20 de diciembre de 2007

Ah, ¡Qué mi querido cardenal!

Pablo Jair Ortega - pablo.jair.ortega@gmail.com.- En verdad no quería escribir del tema, porque la idea era descansar este diciembre (desde mediados de octubre) luego de las jornadas de titulación que todavía no acaban. Esta columna sin bautizar pensaba reescribirse a finales de diciembre, principios de enero, pero una declaración en los noticieros me obligó a retomar el teclado.

Se trata de un príncipe de la iglesia desatado en sus expresiones: el cardenal Norberto Rivera, quien dijo que existen "verdaderas prostitutas, verdaderos prostitutos de la comunicación que deshacen la fama de los demás", en referencia a periodistas. Poco sutil su comentario, y no faltarán varios "Rubén Aguilar" que se encarguen de interpretar lo que el dirigente religioso quiso decir.

De hecho, según el portal informativo de la cadena UNIVISION, se justificó ante los medios presentes al momento "que no se refería a todos los reporteros, sino a los que generalizan las actividades ilícitas de algunos sacerdotes".

De entrada, no se trata de atacar al cardenal por mera muina. Este servidor respeta mucho la fe, porque trato de no ser dogmático (a diferencia de la Iglesia Católica) y pensar que la mejor solución a los problemas de este mundo no es perseguir a la gente por creer en Dios. Se respetan todas las creencias, porque sentimos que la tolerancia es uno de los más altos valores, y ese respeto al derecho ajeno -como lo diría Benito Juárez- es nuestra paz.

Para nada: no hay intenciones negras. Habrá quienes se encarguen de difamar al máximo dirigente católico de México; quienes le señalen por odio, por su manera de conducirse como político, y vaya que lo es. Pero para eso tiene a los reaccionarios que lo enfrentan constantemente en la Catedral. Aquí se trata de los términos "prostitutas" y "prostitutos", que según el Diccionario de la Lengua Española, editado por la Real Academia Española, es la " persona que mantiene relaciones sexuales a cambio de dinero".

En el caso de los varones, pues creo que el insulto se resbala, pues se entiende que entre hombres (porque debajo de esa ostentosa sotana se supone que hay uno) nos aguantamos como machitos las ofensas, sobre todo en este medio de tanta grilla. Lo que no se vale es que en aras de un mensaje cobardemente abierto (de esos de "se ofenderá el que le quede el saco"), Norberto Rivera asevere que existan prostitutas mujeres dentro del gremio.

Vaya, el patriarca católico quiso señalar sin precisar que en el medio periodístico existen hombres y mujeres que venden su cuerpo en aras de la pachocha y el chisme, quizás en contestación a los señalamientos también abiertos de pederastia en la Iglesia Católica, entre los cuales se incluye a su persona como protector de estos curas pervertidos.

Al igual que el cardenal Norberto, yo no generalizaría, pues he conocido sacerdotes que demuestran lo contrario de la mala imagen de la Iglesia Católica.

Sólo que si se trata de entrar a ese juego de señalar tan agresivamente, entonces recuerdo que en Tehuacán, Puebla, nos comentaban sobre gente cercana al entonces obispo del lugar, Norberto Rivera, que constantemente lo veían consumir alcohol, siendo esta una de sus aficiones cotidianas. Que el hedor era común entre sus más cercanos colaboradores y así se la pasaba oficiando.

Al menos se sabe que el señor no es un alcohólico crónico, aunque tal vez sí un bebedor social. La cosa es que si se trata de hacer señalamientos a la ligera, no nos cabe la menor duda que este será el nivel del debate que el propio cardenal provoca, y si bien nos puede llamar "prostitutos y prostitutas", entonces el máximo jerarca católico en el país, bien podría aguantar que le digamos "borracho".

Es extraño: por lo regular el católico, pese a sus formas conservadoras, sabe manejar muy bien la cuestión de los medios de comunicación, interviniendo sutilmente en la vida política del país y sobre todo con un gobierno de derecha que lo apapacha; al menos con el presidente Fox, no nos quedó duda que los que mandaban en el país era el Papa, su representante en México y el cardenal Norberto… y desde luego Diosito.

Esta vez, quién sabe, pero quizás las neuronas no conectaron y al cardenal se le salió tremenda comparación. Es comprensible su enojo ante la mala imagen que se atañe a la Iglesia Católica, pero de veras ¿los medios tienen la culpa?

Digo, si bien es cierto que es una exageración decir que toda la Iglesia y fe católica es mala por algunos curas pederastas, el cardenal también debería comprender que desgraciadamente vivimos con nuestros pesares en el gremio periodístico, teniendo que apechugar (¡Oh, resignación!) que existen seres como Fabiruchis, Pepillo, Bisogño y cuanto periodista "barato y primitivo" (¡Oye, mi perico, eso se oye chido en verdad!) que de plano, dan pena. Ni modo. De todo hay en la viña del señor.

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