Pablo Jair Ortega - pablojairortegadiaz@gmail.com.- Se celebró el fin de año con sendos boletines donde se presumía de la muerte de dos capos, jefes de las plazas en Cardel y Córdoba: en la comunidad de Chichicaxtle, las fuerzas armadas dieron muerte a Jesús Daniel Vargas Ramírez, (a) “El Popeye”; y Ángel Enrique Uscanga Marín (a) “El Pokemón”, quien fuera abatido por el Ejército el pasado 27 de diciembre, en la comunidad 20 de Noviembre.
En este espacio, la última COLUMNA SIN NOMBRE del 2012, hacíamos el análisis y reflexión sobre lo que presuntamente era el “rescate” del cuerpo del “Pokemón”, en una funeraria ubicada en Córdoba.
Se comentaba que se dudaba si en realidad un comando armado fuese tan osado para rescatar el cuerpo de un jefe de mediano rango, aunado a la fuerte vigilancia que había por parte de fuerzas armadas en los alrededores de la funeraria.
En “¿QUIÉN QUERÍA RESCATAR AL POKEMÓN?” se detalla que solamente se han rescatado cuerpos de capos de alto nivel como los de Heriberto Lazcano Lazcano y Efraín Teodoro Torres, jefes y miembros fundadores de Los Zetas, la organización delictiva que controla el estado de Veracruz. Que los rescates han sido bajo circunstancias especiales donde los cadáveres quedaron sin vigilancia o entregados sin mayores detalles a personajes anónimos (como el caso de Efraín Teodoro).
Que el caso del cuerpo de Braulio González Arellano es claro ejemplo de que los comandos “rescata-cuerpos” no actúan tan de manera suicida: hubo una extrema vigilancia cuidando a “El Gonzo” o “Z-20”, quien murió abatido el 4 de noviembre de 2009, pero en ningún momento fue rescatado su cadáver, pese a los privilegios que tienen los jefes y miembros fundadores de Los Zetas.
Este miércoles 2 de enero de 2013, el diario “El Mundo de Córdoba” detalla lo que había trascendido a finales del año pasado, pero que en la algarabía de las fiestas decembrinas pasó inadvertido.
Los hechos: el viernes 28 de diciembre se dio a conocer que un “comando” de cuatro personas en un taxi llegaron a la funeraria donde estaba Ángel Enrique Uscanga Marín (a) “El Pokemón” en el intento de rescatar su cuerpo, pero que fueron abatidos por fuerzas del orden. Pero horas después trascendió que los presuntos sicarios en realidad no eran tales_ se trataba de parroquianos oriundos de Ixhuatlán del Café que pasaban por el lugar, y quienes seguramente no vieron el retén o se lo pasaron nada más por desidia.
El Mundo de Córdoba nos cuenta la historia de Jesús Juárez, uno de los “sicarios” abatidos:
“Jesús Juárez, de 38 años, era rescatista. Fue uno de los fundadores de la Cruz Ambar en este municipio. Era mecánico de profesión, pero también era el comandante de la corporación”.
“Como personas humanitarias y altruistas que se involucraban en el viaje a la antorcha Guadalupana” es como se describe en el diario a los demás que fallecieron por las balas erróneas del Ejército.
Abatidos al puro estilo de “Dispara primero y luego averiguas”.
Se decía en la entrega pasada que ya sucedió un caso similar: el 17 de junio de 2011, policías estatales dieron muerte a 11 dizque sicarios que venían por el rumbo de El Lencero, en la entrada a Xalapa, pero que resultaron ser obreros, trabajadores de la construcción.
Equivocaciones que han costado la vida de gente inocente, pero al final de cuentas, el silencio oficial los condena.
Como dato, La Jornada dio a conocer recientemente que sólo la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) ha pagado más de 14 millones de pesos de enero de 2007 a abril de 2012 por 85 casos de violaciones a los derechos humanos y homicidios cometidos por efectivos del Ejército.
Para esos inocentes, justicia. Se reconoce el esfuerzo al Ejército, Marina, policías federales, estatales, municipales, pero debe haber justicia. Simple y llana justicia.
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