Pablo Jair Ortega
pablo.jair.ortega@gmail.com
Por un momento imagine usted, señor alto funcionario, secretario de despacho y periodista capitalino, un lugar donde en pleno 2008 no hay ley (no debe ser difícil viviendo en México). Una verdadera jungla donde sobrevive el más fuerte, el más apto, el depredador más tenaz.
Un lugar donde pasaron las huestes de la revolución y ahí se quedaron a vivir, sobre todo en las zonas más rurales: hombres que apenas bajan del caballo para ir al baño, verdaderos centauros, armados, que entran a la fuerza a los jacalitos para irse a robar a una mujer casi niña. Si no es por una mujer casi niña, entonces pueden pelear por terrenos o ganado, así sea la parte más mínima: un parcelita de cinco por cinco, una gallina. Pero en todos los casos, hay por lo menos un muerto, alguien de la familia que sale en defensa, o alguno de los agresores.
Otras veces se trata de venganzas: hay historias que tienen años y pueden ser los hijos de los hijos de los hijos quienes buscan restaurar el honor y la reputación de su familia. Llegan, disparan, se enfrentan contra quien ofendió al padre, a la madre o a los tatarabuelos. El chiste es lavar la injuria con sangre de la generación presente.
Imagine también tropeles de gente armada como las que vemos en las películas que pasan en el canal Cine Mexicano por Cable, y pensamos que así era antes, cuando no existía ni la tele; creemos que así andaban en los tiempos que se escribieron las historias de los hoy legendarios corridos; son gavillas al más puro estilo de las radionovelas como el “Ojo de Vidrio”, o las mismas que se enfrentaron en las películas como “Martín Corona” a Pedro Infante.
Tome en cuenta que andar armado es algo común en el campo; y no sólo por los retratos pintorescos que se describen en los párrafos anteriores, pues ahora, con los tiempos modernos, y sobre todo por lo geográficamente estratégico que es el municipio de Las Choapas (hace frontera con Tabasco y Chiapas, un territorio apto para el tráfico de indocumentados, droga y armas), ya nadie quiere estar sin la seguridad de portar una pistola al cinto, una escopeta al hombro, por si las moscas, como los luparas en Sicilia. Más cuando la cabecera y su cuerpo de policía no pueden cubrir en su totalidad a todo el territorio municipal, ya sea por la escasez de elementos policiacos, o por lo incomunicado que están varias comunidades.
Aquí es paso obligado de la droga y de los indocumentados que provienen de Centroamérica. A la falta de férrea vigilancia, las gavillas, los “polleros”, los narcotraficantes y los que quieren llegar a los Estados Unidos, tienen un territorio enorme para ellos solitos, pero a la vez es un campo de batalla de todos contra todos: principalmente es la delincuencia organizada contra quienes buscan cruzar el país.
Existen comunidades como Francisco Rueda, en medio de Las Choapas y Huimanguillo, Tabasco, marcadas por el narco y las ejecuciones; conocemos tal lugar por accidente, cuando andábamos como turistas perdidos en la búsqueda de la laguna de La Pomarosa; estábamos en medio de lo que era un pueblito fantasma, pero con camionetotas Cherokee y Suburban del año… No me acuerdo qué año era, pero fue hace poco, iba en la preparatoria; el chiste es que eran automóviles utilitarios de los más recientes en su momento.
Así nos lo dijo una viejita que se acercó a nosotros, y que salió de una casa azul hecha de lámina. No sabemos si a manera de advertencia o de preocupación. Palabras más o palabras menos, nos pidió que nos retiráramos porque estábamos en un lugar peligroso.
Así, como Francisco Rueda (pese a que está más en territorio tabasqueño), muchos poblados de la región prefieren ir a Las Choapas; en las calles de estas comunidades se aprecian circular algunos vehículos “casi todos con placas de la entidad de Veracruz”, apunta un reportaje del diario Tabasco Hoy.
Basta entender que Las Choapas es el primer punto en Veracruz donde los indocumentados –hombres y mujeres– se enfrentan con su triste realidad: vejaciones, abusos hasta por parte de la misma policía; son asesinados, golpeados, violados, tirados a las vías del tren; obligadas las mujeres a ejercer la prostitución. Ahora se enfrentan a una nueva problemática más grave: son secuestrados por bandas organizadas en Las Choapas, Coatzacoalcos, o en Tierra Blanca, llevados a casas de seguridad, y desde ahí les llaman a sus familiares en Centroamérica o los Estados Unidos para pedirles dinero a cambio de dejarlos ir en libertad. Todavía tienen que enfrentarse a la mentada Mara Salvatrucha.
