, Alejandro Escobar Mesa.

Según informes, señaló que tienen registrados brotes de la enfermedad en Alvarado, Coatzacoalcos, Minatitlán y Nanchital. En el puerto de Veracruz, el ayuntamiento reporta unos 100 casos de dengue clásico y aproximadamente 75 casos del hemorrágico en lo que va del año. En el norte de la entidad, donde han pegado con todo los huracanes, no se descarta que pueda haber un incremento en los casos de dengue en la región, afectada por los desbordamientos de los ríos y anegamientos.

No sólo es privativa la crisis en climas calurosos; es reciente la inclusión de brigadas contra el mosco del dengue en zonas de clima frío y donde el desarrollo del Aedes Aegypti era nulo. De un par de años para acá, y con los cambios climáticos tan extremosos que se viven en la zona montañosa de Xalapa y Coatepec (ahora hay calores que los habitantes de antaño ni sabían que existían), resulta que el mosco transmisor se adaptó perfectamente al clima y está dando su batalla en colonias y congregaciones de estos municipios.

En el sur la situación es más grave. Se cuenta una baja en la guerra contra el dengue, y es lamentable la muerte del empleado de Protección Civil de Agua Dulce, Julio César Jiménez Martínez, a consecuencia de un avanzado dengue hemorrágico, el pasado domingo 30 de septiembre. Esto pese a que a mediados de septiembre se enviaron desde la Secretaría de Salud cinco brigadas motorizadas con 28 “abatizadores” porque las autoridades locales ya habían detectado la emergencia sanitaria.

Pese a todo, Jiménez Martínez falleció y no es concebible que no se le haya detectado a tiempo dicha enfermedad pese a los síntomas. Según versiones, el viernes 28 había llegado a trabajar sintiéndose mal de salud, por lo que se dirigió a la clínica del Seguro Social para recibir atención médica, pero en ese lugar las enfermeras le dijeron que no podían atenderlo y se retiró. Se fue a descansar a su casa sin tener conocimiento de que se encontraba muy enfermo pese al dolor de cabeza y cuerpo. Sin embargo, el sábado 29 el estado de salud del joven empeoró y acudió de nuevo al Seguro Social mostrando ya mostraba manchas de sangre en la piel y vomitando sangre.

Nuevamente incapaces, la clínica pidió el apoyo a la Cruz Roja para que fuese trasladado a Coatzacoalcos, pero falleció en el trascurso de la mañana de ese domingo: su enfermedad estaba muy avanzada. Sus familiares indicaron al periódico choapense DIARIO PRESENCIA que “Julio en menos de cinco días perdió la vida, ya que cuando tuvo los primeros síntomas fue trasladado al Seguro Social de esta ciudad en donde sólo estuvo internado por unas horas y después le dieron de alta sin diagnosticarle la enfermedad”.

¿En verdad están preparadas las clínicas y hospitales para este mal? En el Hospital de PEMEX de Minatitlán, que se supone de los mejores en la región, posponen cirugías argumentando otras urgencias, como si no hubiera personal médico para atenderlas. ¿Qué no pasará en clínicas del Seguro Social, ISSSTE o de SSA en las pequeñas comunidades? ¿En cinco días se puede morir la gente por una enfermedad que se supone controlable?

Con la muerte de este empleado de una dependencia para protección de la ciudadanía, viene la ironía: la venganza del zancudo asesino va más allá de la vulgar discriminación.