5 de agosto de 2008

Sueño Azteca

REGRESE PRONTO, PORQUE VA A HABER FOTOS, ¡OH, SÍ, HERMANO´, HERMANA!

Pablo Jair Ortega -
pablo.jair.ortega@gmail.com.- Era una hermosa madrugada de canícula. Los mosquitos revoloteaban entre la maleza, las luciérnagas también. Era un buen día para viajar. El cielo se tornaba rojizo, como las manzanas que de niños nos daba la abuela. Las nubes rosadas parecían algodón de azúcar.

Luego entonces, ante una hermosa mañana que nos deslumbraba a los sureños, un grupo de hermanos centroamericanos decidió emprender un viaje mágico y misterioso entre la tierra mexicana… ¡Oh sí! Vieron llegar el camión que los llevaría por las perfectamente bien construidas cintas asfálticas que hay en este bello y tranquilo estado donde todo es amor.

Los recibe un chofer de notable educación inglesa: puntualidad, amabilidad, servicial. Pulcro hasta la punta de los zapatos bostonianos.

El camión tenía clima, porque aunque el calor es una bendición, no hay que abusar tanto de ese bálsamo salado que sale del cuerpo. De igual manera, los mullidos asientos de seda china que llevaban a los pasajeros, son tipo cama, para mayor comodidad. A bordo hay servicio de te Earl Grey, café gourmet achocolatado de Coatepec, smoothies para los más pequeños, y aguas frescas de todos los sabores.

Los baños, obviamente, están divididos según el género. Dentro todo es hermoso: el espejo es hermoso, el excusado es hermoso, el papel es reciclado y también hay bidet. Mientras uno espera, puede escuchar un catálogo que va desde Las 4 Estaciones de Vivaldi, hasta el último hit reggeatonero.

El camión toma su rumbo por un camino negro como el azabache. Está bordeado de orquídeas; pasan por un arco hecho de ave de paraíso y tulipanes. En su camino se encuentran con ángeles guardianes. Guían a nuestros amigos, sonrientes, mariposean al mismo tiempo que acompañan al camión verde turquesa por las veredas. Mientras, les arrojan caramelos de dulce de leche, mazapanes y pan de dulce.

Los pasajeros reciben con alegría los regalos de los ángeles guardianes de Agua Dulce. Luego se estacionan un ratito para comer los dulces y allí decidieron retozar.

Esta escena fue tan comentada en el sur de Veracruz, que entonces todos decidieron unirse a esta felicidad. Muchos se trasladaron allí donde la dulzura del ser humano se derramaba a borbotones de miel.

Incluso, el secretario de Gobierno, Reynaldo Escobar; el secretario de Seguridad Pública, Sergio López Esquer; el procurador de Justicia, Salvador Mikel Rivera, y muchos hermanos más, decidieron trasladarse desde Xalapa, porque era maravilloso, hermoso, muy hermoso, espléndido, divino estar ahí con el camión turquesa.

Entonces era tan inspiradora tal fotografía, que todos a bordo de sus coches tomaron los caminos bordeados de flores, bañados con un sol sonriente que ya nos saludaba desde el rebosante cielo azul, tan inmenso con el mar.

Entre ellos iba un Corsa plateado como la luna. El compacto transcurría entre el mapa sureño, apurado a ver esa escena y es por eso que el tiempo era casi inerte dentro del automóvil. Viajaban al son de música angelical… Era tan hermosa la escena, ¡Oh, hermanos míos! ¡Como ver el pesebre navideño!

Todos se unieron en un viaje fraternal llamado caravana. Todos cantaban canciones inspiradoras: “All the leaves are brown… All the leaves are brown”…

El pequeño plateado es angelical y bonito. Es como el pequeño hijo de la camada, el elefantito que va de la cola de su mamá, los lobeznos que aprenden a aullar. Los leoncitos cuando juegan con su madre.

Y así como un cachorro es impetuoso --y antes de empezar a caminar, ya quiere volar-- dejó entonces que sus alas relucieran, y las agitó con tal fuerza que quienes lograron ver emprender el vuelo se quedaron boquiabiertos, porque en realidad parecía que iba a alcanzar el firmamento, con sus tiernitas patitas de hule al viento, y su lámina destellante al momento.

“¡Oooh! ¡Miren al pequeño Corsa!... ¡Está volando!”, dijeron los testigos asombrados por una escena más hermosa que la del camión turquesa.

Pero sus alas aún son muy chiquitas, y no es todavía posible alcanzar a tocar las estrellas… Siendo de día, era difícil que se vieran… Y entonces el pequeño plateado cayó como la pluma solitaria de un inocente pollito. Descendía con tal hermosura, en cámara lenta, que fue a caer a una batea con ángeles guardianes llena de pelotas multicolores. Uno de los ángeles incluso abrió el paso al tierno Corsa para dejarlo caer suavemente; el espíritu celeste que viajaba en la patrulla 184, cayó sobre un arbusto lleno de fresas, retozando también, sonriendo juguetonamente al ver como el pequeño Corsa caía sobre un colchón.

El ángel guardián llamado Gregorio Hernández, no pudo más que reír y reír y reír. Se agarraba la panza porque no dejaba de reír, mientras yacía en una cama de fresas y hojas verdes, y es que había retozado con el pequeño Corsa que lo empujó cariñosamente de la batea.

Los demás ángeles guardianes sonrieron, y siguieron cantando: “All the leaves are brown… All the leaves are brown”…

Una escena de lo más divina, todos con la sonrisa a flor de piel

P.D. ¿Así o más rosita?

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