Los indocumentados entrevistados a lo largo de años en esta profesión, coinciden en un punto: el problema no es pasar a Estados Unidos, sino atravesar México.
Las Choapas es un lugar donde en menos de 8 años, quemaron dos veces el Palacio Municipal, y lo han tomado decenas de veces; hasta este lugar llegó Rigoberta Menchú, sabedora del gran legado indígena local. Esa vez atestiguamos como casi todos los actores políticos de la región le hicieron desesperantes peticiones, en búsqueda de una esperanza para cambiar la realidad choapense: la premio Nóbel era visto algo así como Santa Clos o embajadora de Diosito.
No hay nada extraño lo anterior: ser autoridad municipal es quizá una de las labores más difíciles en Las Choapas; se enfrentan cotidianamente a las pasiones desbordadas de los sectores campesinos e indígenas, mismos que viven una difícil situación social y por eso son presa fácil de acaparadores políticos: los convierten en la famosa carne de cañón, los perfectos soldados que sin chistar son capaces de golpear a un presidente municipal o hasta lincharlo sin cuestionarse por qué lo hacen. Basta con recordar a los muertos, como el regidor Alfredo Pérez Juárez.
Este lugar es una de las trincheras más violentas, como varias que existen en Veracruz: Isla, Playa Vicente, Tezonapa, Tierra Blanca, Tuxtepec. Lugares marcados por la presencia neta del narcotráfico.
Es difícil apreciar todo esto viviendo en Xalapa, sentado cómodamente en un escritorio, climatizado, tomando el clásico cafecito; es muy fácil opinar con desconocimiento de causa, porque en la capital veracruzana las manifestaciones son “light” (últimamente les mandan a los policías y madrean a los manifestantes en la carretera antes de entrar a la ciudad); además, en Palacio de Gobierno festejan las llegadas de los “líderes agrarios”: a César del Ángel, de los 400 Pueblos, casi lo tienen en pedestal con veladoras.
Aquí sería imposible pensar en gavillas como las que existen en la jungla, en ese reducto del sureste. Habría que estar ahí para entender la tensión.
Sin duda México es surrealista, tal como apuntó André Breton… ¿Habrá ido también a Las Choapas?
2 de abril de 2008
1 de abril de 2008
La señora los exhorta mucho que se alimenten bien o se vayan
En este primer video, aquí escuchará de la melodiosa voz de esta señora oriunda de Sinaloa proponiendo una solución para la hambruna mundial
Y por si no les quedó claro, entonces aquí una solución para irse a un lugar a reflexionar
Y luego dicen que los jarochos, que los de Alvarado...
Y por si no les quedó claro, entonces aquí una solución para irse a un lugar a reflexionar
Y luego dicen que los jarochos, que los de Alvarado...
Pa´que sepan quién es el mentado Sérpico
Pa´que sepan quién es el mentado Sérpico, y no tiene nada que ver con el torturador argentino Ricardo Miguel Cavallo
Francisco Vincent Serpico (n. 14 de abril, 1936) es un oficial de policía retirado del Departamento de Policía de Nueva York (NYPD) quien ganó fama en 1971 como el primer policía en declarar como testigo en juicio en contra de la corrupción policiaca.
Infancia y juventud
Serpico nació en Brooklyn, el hijo menor de inmigrantes italianos de Marigliano, en la Provincia de Nápoles, Campania. Sus padres fueron Vincenzo y Maria Giovanna Serpico. A la edad de 18 se alistó en el Ejército de los Estados Unidos y pasó dos años en Corea del Sur. Luego trabajó como un investigador privado a la vez que como un joven consejero mientras atendía al colegio. Sin embargo salió adelante.
Serpico en los medios
Serpico, una biografía por Peter Maas, vendió más de 3 millones de copias. Fue adaptada para el cine en la producción de 1973 titulada Serpico, dirigida por Sidney Lumet y protagonizada por Al Pacino en el papel principal. En 1976 David Birney protagonizó a Serpico en una película para la televisón titulada The Deadly Game, transmitida por NBC. Esto condujo a una serie de televisión de corta vida Serpico emitida por la misma cadena de televisión.
