30 de enero de 2013

Compadre Doroteo


ESTE CUENTO fue publicado en la primera edición de la revista ENTRE MARES

I

Me voy vieja, cuida mucho a mis hijas. Pronto vendré por ustedes: decía Secundino a Consuelo, quien se quedaba en Tampico porque su marido --que la fue a sacar de Texas-- iba a una tierra extraña por explorar allá en el rincón más sureño de Veracruz.

Tampico y Ciudad Madero tienen qué ver mucho con Minatitlán, como Oaxaca. Fue a inicios de los sesentas cuando cerca de 360 tamaulipecos, algunos padres de familia, viajaron para trabajar en la refinería Lázaro Cárdenas del Río. Eran obreros de la Sección 21 de Árbol Grande que había desaparecido y fue absorbida por la legendaria Sección 1, la misma que vio parir a un monstruo arcaico llamado La Quina.

Los tamaulipecos que llegaron a Minatitlán fueron recontratados por la Sección 10. Venían sabiendo que estarían varios años, los necesarios para jubilarse, en una tierra extraña, con un calor de la chingada, una cultura, costumbres y tradiciones muy diferentes a las del norte.

Minatitlán es como una ciudad antigua con aroma a Fenicia, de esas donde convergen tribus, naciones y reinados de todos los sabores, colores e influencias. Aquí han llegado chinos, franceses, alemanes, ingleses, gringos, árabes, turcos, y chingo de oaxaqueños que convirtieron a esta tierra en algo así como la capital de la patria istmeña fuera de la tierra de Benito Juárez.

En un principio riñeron: los oaxaqueños no estuvieron de acuerdo con que los güeros llegaran a Minatitlán a ordenar. El recelo era porque a los norteños les daban altos cargos en la refinería como jefes y supervisores, puestos a los que no podían acceder los istmeños porque algunos no sabían ni leer ni escribir.

II

Doroteo Peregrino llegó a principios de los 60 a Minatitlán. Moreno, bullanguero, listo pa’ la rumba. Oriundo de la meritita Huaca del puerto de Veracruz. No se sabe cómo fue a dar a Tampico, pero es claro que el movimiento de las familias petroleras se debe a las plazas que se creaban en la industria; algunas existen desde la expropiación del Tata Lázaro; son fuentes de trabajo bien pagadas y patrimonio familiar hereditario.

Doroteo llegó con unos centavos que le había dado la paraestatal para trasladarse desde la tierra de la jaiba a la nueva del chanchamito y la sandunga. Con su esposa, Elena Garduño, se instaló en una casa en la calle 26 de abril justo al lado de la refinería, pero tiempo después cambiaría su residencia.

III

La calle Sor Juana Inés de la Cruz, en la colonia Obrera, fue por esos años la zona donde se instalaron la mayoría de los Tamaulipecos. En algunas casonas se alojaron los solteros que dormían en literas o catres para compartir la renta. Los que trajeron a su familia se quedaron en casas viejas en los alrededores de un barranco lleno de árboles frutales.

Doroteo se instaló al lado de la casa de una familia bien tampiqueña, los Díaz, cuyo patriarca Secundino se convertiría en el mejor de sus amigos. Era curioso, ambos provenían del mismo centro de trabajo en Tamaulipas, pero no se conocían; en la refinería lograron sellar su amistad eterna con un compadrazgo: el jarocho fue padrino de Primera Comunión de las tres hijas de Secundino con Consuelo.

Los de Tamaulipas, nongratos en la ciudad, hacían fiestas y convivencias con carnes asadas al puro estilo norteño. Para los oaxaqueños eran alzados que se creían mucho por ser blancos y además, jefes. No los bajaban de pedantes y, si podían, les ponían apodos, algo que todavía se acostumbra como parte de la picardía petrolera en Minatitlán.

En esas fiestas, Doroteo y Elena fueron ampliamente conocidos por ponerle sazón a la rumba; bailadores por naturaleza, la calentura del piso no disuadía mostrar que el puerto tiene hoja de vida en zapateados y uno que otro danzón. Doroteo y Elena eras las ánimas de las fiestas.

