31 de enero de 2009

Los Pink Floyd de Linares



Ni más ni menos que David Gilmour de la Garza en la guitarra; Nicolás Mason, en la bataca; Ricardo Wright Treviño, en el acordeón; Rogerio Waters Garza en el bajo (el que está salte y salte), y Syd Barret Elizondo, muy discreto como ha sido siempre, en el sax.

Lo anterior se desprende de una presentación en vivo en un PUB de Tamaulipas, aparentemente, aunque como es un rare version, pues es dificil ubicarlos. Sólo se sabe que fue una presentación exclusiva como las que hacen en Inglaterra y Estados Unidos, de su álbum más reciente llamado "La Pared Negra".

Otras fuentes indican que están por lanzar "Desearía que estuvieras aquí pisteando", y "Sigue brillando diamante loco que me saliste caro".

Gracias a Don Pepeluche que me envío este material inédito de "Los Pink Floyd de Linares"

30 de enero de 2009

Obama y yo nos parecemos mucho



Es una simple lógica, y no es falacia: Yo apoyo a Obama, Obama apoya a los Steelers, yo apoyo a los Steleers, el mundo quiere a Obama, luego entonces el mundo quiere al Pablín. Pure & simple



Pablín es querido por el mundo, entonces el mundo quiere a los Steelers; luego entonces los Steelers van a ganar el "super boul". Saweboooo.

12 de enero de 2009

Sueños, chipuja, sueño

¿Por qué no dejas de aparecerte?
En los momentos más extraños,
incluso en lugares que no existen,
justo cuando en esas horas,
en esos pocos minutos,
últimamente valiosos,
súbitamente,
llegas.
Hablo de mi último sueño.
Sí, ese donde llegas a donde estoy.
Lejos de ti.
Apareces como Atena a Telémaco,
como Gabriel a José,
como para dar mensajes en clave.
Ten en cuenta que Atena es una diosa.
Gabriel es un ángel, pero es asexual.
O sea, no tiene pene ni vagina,
pero sí tiene un aura celestial.
Total, llegas.
Súbitamente.
Casi nos topamos en la entrada,
pero decidí esconderme
(permanecer discreto,
como ese dibujo a lápiz).
Pero me descubres.
Comienzo a correr como idiota,
para finalmente llegar hasta ti.
La primera reacción es primitiva.
Deliciosamente pura.
Te tomo de los cabellos,
cual Pablo Picapiedra
(mejor dicho “Mármol”,
si quiero parafrasear bien a Barbera)
e intento besarte.
Te niegas.
Como esa vez, ¿te acuerdas?
As The Black Gate as my witness,
(con perdón de Scarlet O’ Hara
y de los Tigres del Norte)
te rehusaste.
Huiste unos centímetros de mí,
los suficientes para marcarme.
Apenas y te rocé la boca.
Esta vez no fue diferente,
“pero es mi sueño”, me dije,
valga la redundancia, entre sueños.
"Frankly, my dear, I don't give a damn.",
y con esa máxima de Gable, al fin te besé.
Incluso puedo confesar,
sin temor a equivocarme,
o a sonar presuntuoso,
que tuve una experiencia extracorpórea.
Sí, en ese momento.
Cuando nos besamos.
Porque quería vernos.
De lejos.
Como en la lente de Tarantino.
O de Scorcese, o de Michel Gondry.
También puedo confesar
que no ha sido el primero.
El único letargo.
Varias veces has venido a visitarme.
No sé por qué lo haces.
Pero anoche fue la debacle.
Me enteré en ese sueño
que tienes otro Pablo.
La verdad, no sé su nombre.
Le puse “Pablo”,
porque así ilusiono,
sigo ilusionando,
mi vida contigo.
Además,
es mi pinche sueño,
y cuando tengas el tuyo,
podrás cambiarle el nombre.
El que quieras.
Para entonces ya no sueño.
Ya es pesadilla.
Y si supieras.
No eres la única.
Nati y Vero también me visitaban.
La primera, ingenua.
La segunda, erótica.
Pero lo sabes.
Eres indeleble a mí.
Quizás ingenua, quizás erótica.
Pero única.
Contigo, conmigo,
estoy seguro que Delgadillo,
el trovador pelón alto,
compuso esa canción para los dos.
Un amigo te diría
que todo marcha
mientras se muerde los labios…
¿La reconoces?
Yo creo que sí.
La vivo intenso cuando la escucho.
Seré un extraño en paz
que nunca te dejó de amar…
Y es curioso lo último,
porque estoy seguro,
hasta la ignominia,
de hacértelo saber.
Que lo dije con palabras.
Que lo dije ante ti.
En su momento.
En su horario.
En su lugar.
En su circunstancia.
Con el tiempo de añejamiento correcto.
Antes de dividir caminos,
el mismo que recuerdo,
allá por el 98,
iniciando con tus ojos negros,
desde el otro lado de un salón universitario,
que hicieron sonrojarme.
Eras, recuerdo, como un jeroglífico.
Pintada en la pared.
Morena, ojos grandes.
Silencio absoluto.
Una posible princesa.
O una esclava, pero en la pared.
Y ojos negros.
De ahí para adelante, juntos.
Hasta esa salida,
(tormentosa, he admitirlo)
donde estabas esperando
tu camión en la terminal del ADO,
para llevarte muy lejos,
y a la chingada de aquí.
De mí.
Luego pasó más tiempo.
Lo que pensé era nuestra gloria,
se convirtió en Waterloo,
o Afganistán,
o Irak,
o la Franja de Gaza.
Xalapa no tiene la culpa.
Nadie la tiene, de hecho.
No había más camino después de Xalapa.
Nos dolió perdernos.
Yo todavía lo resiento.
Debo decirlo.
Porque tengo cuatro cartas tuyas.
De esas que llaman “electrónicas”.
Y es hasta hoy me había aguantado las ganas de escribirte.
Pero estoy harto de que vengas a mis sueños,
y no me digas nada al día siguiente.
Te vas de mi cama sin despedirte,
así como si nada,
ni un recado,
ni un beso de despedida.
Te levantas, quiero creer,
desnuda,
y me dejas ahí dormido,
babeando el colchón,
con mi hombría erecta,
mi cerebro con resaca,
mi estómago con hambre,
mi pecho sin tu cabeza.
Como dice Chepe-Chepe:
“Sólo está mi almohada”.
Así te vas y me dejas como antes,
y es por eso que hoy quise escribir.
Tiene rato que no lo hago, ¿sabes?
Así que tienes la premisa,
la exclusiva,
de seguir siendo mi musa.
En realidad creo que nunca lo has dejado de ser.
Creo que era necesario.
Mientras espero somnoliento, chipuja.
Será mi dulce castigo,
mi tierna tortura,
my beatiful “night_mare”.
Como la copa rota,
la de Feliciano,
para sangrar gota o gota
el veneno de tu ¿amor?