Enlaces externos
Página oficial de Frank Serpico
Blog de Frank Serpico
Francisco Vincent Serpico (n. 14 de abril, 1936) es un oficial de policía retirado del Departamento de Policía de Nueva York (NYPD) quien ganó fama en 1971 como el primer policía en declarar como testigo en juicio en contra de la corrupción policiaca.
Infancia y juventud
Serpico nació en Brooklyn, el hijo menor de inmigrantes italianos de Marigliano, en la Provincia de Nápoles, Campania. Sus padres fueron Vincenzo y Maria Giovanna Serpico. A la edad de 18 se alistó en el Ejército de los Estados Unidos y pasó dos años en Corea del Sur. Luego trabajó como un investigador privado a la vez que como un joven consejero mientras atendía al colegio. Sin embargo salió adelante.
Serpico en los medios
Serpico, una biografía por Peter Maas, vendió más de 3 millones de copias. Fue adaptada para el cine en la producción de 1973 titulada Serpico, dirigida por Sidney Lumet y protagonizada por Al Pacino en el papel principal. En 1976 David Birney protagonizó a Serpico en una película para la televisón titulada The Deadly Game, transmitida por NBC. Esto condujo a una serie de televisión de corta vida Serpico emitida por la misma cadena de televisión.
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31 de marzo de 2008
PEMEX: échale la culpa al muerto
Pablo Jair Ortega
pablo.jair.ortega@gmail.com
En medio de una propaganda que nos trata de lavar el cerebro con el asunto del “tesoro en aguas profundas”, se da nuevamente la muerte de un trabajador de Petróleos Mexicanos en su división Petroquímica. Se trataba de Róger Hernández Matus, de 43 años de edad, originario de Agua Dulce, y quien falleciera por la explosión de un tanque de almacenamiento de benceno.
Las causas, aún sin determinar, han llevado nuevamente a la empresa al ojo del huracán. Si bien es un desafortunado accidente en el que pierde la vida un trabajador, lo que nunca queda claro en la mayoría de las investigaciones es si hubo responsabilidad por parte de alguien, al igual que tampoco hay una presión por parte del sindicato petrolero para que se esclarezcan estas tragedias.
El caso que nos ocupa es el desamparo que tiene la verdad histórica con accidentes lamentables como el del pasado miércoles 26 de marzo, donde murió Roger. En las primeras versiones, se habla de que los directivos indicaban que la explosión se debió a que el obrero portaba un celular (que está prohibido en áreas industriales por el factor explosividad), pese a que Hernández Matus era conocido por ser de los pocos obreros que andaba pidiéndole a sus compañeros que no lo utilizaran en el área.
Pero otros cuenta una historia distinta al interior de la paraestatal, señalando un procedimiento que podría haber sido la causal del incidente: cuando se va a sacar una muestra a un tanque de producto, se utiliza un envase de vidrio; pero según disposiciones de los jefes, a los obreros los obligan a usar una reja metálica tipo canastilla para portar dicho envase; que entonces Hernández Matus estaba midiendo, pero hubo fricción de metal con metal y sucedió la explosión.
Si bien es cierto que por lógica los fallecidos (o alguno de ellos) al momento de una tragedia coadyuvaron o provocaron el incidente, lo que queda pendiente es quién los supervisa, quién los vigila, quién les ordena. Tienen como antecedente el caso de la explosión del buque Quetzalcoatl.
Se sabe que existen responsables y pese a lo delicado que resultan las situaciones como estas, se mantienen todavía secretos por el “bien” de la paraestatal: en el caso del Quetzalcoatl, trascendió por fuentes extraoficiales que un ingeniero ordenó cerrar las cortinas de agua que estaban protegiendo al momento de estarse soldando cerca de un tanque vacío (según los conocedores de seguridad industrial, ésta es la situación más peligrosa, por los vapores remanentes de productos). Que el procedimiento ya estaba terminándose, y por ahorrar recursos, fue que se dio tal orden con fatales consecuencias, al perder la vida siete personas.
Esto fue el 17 de octubre de 2006, y según la paraestatal, se rescindieron seis contratos de personal de PEMEX, “debido a que se encontró que habían tenido una responsabilidad en el accidente, y se aplicaron sanciones a otras cuatro personas involucradas”, según información del periódico El Universal.