Pasaron los años, los suficientes para jubilarse, y hastiados del bochorno y de que Minatitlán fuera una ciudad de pocos servicios, los tamaulipecos regresaron casi inmediatamente al norte. Unos cuantos decidieron quedarse; ya eran casados y casi tecos por adopción, aunque fueron muy pocos.

Era ese Minatitlán donde no existían supermercados como ahora. La Flor de China y la Casa Simg, ambos atendidos por chinos verdaderos --tumbas familiares todavía se aprecian en el antiguo Panteón Santa Clara-- cuyo lujo que más presumían era que ambas tiendas te llevaban el mandado a casa.

Algunos, como Doroteo, tuvieron el sueño que al jubilarse se retirarían al puerto de Veracruz, entonces playa romántica y amorosa hecha poesía por un tal Agustín Lara. Ir al puerto era sinónimo de caminar por los portales, tomar un café lechero, llevar una vida soñada por un jubilado, lejos del Acapulco A-Go-Go tierra de perdición hasta para Henry Kissinger y la Taylor.

Doroteo, a su jubilación en 1980, partió a su natal Veracruz con su viejita. A La Huaca que lo vio nacer. Vivir en el retiro como los gringos lo hacen en Miami. Su compadre Secundino lo iría a alcanzar.

IV

Veracruz es una pequeña Habana. Hay gente que ve los edificios antiguos como la parte vieja de la capital cubana, y su carácter desmadroso, como el cubano insistente que no te deja caminar en paz y te chorea.

La Huaca es el barrio. Es donde se ven las casas antiguas de madera con sus patios colectivos. Doroteo, al igual que sus hermanos y su famosa hermana Toña, nacieron ahí.

V

En esos andares, a Secundino se le ocurrió, como al mediodía, justo después de la comida, que era tiempo de ir a “Ver a Cruz”.

Pasados los bisteces de pollo empanizados, el horneado de paisana recalentado y el agua de limón sin azúcar, esa calurosa tarde en Minatitlán parecía haber alucinado al viejo tamaulipeco.

--¿A ver a Cruz? 'Tas loco, Secundino, ya es tarde-- le dijo su eterna Consuelo.
--Vámonos, prepara la maleta de los niños.

Los nietos, parejita de la hija menor de Secu y Consuelo, simplemente no entendían los planes del jubilado petrolero, ni quién demonios era Cruz, ni porque era tan importante ir a verlo después de atragantarse con sendo menú . Con panza llena, lo que uno menos esperaba era viajar en esos ADO cuyos asientos eran duros como nalgas de elefantes.

Y es que recorrer el sureste en ese entonces era hacerlo cuando no existía autopista. Viajar por la carretera libre era pasar los Tuxtlas, Lerdo, Alvarado; no había oportunidad de decirle al viejo que preferían viajar otro día, porque así es esto del abarrote y ser nieto es también ser alcahuete de las ocurrencias viajeras de los abuelitos.

Llegados a la terminal, el hospedaje fue en el Hotel Royalty, ahí frente al malecón, en esquina con la calle Abasolo. Las habitaciones estaban más llenas de estudiantes jariosos que de huéspedes acomedidos en esas artes de no fastidiar a los compañeros de piso.

Lo siguiente fue desayunar. Caminar por el malecón. Cuando de repente, se metió un norte de esos que pegan en Veracruz y obligan a los paseantes a tragar arena, y de paso, empanizarse con los ventarrones cargados de tierra.

Los pequeños se acuerdan porque ese día les fue prometido que serían llevados a la playa. Lo que no dijeron los abuelos fue que las aguas frente al hotel apestaban a caca y que, además, ellos no sabían nadar como para andar lidiando con chamacos en las orillas excrementicias del Golfo de México.

Plan con maña, los fuertes vientos calculados por el viejo fueron pretexto para no ir a meter las patas a las aguas saladas.

