18 de diciembre de 2007

Para encontrar la dichosa Casa de Piedra para el brindis con el gober…

Pablo Jair Ortega – pablo.jair.ortega@gmail.com.- Dormitando luego de una desvelada tremenda que la impaciente curiosidad nos provocó: anoche me enteré que Karl Marx, Sigmund Freud y Friedrich Nietzsche son los “maestros de la sospecha”; que Ludwig de Baviera quizás no estaba tan demente y que su castillo de Neuschwanstein es netamente fantasía; que Wagner era muy soberbio; y que existió un papá genio científico llamado Silvestre II, nombre de pila: Gerberto de Aurillac, que tenía una cabeza parlante a manera de oráculo.

Todo eso fue en la noche, cliqueando enlaces subrayados y en letras azules… ¡Ah! Confieso también que estaba trabajando sobre el portal que me da de comer.

Para no aburrirlos más con horas nocturnas inertes, de fría madrugada, les comentó que terminé de estarle viendo la jeta al monitor como a eso de las 7.30 de la mañana. Pero como a eso del mediodía de este lunes, recibo una llamada de mi director general César Vázquez Chagoya para decirme que había que acudir al brindis con el gobernador.

“Futa, chupar ahorita a mediodía… que hueva”, fue mi primer pensamiento somnoliento.

Me dispusieron de unos cuantos minutos para quedarnos de ver en un punto y de ahí partir hacia El Lencero, donde iba a ser el evento. Tengo que decir que a pesar de provenir de tierra caliente, me encanta el agua a alta temperatura, “Como pa’ pelar pollos”, diría un viejo amor. El asunto es que por el corto lapso disponible, tardé un poco más esperando a que se calentara tantito el agua… Y los “fonazos” del “lic” para decirme que ya estaba en el lugar, y yo con el jabón en las orejas. Aún con las prisas, me tomé los momentos mínimos para medio afeitarme, medio peinarme, medio secarme, y salir en busca del desesperado dueño del Jeep Liberty.

- Te hubieras bañado con agua fría- fue su consejo.

Todavía a tiempo para la cita de la una de la tarde en un lugar conocido como Casa de Piedra. Es allá en El Lencero, por la entrada a Xalapa, región conocida porque ahí está asentada la Academia de Policía, y sobre todo por la hacienda que perteneció a su Alteza Serenísima Antonio López de Santa Anna, uno de los tantos puntos turísticos que visitar en la zona.

Ahí vamos rumbo a la hacienda y nada… Ni un vehículo ni las vagonetas que regularmente se ven en los actos de Comunicación Social. Seguimos en el camino, y llegamos hasta donde están unas caballerizas de Seguridad Pública, donde también hay un cementerio de patrullas. Lo lógico: preguntarle a quienes hacían talacha por ahí, en dónde quedaba la mentada “Casa de Piedra”.

- ¿Casa de piedra?- contestó un uniformado con extrañeza, quien a la vez preguntó a sus compañeros si acaso existía eso… “No… pues, no… La verdad, no”.

Total que ante el desconocimiento, nos acercamos a otro portón, negro y gigante, que albergaba un “auditorio”, edificio color blanco, con unas gentes adentro que tampoco sabían de la dichosa “Casa de Piedra”.

Para no hacerle más al tonto, pues fuimos a la primera tienda de abarrotes para saber dónde era la mentada casa. El tendero dio una explicación medio enredada, pero a veces habemos seres humanos que preferimos aparentar que entendimos para que no nos crean tan zopencos. Con la explicación dada y medio entendida, entendí que había que salir de nuevo a la carretera y buscar unos letreros que dijeran “Casa de Piedra”.

Y así fue, saliendo a carretera, ahí había unos carteles guiando hacia el evento. Ahora lo hicieron más lejos: el año pasado fue en la hacienda de La Orduña, en Coatepec, lo que nos daba la ventaja de estar más cerca.

Por un sinuoso y largo camino (sí, como la rola de McCartney) llegamos a unos campos con unos sembradíos medios raros… Lo admito: se me cebó la curiosidad por la desvelada y nunca pregunté que sembraban ahí, que estaba tan misteriosamente tapado con unos hules grises. Al fin ubicamos la “Casa de Piedra”, junto a unas instalaciones de PEMEX.

Afuera del lugar, varios compañeros hacían plática mientras esperaban el arribo del gobernador. Ahí saludamos al Betogato y a don Mario Chama. También a los fotógrafos Toño Palacios y Miguel A. Carmona. Ya adentro, Vázquez Chagoya recibió las felicitaciones por parte del gremio y los políticos ahí reunidos, sin duda por su periodismo “barato y primitivo”, como así lo calificó nuestro flamante secretario de Educación, quien por cierto, resultó ser más sano que mi abuelita.

Al interior, los primeros saludos de la banda de EnlaceVeracruz212 fueron hacia los columnistas Quirino Moreno y Pompeyo Lobato, así como hacia el director de Comunicación Social del Gobierno de Veracruz, Alfredo Gándara.

Presencia muy nutrida de colegas: desde el puerto de Veracruz ahí estaban el fotógrafo Martín Lara Reyna y el locutor de noticias Manolo Victorio. En la terraza, Héctor Lechuga, el popular comediante que se inmortalizó con su sección “Barriendo la Noticia”, al lado del ex diputado local y hoy empresario periodístico Alejandro Montano Guzmán. Otros propietarios de medios presentes, fueron el licenciado José Luis Poceros, a quien tuvimos el gusto de saludar, al igual que al “lic” Edel Álvarez Peña y su hermano Lorrimer.

Muchas caras famosas, aunque no tengo el gusto de conocerlos personalmente, como la gente de Televisa Veracruz, con los conductores estelares Rogerio Pano y Eloisa Maasberg (todavía más guapa en persona, dicho sea con todo respeto), así como sus corresponsales en Xalapa. Presentes también Andrés Hondall, director del semanario Proyectos Políticos; el fotógrafo Ramón Uribe, de la agencia Multigráfica; la columnista Miriam Magaña, quien llevó a su hija, y también comentó que no ubicaba el lugar y andaba extraviada por los mismos rumbos de nosotros previamente. Saludamos también a al conductor del noticiero “Contacto Informaivo”, Mario Lozano Carbonell, quien nos presentó a su coordinadora de información, Edith Mendoza.

Llegó el gobernador, y lo de todos los años (Ja ja ja, perdonen ustedes, pero me cae que se ve chistoso): se hace una comparsa a su alrededor entre fotógrafos y camarógrafos que no lo sueltan ni un segundo. Si el “gober” se desplaza a la izquierda, ahí van todos para esa dirección; si se mueve para atrás, ahí van todos a seguirle. Es como en el juego de niños que cada año, en cada brindis, deberemos bautizar “Fidel dice…” en lugar de “Simón”.

Como es costumbre, el mandatario pasó a saludar a cada uno de los presentes. La despedida fue inmediata luego de las fotos con el gobernador. Visita casi de doctor: tardamos más en encontrar la dichosa “casa de piedra” (por cierto, lugar donde eran las caballerizas de su Alteza Serenísima), que en dar el brindis, el cual finalmente, no escuchamos porque ya íbamos de salida.

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