24 de marzo de 2010

Lo que le falta al Tajín



Pablo Jair Ortega - pablojairortegadiaz@gmail.com.- Una semana en la zona arqueológica de El Tajín, a diez años de su creación, nos vuelve forzosamente a recordar lo que eran esos tiempos donde apenas el Internet nacía, el celular era novedad y las cámaras digitales eran como cosa de la Guerra de las Galaxias.

A diez años de la Cumbre Tajín, en ese entonces quisieron promoverla como el “Primer Equinoccio o Primavera del Milenio”, y tuvieron que renombrar porque la comunidad científica y académica hizo ver a medio mundo que el primer equinoccio y primavera eran en 2001.

En ese entonces, lo que entonces era la Sala de Prensa actual prácticamente no existía, pues más bien era un centro de cómputo que regularmente permanecía vacío; que las salas de redacciones tenían que ser trasladadas a los hoteles de Poza Rica para que entonces los periodistas pudieran transmitir a sus medios de información.

Era un despapaye entre viajar de El Tajín a Poza Rica, y ahí veía usted a los camiones ir y venir con los periodistas que les urgía mandar la información, todavía por fax, teléfono y computadoras de escritorio, porque el que tenía laptop, era algo así inalcanzable y fuera de este tercer-mundo.

A diez años, el asunto de la sala de prensa sigue siendo, pues… tercermundista. Aunque ya existe un espacio propio para que los reporteros puedan cómodamente instalarse en un área específica para realizar su labor, la realidad es que todavía el Internet pareciera que lo instalaran para que viaje vía mecate o que de plano se trate de un ciber de rancho.

Eso quizás fue lo que más fue el tache para esta nueva edición de El Tajín, y lamentablemente hasta parte de la tradición, pues la “red de redes” siempre ha sido una lata.

Hay quienes recuerdan cuando se iban a revelar fotografía a Poza Rica, y entonces encontrar un ciber café en Papantla de esos de tres o cuatro computadoras cuyo procesador es más lento que la cicatrización del alma. Que te topabas con algún imberbe que a duras penas le entendía al escáner, y al idioma de “resolución, pixeles, megas”, pero que ahí el ingenio periodístico tenía que salir a flote porque la información es y siempre será imprescindible.

Los caminos y señalamientos alrededor de la zona que rodea al parque temático y la zona arqueológica son casi nulos. Todavía se pueden apreciar los que dicen Tajín 2000, los que construyeron para la primera edición, pero destacaba más el hecho de que no había pendones o algo que adornara y señalara que usted se aproximaba al evento.

La carretera de igual manera deja mucho que desear. Hoyos, piedras, reparaciones en plenas curvas que causó un fuerte accidente en plena cumbre. Partes donde ni siquiera hay acotaciones para indicar topes o carriles, mucho menos en inglés, si la onda es impresionar al turismo extranjero.

Por cierto que en esta ocasión fue muy palpable la ausencia de extranjeros; contaditos los gringos o alemanes que andaban por ahí deambulando. Igual en el caso de la prensa: la mayoría del puerto, de Xalapa, locales o chilangos.

En fin, también muy obvia la ausencia de funcionarios importantes; ahí nos enteramos que el rector Raúl Arias Lovillo ni se ha parado en la Cumbre Tajín desde que asumió la cabeza de la máxima casa de estudios de Veracruz, o que el Nicho de la UV no luce como debiera.

De la presencia del secretario de Turismo, Ángel Álvaro Peña, ni sus luces. Pareciera más bien que los funcionarios encargados de áreas estratégicas como las de comunicación y turismo, estuvieron ausentes o presentes solamente cuando el gobernador y su esposa daban su vuelta por la zona.

Y así como hubo cosas criticables, bien por la organización en el área de Relaciones Públicas de Comunicación Social, con la participación destacada de Mario Robles. La comida fue otro punto a favor: en verdad que esta vez se lucieron para la comilona a la prensa. El último día, de plano a atascarse con el puré y las costillas.

Bien el asunto de seguridad: la venta controlada de cerveza no sólo en el parque temático o las ruinas, sino también en los alrededores. Fuera del parque y de un Modelorama frente a la zona arqueológica, la venta de cerveza fue regulada con horarios estratégicos intercalados y no después de la media noche, para evitar que se desbordaran los ánimos.

En el concierto donde estuvieron Natalia Lafourcade, La Maldita Vecindad y Plastilina Mosh hasta se detectó que alguien no se aguantó las ganas y prendió su churrito para alucinar, pero fue intervenido inmediatamente.

Por cierto que en el Nicho de la Música (recinto de los conciertos) una traba principal para los fotógrafos fue la instalación de una molesta grúa de Radiotelevisión de Veracruz que a la de fuerzas se atravesaba como para fastidiar nomás adrede. Se entiende que ellos realizan su trabajo, pero también uno hace el suyo y merece el mismo respeto aunque no sea el medio oficial del estado.

Por cierto que los intervalos entre concierto y concierto duraban una eternidad. Para esperar al siguiente artista era entre media hora y una completa para que los señores de audio, tramoyistas, jalacables, etc., pudieran terminar de acomodar, afinar y medir los niveles de audio. Los conciertos se extendían hasta las 3 o 4 de la mañana, innecesariamente.

En fin, la Cumbre Tajín que cumple su década en tiempos modernos y a poca distancia de lo que era el periodismo de la vieja guardia, todavía tiene detalles que componer. Sin duda cada año se planea mejor, y se espera que las ediciones que vengan sean precisamente así: mejores.

Digo, Fidel continuó lo que Alemán empezó. Llegue quien llegue, tiene que hacer lo conducente.

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