Ir a la playa, para los nietos, fue verla de lejitos, así, atrás del muro del malecón. Quizás por eso el niño berrinchudo se dedicó a tragar puro pollo el resto de la semana. De mariscos no quería saber nada, hasta que lo llevaran a bañarse entre las olas. Su hermana, la más pequeña de la casa, ni decía que sí, tampoco que no, pero estaba de acuerdo y además ni le interesaba si su hermano se la pasaba pidiendo pura carne blanca, en protesta porque no se bañó en el mar ni recogieron conchitas.

Ir a Veracruz en ese entonces era muy distinto a lo de ahora, prácticamente estaba dividido el puerto y Boca del Río, que sólo era un arenal extenso con un centro comercial casi en medio de la nada.

VI

Cuenta la abuela que su comadre Elena como que la veía feo a veces y era muy poco platicadora. Le servía el café muy seria, pero los compadres Secundino y Doroteo estaban como si nada, platicaban y platicaban como hacía mucho no lo hacían. El humo del cigarro se adentraba en las viejas paredes de la casona de La Huaca. Afuera, los nietos jugaban con una pelota de hule que rebotando en la pared se convertía en un muy rudimentario béisbol.

Secu sabía que su amistad con Doroteo bien merecía la muina de sus respectivas mujeres. Conservadoras, las damas sabían que éstos eran un par de cabrones. Que entre pláticas se filtraban frases que delataban sus complicidades, sus secretos. Que se divertían al ver el silencio impotente de sus queridas esposas, complacidas en que al menos los años de juventud ya habían fenecido hace varios lustros, y que no era lo mismo el Secu fortachón y catrín o el Doroteo de andar jacarandoso como Compay Segundo, que un par de ancianos que remembraban hazañas como nostálgicos pubertos.

VII

Pasó el tiempo y Doroteo tuvo cabellos más blancos que de costumbre. La piel del negro es rara que tenga arrugas, pero el paso del tiempo es impecable. No perdona.

Secundino siempre hablaba de su compadre evitando los detalles de cuando eran compinches de travesuras machistas. En su mano derecha, llevaba un anillo con piedra roja, que se fue haciendo grande al compás de los años que enflaquecieron los dedos del viejo tamaulipeco.

Entonces ya jubilado, Consuelo le decía que se fueran a vivir a Veracruz, pero Secu le respondía que ya para qué, si tenían un par de nietos que criar y soportar todas sus rebeldías… “¡Vete a la chingada!”, le decía dulcemente.

Ese anillo, con su rubí sangre de pichón, todas las mañanas salía de esa cajita negra llena de curiosidades, tornillos callejeros, pedazos de plástico que servirían para algo y cuchufletas varias, que en algún momento armarían algo en la imaginación de Secundino.

Doroteo alguna vez lo recibió de su hermana Toña, también negrita como su carnal. Ella andaba viajando, cantando por el mundo, y con mucho amor le regaló una piedra para que la recordara, aunque fuese imposible olvidarla por siempre.

Pero Doroteo sabía que el cuerpo se acaba y en algún momento su compadre Secundino no iba a llegar para tomarse el café con él. Le regaló el rubí, aún sabiendo que para su compadre eso de ponerse joyas era para maricones y oaxaqueños.

27 de enero de 2013

Los necios de Teocelo y Minatitlán

Pablo Jair Ortega - pablojairortegadiaz@gmail.com.Teocelo es un municipio enclavado en las faldas del Cofre de Perote. Pertenece a esa camada de pueblitos (como Coatepec, Xico, Cosautlán, Naolinco, Jalcomulco y Banderilla) que rodean a Xalapa, pero que crecieron a distinto ritmo y sin depender de la capital del estado. Todos tienen su economía propia, basada en comercio, turismo, sus paisajes y climas increíbles; por algo es el lugar favorito para muchos extranjeros y chilangos que desean retirarse.

Teocelo, el lugar del ocelote, ha sido un lugar que se ha ido consolidando como un destino turístico. También es el sitio ideal para organizaciones como Radio Teocelo, que se estableció aquí hace más de 30 años y es la radio con más influencia en la región, pese a sus limitaciones como radio comunitaria.

También aquí se asienta, en la comunidad de Texín, el monasterio de monjes benedictinos que tanta fama le ha dado al lugar por sus ceremonias de sanación.