7 de enero de 2009

CFE: justicia divina

Pablo Jair Ortega - pablo.jair.ortega@gmail.com Lo acontecido este lunes en las oficinas de cobro de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) en Minatitlán, sobre el asalto de un millón y medio de pesos, podría convertirse en la justicia divina que muchos usuarios esperaban.

Son cientos, quizás miles, de historias las que desgraciadamente se viven en ese inmueble: quejas de abusos, reclamos por malas mediciones, altísimas tarifas sin razón, y varios etcéteras. En resumen: un pésimo servicio y una atención deficiente, de trato déspota con la población.

¿Qué sucedió este lunes? Pues un comando armado, por la madrugada del lunes, llegó hasta la zona donde están los cajeros automáticos; amagaron al vigilante y se llevaron ni más ni menos que cuatro cajas fuertes con un botín cercano al millón y medio de pesos. Los contenedores donde estaba el dinero, fueron encontrados en la colonia Las Delicias, en la periferia de Mina.

El susto, afortunadamente el susto, se lo llevó el vigilante, quien todavía cumpliendo con su labor de vigía, identificó a uno de los malandrines como empleado de la misma Comisión Federal de Electricidad, de nombre Gregorio Cruz Jiménez, mismo que ya fue detenido por agentes de la Policía Ministerial.

En contraparte, en el otro extremo de la balanza, en la lógica de “una de cal por las que van de arena”, habemos quienes nos congratulamos de que por lo menos le hayan dado un dolorcito de cabeza a la CFE, de los miles que ocasionan a los usuarios, ya no digamos de Minatitlán, sino de Veracruz y de todo el país.

En esa oficina ubicada en la calle Belisario Domínguez, se han visto personas llorar en las banquetas ante el trato déspota y grosero por parte de los empleados, en una oficina donde se supone que se van a resolver problemas y dar atención a la población. Lo mínimo es un enojo que va directo al hígado y a la gran incidencia de cáncer en la ciudad.