De la misma manera, la fuente informa que se habrían generado 12 órdenes de aprehensión, según los resultados de la investigación realizada por la Procuraduría de Justicia del Estado, en la cual según el fiscal encargado del caso, Marcelo Ramírez Gopart, declaraba que: "Por los resultados de los peritajes, la declaración de los implicados y la información que recabó el Ministerio Público, no tenemos duda que el ciudadano juez soltará inmediatamente, por lo menos, 12 órdenes de aprehensión para castigar a los responsables del mortal accidente". Ahí mismo se dio a conocer que de acuerdo con las conclusiones de la indagatoria, el siniestro ocurrió por omisión y negligencia.
Vamos más hacia atrás: en abril del 2005, cuando se dio la muerte de 6 obreros de la compañía Reparaciones Navales y Petroquímicas, S.A., de C.V. al momento de reventar un ducto de amoniaco, se supo que los obreros estaban trabajando sobre una línea equivocada, ya que supuestamente trabajarían en una donde no estaba corriendo producto, pero alguien les señaló la que sí estaba activa y sobrevino la tragedia. ¿Quién les dijo donde no debían perforar? Un misterio.
Como siempre, los obreros son los que tienen que callar por temor a represalias; saben de la real situación al interior de la paraestatal, una muy distinta a la que se nos presenta como un PEMEX en crisis y de necesario rescate, cuando es sabido que existen miles de compañías privadas que se enriquecen con contratos que van desde la jardinería hasta trabajos de construcción y mantenimiento. Saben, y bien lo explican, que si no existieran estas rémoras al interior de la paraestatal, tal vez la realidad de PEMEX sería otra más favorable.
Pero además de las lucrativas ganancias que se realizan con los contratos de la paraestatal, lo que siempre queda en tela de juicio es si los cientos de obreros de compañías que son contratadas hasta para recoger la basura, tienen la preparación o el entrenamiento (ya aunque sea un trinche diploma) para llevar a cabo tareas dentro de instalaciones tan riesgosas.
Es así que los mismos obreros han entendido que la política extraoficial de la empresa para deshacerse de responsabilidades contra sus empleados de confianza, es echarle la culpa al muerto. Que ante el abandono del sindicato en su defensa y presión para esclarecer los accidentes, y una empresa que bien podría tomar represalias en caso de que se dañe su ya de por si deteriorada imagen pública, los trabajadores de PEMEX no tienen otra más que callarse y guardar silencio.
Sí, son remunerados los familiares de los trabajadores; se dan las compensaciones y los pagos de servicios funerarios: es lo menos que pueden hacer por exponer su vida diariamente; pero más allá de todo, y como para honrar a la memoria de estos caídos, también debería saberse de un castigo, de responsables, y no se trata de que se vea un circo mediático o que este autor esté clamando por sangre: es simplemente que no se vale que unos mueran por la incompetencia de sus jefes, “los ingenieros”, como los llama la flota obrera.
pablo.jair.ortega@gmail.com
En medio de una propaganda que nos trata de lavar el cerebro con el asunto del “tesoro en aguas profundas”, se da nuevamente la muerte de un trabajador de Petróleos Mexicanos en su división Petroquímica. Se trataba de Róger Hernández Matus, de 43 años de edad, originario de Agua Dulce, y quien falleciera por la explosión de un tanque de almacenamiento de benceno.
Las causas, aún sin determinar, han llevado nuevamente a la empresa al ojo del huracán. Si bien es un desafortunado accidente en el que pierde la vida un trabajador, lo que nunca queda claro en la mayoría de las investigaciones es si hubo responsabilidad por parte de alguien, al igual que tampoco hay una presión por parte del sindicato petrolero para que se esclarezcan estas tragedias.
El caso que nos ocupa es el desamparo que tiene la verdad histórica con accidentes lamentables como el del pasado miércoles 26 de marzo, donde murió Roger. En las primeras versiones, se habla de que los directivos indicaban que la explosión se debió a que el obrero portaba un celular (que está prohibido en áreas industriales por el factor explosividad), pese a que Hernández Matus era conocido por ser de los pocos obreros que andaba pidiéndole a sus compañeros que no lo utilizaran en el área.
