23 de mayo de 2011

Mono Blanco no tenía razón



Pablo Jair Ortega - pablojairortegadiaz@gmail.com.- ¿En qué momento Pánfilo se creyó eso del fin del mundo? Creyó verlo en el final de los Expedientes Secretos “Equiz”, donde decían que los mayas apocalípticos, sin nada que hacer más que preocupar a los del mañana, cuándo era el fin de la humanidad.

Pero de repente le adelantan a uno el fin del mundo y resulta que lo que estaba planeado para el 2012 se tuvo que acelerar, hacer lo más pronto posible, con lo que hay al alcance. Así como van las cosas, el fin del mundo vino a descomponer muchas cosas.

Pánfilo, siempre inmerso en la fiaca y vestido con una trusa, suponía entonces que habría que decirle que la amaba a María. Que pese a todo, que con todo, para todo, de todo, ella era su verdadero toloache. Su más bello apendejamiento: que la amaría con todos los poemas de “Borgues”, el gran premio Nóbel.

Pánfilo era medio poeta, así que pensaba escribirle los versos más tristes de esta noche previa al fin del mundo. Su infaltable Jack a la mano. Su “aypat” que nadie cree que le regaló su abuelo generoso y que corresponde a un tour xalapeño.

Pero lo poeta también da hueva de nácara, como la que una vez Pánfilo dejó regada desde la boca en algún lavamanos de Cárdel.

Tomó a su gata Jacqueline (su madre, al igual que la de Estíbaliz Chávez, admiradora de Lady Diana, también era fanática de la Onassis) y la llevó a su azotea de siempre para recibir la última energía solar antes del fin del mundo. Si bien no había una pirámide que compartir con una bola de ígnaros, la azotea haría lo propio.

Pero, no masques, cuñao… Ta perra la calor… Ta perro el sol… El clima no es apto hacerle al suicida comodino, resignado a ver de frente caer los meteoritos, la lluvia de llamas, a sodomitas desesperados, jinetes del Apocalipsis cabalgando como gobernadores priístas. Chingao, dan ganas de ver cómo poco a poco van pasando por las armas todos los políticos, para que en su justa dimensión sintieran el gran tridente.

Arriba, “Stairway to heaven”, muy ad hoc para esta ocasión tan especial. Chance y sea cierto eso que dice el cura Melo sobre que si uno se arrepiente se va al cielo. Pánfilo fue ateo toda su vida, gracias a Dios, a la Virgencita y a los Santos, amén.

Pero en esas horas últimas, escasas, tomó La Biblia, se puso a leer como loco, compró un crucifijo de esos gigantes y purificó con fuego, como hacían los santurrones, sus libros “El maestro y Margarita”, “La Biblia del Diablo”, los que hablaban de Yunes, por aquello del Blue Demon; el de Lazlo Moussong que hablaba de vampiros; las películas de Hellboy, El Día de La Bestia, y Bestia Salvaje por si las moscas. Eliminó de su “Aypat” (les juro que es regalado por su abuelo) “Sympathy for the Devil”, aunque es su rola favorita de sus satánicas majestades, Los Rolling Stones.

Si es el fin del mundo, muy pocos quisieran estar con el diablo.

Pánfilo también lloraba porque no vería a sus Pumas ser campeones, tener su última gripa inoportuna. Se retacó de Coca Zero con Jack, tacos de doña Efi y fue a la parroquia más cercana para notificar que ya creía en Dios y el Paraíso.

La diabetes y el colesterol se pueden ir a freír espárragos. Total ya es el fin del mundo. Harto cigarro y licor para dañar lo que queda de las últimas horas de un cuerpo humano resignado a ser aniquilado por voluntad espontánea del universo.

Pero tampoco podría perder la oportunidad de disculparse con todos y todas, chiquillos y chiquillas, por todas las maldades que haya hecho, haiga sido como haiga sido. Tal vez en la otra vida.

El fin del mundo tampoco nos dejaría ver si el PRI regresaría a Los Pinos, y cuyo presagio está más ligado al infortunado 2012. No veríamos los bailes de Moreira, a Eruviel derogando el IETU; no veríamos otras de las andanzas del Peje. No veríamos si la guerra que no es guerra, pero tiene 40 mil muertos, finalmente acabaría y sin saber quién ganaba. No sabríamos si El Chapo era algo así como un producto de nuestra perversa imaginación.

A estas alturas, ya se puede contaminar todo. Hacer del 1 y 2 en cualquier banqueta. Tirar botellas de plástico donde quiera, porque, carajo, se acaba el mundo.

Si tiene algo que decirle a la persona que más odia o quiere matar a alguien, hágalo con confianza. Total, ya se va a acabar el mundo. Si en ese momento quiere gritar que le gusta su mismo sexo, hágalo. Ya se va a acabar el mundo.

Sábado. Seis de la tarde. Esto del mundo no se acaba.

Mono Blanco no tenía razón.

A todos nos han engañado, y Pánfilo empieza otra vez a ser ateo, gracias al fin del mundo que no llegó.

A estas alturas, ni se hubiera enterado del fin del mundo. Dormido en la hamaca, infectado de moscos, Pánfilo soñaba con ella como si en realidad este sábado, este único sábado, le hubiera arrebatado el sueño pensando en ella.

Un último día que resucitó como si nada en las horas siguientes…

¡Éjele, se la creyeron! El mundo no se acabó…

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