Y pese a todo el moquerío, las caras largas y usuarios al borde del infarto, los empleados de la CFE (que más que empleados, son servidores públicos), éstos permanecen inmutables, cómodos detrás de esa silueta tenebrosa del burócrata malvado. Es raro, hay que decirlo así, encontrar a un buen empleado de la Comisión Federal de Electricidad, aunque --también hay que decirlo así-- los hay.

A esas alturas, a lo mejor las autoridades minatitlecas deberían considerar el darles las llaves de la ciudad a los malandros que asaltaron la CFE; ¿qué tanto es tantito? Si con la impunidad que existe, nomás falta que la Asociación de Banqueros de México premie al “Usurero del Año”, o que la Confederación Nacional Campesina entregue galardón al “Sembrador de Mota del Mes”.

Es así, mis distinguidos miembros de la cartera vencida cefeeriana, como la Comisión Federal de Electricidad tuvo una sopita Maruchan de sus sendas bombas de cacao. Ya era justo, Zeus.

5 de enero de 2009

Seguridad deosrganziada


El general sí tiene quien le escriba, desde Columna sin Nombre

Pablo Jair Ortega -
pablo.jair.ortega@gmail.com.- Los recientes cambios en seguridad pública mantienen firme la teoría de que no existe orden y a dos años de que termine el gobierno de Fidel Herrera, nomás no terminan de organizarse, contrario a la postura oficial de que las permutas obedecen a estrategias.

La renuncia de mandos policiacos --la reciente fue la de Bertoldo Reyes Campuzano, jefe de la Policía Intermunicipal de Xalapa-- y la sustitución por mandos militares, todavía no controla (sólo como un ejemplo) los casos de extorsiones que se van ubicando en distintos puntos del estado: aparentemente se calma la violencia en el norte y sur, pero en la zona centro del estado, en pueblos donde la tranquilidad era la ley como Teocelo y Coatepec, se recrudecieron los hechos delictivos.

Esto último se coronó semanas atrás con la ejecución del conocido comerciante Gonzalo López Galán, dueño del popular restaurante Los Tucanes, ubicado en Coatepec. Ahí mismo en el Pueblo Mágico, tienen temblando por presuntas extorsiones a varios empresarios, al grado de que se está viviendo el pánico que no hace mucho se sintió en el sur, cuando el sector empresarial comenzó a protestar por la ola de violencia.

Mientras todo esto sucede, la seguridad en Veracruz pende de un hilo con los cambios tan repentinos y de mandos fundamentales; las renuncias de altos mandos, de policías estatales con amplia experiencia, sólo mantienen en fragilidad la gobernabilidad: la tensa calma que se vive actualmente, obedece a la vista gorda de autoridades, incluso medios de comunicación que prefieren censurarse para evitar baños de sangre en el gremio.

Nadie quiere arriesgar el pellejo. Mucho menos cuando las autoridades no aplican la ley en casos tan ínfimos como el del diputado local Renato Tronco, quien se ve postulado como candidato a diputado federal por el PRI, pese a la investigación judicial en su contra como autor intelectual del asesinato de Alfredo Pérez Juárez, regidor cuando Tronco era alcalde de Las Choapas.

Con esa manera de aplicarse la justicia, a final de cuentas, como ciudadano común y corriente, qué podemos esperar: sólo una tensa calma.

Y mientras: los cambios, cambios y más cambios --caracterizados por la militarización que se está cristalizando en la Secretaría de Seguridad Pública-- retrasan más lo que sería la imposición de orden y seguridad en Veracruz. Un caso concreto es el de Coatzacoalcos, cuando quitan como coordinador de la Policía Intermunicipal a Antonio Vázquez González, para colocar a Pedro Aguilar Medicina: un policía de carrera con un reconocido expediente policiaco, conocedor de la plaza, por el de un militar más marcado por su estrecha relación con el secretario de Seguridad Pública, Sergio López Esquer.

La salida de Bertoldo Reyes Campuzano (por cierto, con un atentado hacia su persona el año pasado) de la Intermunicipal de Xalapa, se torna más delicada por que deja dos espacios descabezados: la misma jefatura de la policía xalapeña y la Subsecretaría B de Seguridad Pública. Ambos ahora están cubiertos por Remigio Ortiz Olivares, el único policía de carrera con preparación académica con licenciatura en Derecho que queda en Seguridad Pública.

A las alteraciones en el organigrama y estructura de seguridad pública, se le suma la constante confrontación que mantiene el titular de la SSP, Sergio López Esquer, con el resto de la tropa, con manifestaciones de inconformidad constantes y hasta una moderna guerra vía correo electrónico, denostándose ambas partes.

Y en medio, la tensa calma de una ciudadanía con el Jesús en la boca.