Este lugar es de los predilectos para el turismo de aventura y extremo. Es aquí donde hace poco se encontró un ejemplar de tigrillo, muy difícil en estos días por la rapacería humana en contra de la naturaleza.

Su alcalde, Cristian Teczon Viccon, ha destacado por ser sensible a los temas ambientales y fue quien promulgó la prohibición de las famosas “vaquilladas” en las fiestas patronales de la ciudad, lo que colocó a Teocelo en el panorama internacional como el primer municipio del país en prohibir de manera determinante estas prácticas brutales contra los animales.

Las “vaquilladas” no son otra cosa más que soltar a vacas pequeñas con la intención de torearlas. De perseguirlas, golpearlas, hacer que persigan a quienes --alcoholizados-- las azotan, como parte de un grotesco espectáculo de tortura en contra de un indefenso animal.

La medida tomada por el alcalde Cristian Teczon fue muy aplaudida y se ganó el reconocimiento de la sociedad, pero no faltan los necios en el pueblo que creen que tienen el derecho de maltratar a las vacas por pura diversión. Que esto se disfraza de “tradición” sin serlo, porque ni siquiera esa festividad es originaria de aquí: viene de Huamantla, Tlaxcala; es de apenas de la década de los 70, traída por una familia de Xico a la región, y que se popularizó por su barbarismo y las ganas de demostrar quien es más machito.

Estos necios, tercos como las ganas de ir a defecar, contra lo establecido en las leyes y reglamentos de Teocelo, ya instalan sus gradas y mantas para invitar a la ciudadanía a la “vaquillada” en una rebeldía por demás idiota. Ignoran y se sienten “machitos” de retar a la autoridad; y si ignoran, es que son unos ignorantes, o para que entiendan: una bola de bueyes más bestias que las vacas.

MINATITLÁN

Minatitlán una ciudad industrial asentada en las orillas del río Coatzacoalcos. La economía se basa en la industria petrolero y casi todo mundo depende de PEMEX. Curiosamente ha sido cuna de antropólogos, historiadores y escritores, pero prefirieron irse para no ser absorbidos por la inercia del petrolerismo.

Minatitlán es de esas ciudades petroleras donde las cantinas, piqueras, puteros, narcomenudistas y anexas, han proliferado. Para nadie es secreto que lugares como Mina y Ciudad del Carmen, en Campeche, son grandes cantinas, porque son una fuente de ingresos gigantescos para los corruptos ayuntamientos que se hacen de recursos que no tienen que ser registrados.

En la petrolera ciudad lo que se consume en exceso es la cerveza; ya sea por tradición o porque hace un calor insoportable en los meses de mayo y junio, que sólo es soportable estando ebrio o loco.

Hace algunos años llegaron a esta ciudad las famosas tiendas Oxxo, propiedad de FEMSA (Coca-Cola); se convirtieron en una minita de oro, porque FEMSA llegó con millones de pesos para propietarios de terrenos, a quienes les rentaban por plazos de 10 años. Incluso llegaron a desplazar a la cerveza favorita del lugar: la Corona y Modelo, pues los Oxxo venden pura cerveza de la línea Superior, que hasta hace unos años era como la apestadita en el lugar.

Estas tiendas desplazaron a los populares depósitos en colonias, de esos donde te atendía un viejito que se paraba en la madrugada para venderte un cartón de coronas o unas caguamas, porque las tiendas venden la cerveza relativamente más barata y tiene otras cosas para vender a los trasnochados.

Hay quienes ya están acostumbrados a la presencia inundada de los Oxxo, tanto que proponen que a Minatitlán le sea cambiado el nombre por Oxxotitlán, en honor a FEMSA.

Entre ellos hay fanáticos como el alcalde Leopoldo Torres, también conocido por su afición a las bebidas espirituosas. Es tan entusiasta de los Oxxo, que regaló un pedazo del parque Independencia (el principal de la ciudad, donde está la iglesia de San Pedro) para que se instale una sucursal en pleno centro.

