3 de octubre de 2007

La venganza del zancudo asesino

Pablo Jair Ortega - pablo.jair.ortega@gmail.com.- De plano a los jarochos nos desprecian por ser acarreadores de dengue. Y no sólo a sus pobladores, también a su fauna; en estados limítrofes han decidido establecer cercos sanitarios para evitar casos de dicha enfermedad. Sólo cabe aclarar a estos “expertos” (secretarios de salud y sus asesores) que el dengue no se contagia de persona a persona.

Por ejemplo, en Tamaulipas, ante lo que las autoridades de la Secretaría de Salud del vecino estado consideran como la detección de “miles de casos de dengue en Veracruz”, se implementaron medidas “en los límites con ese estado para reducir el riesgo de que se multiplique en Tamaulipas por el alto flujo migratorio que se presenta entre ambas entidades” con un cerco sanitario --como si el mosco necesitara pasaporte para realizar sus actividades naturales--.

Según la nota del portal HOY TAMAULIPAS: “Luis Fernando Garza Frausto, director de Protección a la Salud, dijo que las inundaciones registradas hace unas semanas en el vecino estado han comenzado a reflejarse en el incremento de enfermedades de la piel, ojos y dengue clásico. Ante ese riesgo, mencionó que el Secretario de Salud Rodolfo Torre Cantú instruyó establecer un cerco de vigilancia epidemiológica entre la población procedente de los limites de Veracruz para evitar el ingreso de personas que pudieran portar alguna enfermedad”.

Pero los tamaulipecos no son los únicos que nos consideran “apestados”, o en este caso, adengados: en Tabasco también nos echan la maldición díptera y la Secretaría de Salud de esa entidad informa que, a diferencia de Veracruz, con más de 4 mil casos según cálculos del titular Luis Felipe Graham Zapata, en el “edén” de Pepe del Rivero apenas hay cerca de 500 casos de dengue confirmados, de los cuales 15 son de tipo hemorrágico.

En Oaxaca los reportes también indican aumentos considerables en los casos de dengue hemorrágico. Prácticamente todo el sureste se está viendo infestado por esta problemática, al grado de que los mandatarios de Oaxaca, Chiapas y Guerrero se unieron para combatir la marginación a través de lo que llamaron el Programa del Sur, que busca elevar a la media nacional los niveles de educación, salud, vivienda e infraestructura de estas entidades, y para lo cual se requieren unos 12 mil millones de pesos en 2008. Entre todo esto se destaca el combate a enfermedades como el dengue, asociada con la pobreza.

Desde El Bajío también llegaron las quejas contra los jarochos, así que desde ahora nos podemos considerar peligros biológicos ambulantes. Resulta que Veracruz no solamente es un excelente exportador de limones, café, energéticos y “mojados”, pues según un tal Javier Rivera Maya, oficial “matazancudos” de San Luis Potosí, los veracruzanos nos podemos enorgullecer de que también exportamos dengue a estados como Guanajuato: “En la huasteca potosina y de Veracruz estamos invadidos de mosco que transmite el dengue clásico y del hemorrágico, que es el más peligroso. De esos lugares viene mucha gente a León a comprar calzado, por lo que es seguro que alguien contagiado allá, vino y provocó el problema de salud”, señaló el tal Javier. (Recordemos que el dengue no se contagia de persona a persona; quien no ha padecido dengue tal vez desconozca que junto con los dolores y la fiebre característicos de esta enfermedad, se presentan unas ganas irrefrenables de comprar zapatos, y venciéndola, uno hace lo posible por satisfacer esta necesidad, y si es en León, pues qué mejor; esto tal vez explique la “acertada” teoría y la seguridad con que el señor Rivera Maya hizo sus declaraciones).

La verdad es que mientras hay una como paranoia institucional de que Veracruz es culpable de todos los males de salud en otras entidades, desde acá remitimos la culpa a “Chilangolandia” por su pésimo sistema hidráulico que hizo desbordar al río Pánuco en el norte de la entidad; tuvimos que admitir al menos cuatro municipios del sur con brotes de dengue debido a las recientes inundaciones; en total, en todo Veracruz se reportan cerca de tres mil 500 casos, según el subdirector de Prevención y Control de Enfermedades de la Secretaría de Salud estatal, Alejandro Escobar Mesa.

Según informes, señaló que tienen registrados brotes de la enfermedad en Alvarado, Coatzacoalcos, Minatitlán y Nanchital. En el puerto de Veracruz, el ayuntamiento reporta unos 100 casos de dengue clásico y aproximadamente 75 casos del hemorrágico en lo que va del año. En el norte de la entidad, donde han pegado con todo los huracanes, no se descarta que pueda haber un incremento en los casos de dengue en la región, afectada por los desbordamientos de los ríos y anegamientos.

No sólo es privativa la crisis en climas calurosos; es reciente la inclusión de brigadas contra el mosco del dengue en zonas de clima frío y donde el desarrollo del Aedes Aegypti era nulo. De un par de años para acá, y con los cambios climáticos tan extremosos que se viven en la zona montañosa de Xalapa y Coatepec (ahora hay calores que los habitantes de antaño ni sabían que existían), resulta que el mosco transmisor se adaptó perfectamente al clima y está dando su batalla en colonias y congregaciones de estos municipios.

En el sur la situación es más grave. Se cuenta una baja en la guerra contra el dengue, y es lamentable la muerte del empleado de Protección Civil de Agua Dulce, Julio César Jiménez Martínez, a consecuencia de un avanzado dengue hemorrágico, el pasado domingo 30 de septiembre. Esto pese a que a mediados de septiembre se enviaron desde la Secretaría de Salud cinco brigadas motorizadas con 28 “abatizadores” porque las autoridades locales ya habían detectado la emergencia sanitaria.

Pese a todo, Jiménez Martínez falleció y no es concebible que no se le haya detectado a tiempo dicha enfermedad pese a los síntomas. Según versiones, el viernes 28 había llegado a trabajar sintiéndose mal de salud, por lo que se dirigió a la clínica del Seguro Social para recibir atención médica, pero en ese lugar las enfermeras le dijeron que no podían atenderlo y se retiró. Se fue a descansar a su casa sin tener conocimiento de que se encontraba muy enfermo pese al dolor de cabeza y cuerpo. Sin embargo, el sábado 29 el estado de salud del joven empeoró y acudió de nuevo al Seguro Social mostrando ya mostraba manchas de sangre en la piel y vomitando sangre.

Nuevamente incapaces, la clínica pidió el apoyo a la Cruz Roja para que fuese trasladado a Coatzacoalcos, pero falleció en el trascurso de la mañana de ese domingo: su enfermedad estaba muy avanzada. Sus familiares indicaron al periódico choapense DIARIO PRESENCIA que “Julio en menos de cinco días perdió la vida, ya que cuando tuvo los primeros síntomas fue trasladado al Seguro Social de esta ciudad en donde sólo estuvo internado por unas horas y después le dieron de alta sin diagnosticarle la enfermedad”.

¿En verdad están preparadas las clínicas y hospitales para este mal? En el Hospital de PEMEX de Minatitlán, que se supone de los mejores en la región, posponen cirugías argumentando otras urgencias, como si no hubiera personal médico para atenderlas. ¿Qué no pasará en clínicas del Seguro Social, ISSSTE o de SSA en las pequeñas comunidades? ¿En cinco días se puede morir la gente por una enfermedad que se supone controlable?

Con la muerte de este empleado de una dependencia para protección de la ciudadanía, viene la ironía: la venganza del zancudo asesino va más allá de la vulgar discriminación.

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