Pero otros cuenta una historia distinta al interior de la paraestatal, señalando un procedimiento que podría haber sido la causal del incidente: cuando se va a sacar una muestra a un tanque de producto, se utiliza un envase de vidrio; pero según disposiciones de los jefes, a los obreros los obligan a usar una reja metálica tipo canastilla para portar dicho envase; que entonces Hernández Matus estaba midiendo, pero hubo fricción de metal con metal y sucedió la explosión.
Si bien es cierto que por lógica los fallecidos (o alguno de ellos) al momento de una tragedia coadyuvaron o provocaron el incidente, lo que queda pendiente es quién los supervisa, quién los vigila, quién les ordena. Tienen como antecedente el caso de la explosión del buque Quetzalcoatl.
Se sabe que existen responsables y pese a lo delicado que resultan las situaciones como estas, se mantienen todavía secretos por el “bien” de la paraestatal: en el caso del Quetzalcoatl, trascendió por fuentes extraoficiales que un ingeniero ordenó cerrar las cortinas de agua que estaban protegiendo al momento de estarse soldando cerca de un tanque vacío (según los conocedores de seguridad industrial, ésta es la situación más peligrosa, por los vapores remanentes de productos). Que el procedimiento ya estaba terminándose, y por ahorrar recursos, fue que se dio tal orden con fatales consecuencias, al perder la vida siete personas.
Esto fue el 17 de octubre de 2006, y según la paraestatal, se rescindieron seis contratos de personal de PEMEX, “debido a que se encontró que habían tenido una responsabilidad en el accidente, y se aplicaron sanciones a otras cuatro personas involucradas”, según información del periódico El Universal.
De la misma manera, la fuente informa que se habrían generado 12 órdenes de aprehensión, según los resultados de la investigación realizada por la Procuraduría de Justicia del Estado, en la cual según el fiscal encargado del caso, Marcelo Ramírez Gopart, declaraba que: "Por los resultados de los peritajes, la declaración de los implicados y la información que recabó el Ministerio Público, no tenemos duda que el ciudadano juez soltará inmediatamente, por lo menos, 12 órdenes de aprehensión para castigar a los responsables del mortal accidente". Ahí mismo se dio a conocer que de acuerdo con las conclusiones de la indagatoria, el siniestro ocurrió por omisión y negligencia.
Vamos más hacia atrás: en abril del 2005, cuando se dio la muerte de 6 obreros de la compañía Reparaciones Navales y Petroquímicas, S.A., de C.V. al momento de reventar un ducto de amoniaco, se supo que los obreros estaban trabajando sobre una línea equivocada, ya que supuestamente trabajarían en una donde no estaba corriendo producto, pero alguien les señaló la que sí estaba activa y sobrevino la tragedia. ¿Quién les dijo donde no debían perforar? Un misterio.
Como siempre, los obreros son los que tienen que callar por temor a represalias; saben de la real situación al interior de la paraestatal, una muy distinta a la que se nos presenta como un PEMEX en crisis y de necesario rescate, cuando es sabido que existen miles de compañías privadas que se enriquecen con contratos que van desde la jardinería hasta trabajos de construcción y mantenimiento. Saben, y bien lo explican, que si no existieran estas rémoras al interior de la paraestatal, tal vez la realidad de PEMEX sería otra más favorable.
Pero además de las lucrativas ganancias que se realizan con los contratos de la paraestatal, lo que siempre queda en tela de juicio es si los cientos de obreros de compañías que son contratadas hasta para recoger la basura, tienen la preparación o el entrenamiento (ya aunque sea un trinche diploma) para llevar a cabo tareas dentro de instalaciones tan riesgosas.
Es así que los mismos obreros han entendido que la política extraoficial de la empresa para deshacerse de responsabilidades contra sus empleados de confianza, es echarle la culpa al muerto. Que ante el abandono del sindicato en su defensa y presión para esclarecer los accidentes, y una empresa que bien podría tomar represalias en caso de que se dañe su ya de por si deteriorada imagen pública, los trabajadores de PEMEX no tienen otra más que callarse y guardar silencio.
Sí, son remunerados los familiares de los trabajadores; se dan las compensaciones y los pagos de servicios funerarios: es lo menos que pueden hacer por exponer su vida diariamente; pero más allá de todo, y como para honrar a la memoria de estos caídos, también debería saberse de un castigo, de responsables, y no se trata de que se vea un circo mediático o que este autor esté clamando por sangre: es simplemente que no se vale que unos mueran por la incompetencia de sus jefes, “los ingenieros”, como los llama la flota obrera.
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