Hasta ahorita Polo Torres no ha desmentido la versión y se sabe que continúan los planes para que Oxxo se instale en pleno parque municipal para facilidad de los borrachos del centro, que se había mantenido alejado de tal situación, a excepción de que a unas cuantas cuadras está el malecón que parece zona de tolerancia.

Necios como el presidente municipal, empeñados en convertir a Minatitlán en la capital del vicio, en tiempos donde ya tenemos encima un problema de salud pública como la drogadicción.

Así Minatitlán podrá destacar en algo al igual que en Teocelo, sólo que para record de alcoholismo, con una población expuesta al vicio de su necio alcalde.

23 de enero de 2013

Au revoir, Florence Cassez

Pablo Jair Ortega - pablojairortegadiaz@gmail.com.- Se propuso desde el Twitter: que se le dé arresto domiciliario a Florence Cassez. Si es peligrosa tanto para la sociedad como para la diplomacia, lo mejor era tenerla fuera de la cárcel, pero lejos de los mexinacos.

En este espacio se ofreció el domicilio propio de este autor, ávido de aprender y practicar galo con tan hermosa franchute; que por su seguridad estaría amarrada a una cama y no estaría sujeta a deseos sexuales de ninguna índole. No. Lo juro. Nunca le haría algo así.

Incluso se pensaba tenerla desnuda o en paños menores para que evitara salir a la calle, pero esa idea se iba descartando al saber que a los europeos les encanta el exhibicionismo y lo de menos es andar enseñando pechos y nalgas.

La Cassez finalmente quedó libre y pasa a la lista de personas que posiblemente no conozca ni conquiste ni baile tango con ella, así como la Shakira, que ya me traicionó por un futbolista con nombre de mascota de mundial de futbol, como si fuera muy chiludo el vato.

La Cassez se fue de México esta noche porque no es nada coneja como para dejarse atrapar otra vez. Así como a mediodía la estaba liberando la Suprema Corte de la Nación, y al ratito su abogado Agustín Acosta Azcón (hijo del mejor gobernador de Veracruz, Agustín Acosta Lagunes) andaba diciendo que esto era un ejemplo para los malos policías, la bella güera de ojitos pispiretos ya estaba guardando sus chivas en el penal para irse directito a la torre Eiffel.

Ya se imaginará usted todas las mentadas en las redes sociales y el coraje de Isabel Miranda de Wallace y víctimas de secuestro que se empeñaban en que la Cassez era algo así como la responsable de todos los males en este país.

Y la verdad es que la Cassez no tiene la culpa, sino la justicia que la hace comadre: la realidad es que de inicio el caso se vio desacreditado con aquel montaje hecho por la Agencia Federal de Investigaciones, al mando de Genaro García Luna, para hacer creer en horario estelar, en noticieros matutinos, que se estaba llevando a cabo un rescate de secuestrados así como las series de Gringolandia, en vivo y a todo color, sin ningún disparo, ni leperadas dignas del lenguaje de policía judicial.

A lo mejor la francesa es culpable (sigue mi dormitorio propuesto como su celda), pero la autoridad se la peló y los casos estrellas del Calderonismo se están derrumbando por no fortalecer a la justicia en su parte legal y por esa insistencia de usar a las fuerzas armadas y policiacas como arietes brutos de la justicia.

¿Y de qué nos quejamos si a la hermosa francesa la liberaron? Vivimos en un México donde la hija del Chapo se pasea entre fronteras, donde una princesa Paulinita se pitorrea de la población mexinaca vía Twitter, donde un Emilio Azcárraga se burla de los mexicanos diciendo que Televisa tiene una programación de calidad con programas que son oda de la ignorancia y la carne.

¿Qué es una injusticia? Injusto es el hambre que ahora Peña Nieto quiere erradicar con métodos medievales como las Cruzadas. Injusto es la clase política que tenemos que mantener, que el presidente del IFAI sea un huevón, que Calderón se la viva chido en Harvard, que los gobernadores y presidentes municipales que han saqueado arcas del país vivan con toda la impunidad, que pederastas señalados como Emilio Gamboa y Miguel Ángel Yunes Linares sigan como si nada sus vidas como amantes de los niños.

La neta, no nos quejemos. Tampoco nos burlemos de que tengamos una “policía china”, porque estoy seguro que allá en China se burlan de la “policía mexicana” y allá son más.

Como están las cosas, mejor voy ahorrando para un boleto a Francia. En una de esas dejo que me secuestre la Cassez y que se desquite conmigo todo lo que le hicieron en el bote… ¡Allá te voy, mon amour!

8 de enero de 2013

Policías ebrios... y sin dinero

Pablo Jair Ortega - pablojairortegadiaz@gmail.com.En algunas partes de Veracruz, ante la falta de desarrollo económico y exceso de ociosidad, la mayor parte de la población se dedica al alcoholismo. Un buen amigo sureño define que hay pueblos donde solamente se dedican a “fornicar y chupar”.

Súmese que hay tierras como la región de Isla y Cosamaloapan donde son fanáticos a los caballos, los gallos y cuestiones ilícitas con el disfraz de la ganadería, pero todo se basa en la jolgorio, en embriagarse porque no hay nada mejor qué hacer, y trabajar ebrio es como una costumbre.

La fornicada, bueno, hasta fotos salen a relucir en tiempos de campañas políticas.

En una plática con el periodista Ricardo Ravelo, en el hotel Mocambo de Boca del Río, contaba que su juventud en Carlos A. Carrillo estribaba en qué momento se saldría del lugar o si debía quedarse a beber aguardiente y a trabajar toda la vida en un ingenio cañero.

Son lugares donde no tienen nada qué hacer, más que tomar para pasar el tiempo que parece inerte; donde no ocurre nada; donde si pasa algo, habrá manera de disimularlo o contarlo hasta que se agote el chisme. No más.

En Coatepec, el 3 de noviembre de 2010, un policía raso de nombre Martín Díaz López, en completo estado de ebriedad, tomó su rifle AR15 y lo apuntó contra su comandante en lo que aparentemente era un acto de enojo por haber sido castigado, pero entre la tropa se hablaba de un asesinato pasional: el comandante Rubén Aquino Silverio pretendía a la esposa de Díaz López. Literalmente le voló la cabeza. El cuerpo quedó sobre la entrada de la Inspección de Policía, a un costado del palacio municipal.

El 16 de octubre de 2011 se daba a conocer que una patrulla marcada con el número 011 de la Secretaría de Seguridad Pública del Estado, sufrió una volcadura en la comunidad de Pozolapan, cerca del puente Chicalapan, luego de que unos elementos de la policía municipal de Catemaco que la tripulaban andaban en plena parranda en estado de ebriedad. Hubo elementos lesionados, algunos de los cuales iban francos. La unidad quedó sobre una cuneta y ante la situación, pidieron el apoyo de Protección Civil y arremetieron contra un ciudadano que tomó fotos con su celular, quien dio cuenta del estado de embriaguez de los uniformados.

Este martes 8 de enero de 2013, un jefe policiaco y tres elementos municipales de Tierra Blanca, protagonizaron en estado de ebriedad una serie de desmanes. Se trataba del Primer Comandante de la Policía Municipal de Tierra Blanca, Andrés Albañil Organista y tres de sus elementos, quienes en estado de ebriedad realizaban desmanes en el primer cuadro de esa ciudad.

Como nunca se ha visto una transformación de Seguridad Pública en Veracruz. Si no es porque un día llega el periodista Carlos Marín a dar una conferencia al puerto de Veracruz, y espetó que la policía veracruzana era la que peor ganaba en el país.

En ese entonces, esa era la realidad: sueldos miserables de 5 mil pesos mensuales, con pocos beneficios laborables. Los que entraban a la Policía era para sobrevivir de las cuotas del crimen organizado que ni siquiera los rasos disfrutaban, porque ese dinero se iba para los jefes y así la cadenita para arriba.

El sexenio de Javier Duarte destacó por dos grandes decisiones con respecto al tema de seguridad pública: la desaparición de la Policía Intermunicipal de Xalapa para la creación de una nueva Policía Metropolitana, erigida con elementos de la Secretaría de Seguridad Pública certificados, casi todos cadetes recién egresados de la academia. Tiraron las manzanas podridas y trajeron nuevas del árbol.

La otra fue la desaparición de la corrupta Policía Intermunicipal de Veracruz y Boca del Río, la cual estaba inundada de vínculos con la delincuencia organizada. Se creó la Policía Naval: elementos de la Secretaría de Marina-Armada de México que tomarían el papel de policías preventivos.

Al final del sexenio de Fidel Herrera, se dio la creación de la Policía Intermunicipal del Sur, que abarca Cosoleacaque, Minatitlán, Coatzacoalcos y Nanchital, y fue un aliciente para los uniformados de esos municipios: mejoraron un poco sus prestaciones, tuvieron derecho a desayuno y uniformes nuevos, pero la situación laboral seguía deplorable, aunado a que seguían los nexos con la delincuencia organizada.

Viendo los cambios en las Policías Intermunicipales de Xalapa y Veracruz, prácticamente se depuró a sí misma la corporación con sede en Coatzacoalcos, ya que muchos comandantes y policías desertaron, temerosos de que fueran detenidos por sus ligas delincuenciales.

Recientemente, a finales del 2012, se realizó el operativo Coatza Seguro, donde cientos de elementos de la Policía Estatal traídos desde Xalapa, así como la Policía Naval creada en el puerto de Veracruz, estuvieron cerca de un mes en el antiguo Puerto México. Tuvieron roces con la prensa, como los marinos que entraron a la casa del reportero gráfico Rafael León Segovia, a quien saquearon con lujo de impunidad y prepotencia. Tuvo que asistir a Coatzacoalcos el secretario de Seguridad Pública, Arturo Bermúdez Zurita, para calmar los ánimos alebrestados de los policías estatales y marinos.

Aunque se dijo que iban a estar durante un tiempo indefinido, la realidad fue otra: estuvieron en Coatzacoalcos sólo un rato y se fueron sin hacer mayores alardes. Dejaron una Policía Intermunicipal desestabilizada, pues algunos elementos fueron requeridos en Xalapa para su certificación y de paso dejaron sin recursos a la corporación local: se ha dado la orden de que a ninguna camioneta de la Policía Intermunicipal del Sur se le den vales para gasolina, y que serán los propios elementos quienes tendrán que cooperar para llenar los tanques de sus unidades. La vigilancia en Coatzacoalcos, por ende, ha disminuido.

En Córdoba, el alcalde Francisco Portilla Bonilla ha estado a favor de la policía única, lo que puede ser leído entre líneas como una petición no formal para la integración de una Policía Intermunicipal en la región.

Para la zona delictiva histórica, no sería mala opción. Córdoba fue creada para eso: para evitar los asaltos a caravanas reales entre el camino de la Ciudad de México y el puerto de Veracruz, situación que no ha cambiado para Córdoba con el paso del tiempo, por su estratégica ubicación geográfica.

Y es que la clave de una mejor policía ha sido implementada ahora en el sexenio de Javier Duarte: la dignificación del policía con mejores salarios, prestaciones y quitarlo de los abusos como ser usados para chalanes y hasta guardaespaldas personales como en el caso del finado cacique Cirilo Vázquez Lagunes.

La desapariciones de las policías municipales del sur y su cambio de situación laboral, fueron cambios favorables: han tenido mayor disciplina y lejos están hoy de ser aquella policía sobajada o gandalla. La desaparición de la Policía Intermunicipal de Xalapa, la reestructuración de la misma, la incorporación de la Policía Estatal renovada con mejores salarios, ha sido un acierto.

Necesidades de mejoras laborales es la clave y se ha dado en el clavo.

Ahora falta que se ponga atención en aquellos lugares donde todavía el progreso no llega. Aquellos lugares donde el delincuente fácil se esconde, fácil corrompe a la autoridad local. Esos lugares donde el policía, al no tener nada qué hacer, prefiere matar el tiempo embriagándose, cuidando al alcalde o al rico ganadero.

2 de enero de 2013

El Ejército se equivocó: no eran sicarios

Pablo Jair Ortega - pablojairortegadiaz@gmail.com.- Se celebró el fin de año con sendos boletines donde se presumía de la muerte de dos capos, jefes de las plazas en Cardel y Córdoba: en la comunidad de Chichicaxtle, las fuerzas armadas dieron muerte a Jesús Daniel Vargas Ramírez, (a) “El Popeye”; y Ángel Enrique Uscanga Marín (a) “El Pokemón”, quien fuera abatido por el Ejército el pasado 27 de diciembre, en la comunidad 20 de Noviembre.

En este espacio, la última COLUMNA SIN NOMBRE del 2012, hacíamos el análisis y reflexión sobre lo que presuntamente era el “rescate” del cuerpo del “Pokemón”, en una funeraria ubicada en Córdoba.

Se comentaba que se dudaba si en realidad un comando armado fuese tan osado para rescatar el cuerpo de un jefe de mediano rango, aunado a la fuerte vigilancia que había por parte de fuerzas armadas en los alrededores de la funeraria.

En “¿QUIÉN QUERÍA RESCATAR AL POKEMÓN?” se detalla que solamente se han rescatado cuerpos de capos de alto nivel como los de Heriberto Lazcano Lazcano y Efraín Teodoro Torres, jefes y miembros fundadores de Los Zetas, la organización delictiva que controla el estado de Veracruz. Que los rescates han sido bajo circunstancias especiales donde los cadáveres quedaron sin vigilancia o entregados sin mayores detalles a personajes anónimos (como el caso de Efraín Teodoro).

Que el caso del cuerpo de Braulio González Arellano es claro ejemplo de que los comandos “rescata-cuerpos” no actúan tan de manera suicida: hubo una extrema vigilancia cuidando a “El Gonzo” o “Z-20”, quien murió abatido el 4 de noviembre de 2009, pero en ningún momento fue rescatado su cadáver, pese a los privilegios que tienen los jefes y miembros fundadores de Los Zetas.

Este miércoles 2 de enero de 2013, el diario “El Mundo de Córdoba” detalla lo que había trascendido a finales del año pasado, pero que en la algarabía de las fiestas decembrinas pasó inadvertido.

Los hechos: el viernes 28 de diciembre se dio a conocer que un “comando” de cuatro personas en un taxi llegaron a la funeraria donde estaba Ángel Enrique Uscanga Marín (a) “El Pokemón” en el intento de rescatar su cuerpo, pero que fueron abatidos por fuerzas del orden. Pero horas después trascendió que los presuntos sicarios en realidad no eran tales_ se trataba de parroquianos oriundos de Ixhuatlán del Café que pasaban por el lugar, y quienes seguramente no vieron el retén o se lo pasaron nada más por desidia.

El Mundo de Córdoba nos cuenta la historia de Jesús Juárez, uno de los “sicarios” abatidos:

“Jesús Juárez, de 38 años, era rescatista. Fue uno de los fundadores de la Cruz Ambar en este municipio. Era mecánico de profesión, pero también era el comandante de la corporación”.

“Como personas humanitarias y altruistas que se involucraban en el viaje a la antorcha Guadalupana” es como se describe en el diario a los demás que fallecieron por las balas erróneas del Ejército.

Abatidos al puro estilo de “Dispara primero y luego averiguas”.

Se decía en la entrega pasada que ya sucedió un caso similar: el 17 de junio de 2011, policías estatales dieron muerte a 11 dizque sicarios que venían por el rumbo de El Lencero, en la entrada a Xalapa, pero que resultaron ser obreros, trabajadores de la construcción.

Equivocaciones que han costado la vida de gente inocente, pero al final de cuentas, el silencio oficial los condena.

Como dato, La Jornada dio a conocer recientemente que sólo la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) ha pagado más de 14 millones de pesos de enero de 2007 a abril de 2012 por 85 casos de violaciones a los derechos humanos y homicidios cometidos por efectivos del Ejército.

Para esos inocentes, justicia. Se reconoce el esfuerzo al Ejército, Marina, policías federales, estatales, municipales, pero debe haber justicia. Simple y llana justicia.