29 de diciembre de 2010

Tras los pasos de Ruiz Cortines






Pablo Jair Ortega - pablojairortegadiaz@gmail.com
Fotos: David Fernández


---Saco la cacariza-- quizás dijo Don Adolfo al iniciar la partida
---Para pito la güera, para la güera el pito, esos que se doblan a la primera.

(No se alarme, ni se persigne. Es así como se habla en dominó).

“Carolina vino como hace 15 días a desayunar a la cafetería”, dice Don Marcos, el cuidador de la casa del ex presidente Adolfo Ruiz Cortines. Don Marcos viene siendo como el último escolta, porque duerme en las habitaciones que fueron de los soldados del Estado Mayor Presidencial, hoy desbaratándose por el paso del tiempo… “Las lozas se están cayendo”.

De hecho, persiste el rumor de que el edificio de la guardia, parte de la arquitectura original del inmueble, va a ser derrumbado.

No sería la primera vez que modificaran parte del mismo, pues lo que fueron los cuartos de servicios y cochera, se convirtieron --respectivamente-- en un gris salón de usos múltiples y una cafetería. Irónico: el principal benefactor del rescate de la casa de Adolfo Ruiz Cortines, el ex gobernador Fidel Herrera, fue quien ayudó con dinero para su mantenimiento… y no olvidó dejar su huella nombrando al flamante saloncito “Mtro. Fidel Herrera Beltrán”, con todo y letrero rojo.

Entrar a la casa del ex presidente es entrar a oler historia, recorrer pasillos de una casona cuyos muebles son los originales que dejó el mandatario: “No siembro para mi, siembro para México” dice el busto que permanece frente a la casa, en medio del jardín.

Contrario a lo que se piensa, la casa es modesta, muy de acuerdo con la imagen que representa Ruiz Cortines: honestidad. El único mandatario que renunció a los lujos de haber sido Presidente de México y se regresó a su natal Veracruz para vivir con los placeres simples y exclusivos del jarocho: tomar café, jugar dominó.

Cuentan que cuando Don Adolfo jugaba con los soldados en su casa (las piezas originales permanecen en lo que fue su comedor) le encabronaba bastante, se ponía muy “peído”, que le “taparan” o le “ahorcaran” el juego. Que mejor lo dejaban ganar.

Y Don Adolfo, fiel a su estilo, caminaba desde su casa que está ubicada atrás de la Cruz Roja. Desde ahí, tranquilamente iba por toda la avenida Salvador Díaz Mirón hasta llegar al zócalo. Ahí en La Parroquia o en el Hotel Diligencias, Ruiz Cortines se juntaba con la palomilla para “hacer la sopa” y echar las blancas, los unos, los doses, treses, cuatros y cincos hasta llegar a los seises.

El recorrido es fácil de una hora hasta el centro, por una larga arteria. Mis respetos para don Adolfo para aventarse ese trote. La mera verdad, nos quisimos aventar a pie la caminata, pero el velador se nos quedó viendo con cara de “Pos tá lejos, loco”… --Mejor tomen un Vía Muerta-Xicotencatl, los lleva al centro.

CASI NO VIENE GENTE

El recibidor tiene unos muebles de roatán blanco, cuyas paredes tienen fotografías de Ruiz Cortines como presidente. Al fondo un Siqueiros, justo en la puerta de su despacho. A mano derecha está su sala, con un librero que tiene textos antiguos; destaca un Diccionario de la Lengua Castellana que tiene más de 100 años. Encima, imágenes oficiales de los presidentes de México: Carranza, López Mateos, Lázaro Cárdenas, Miguel Alemán, Díaz Ordaz y Luis Echeverría.

En otra pared se aprecia un juego fotográfico del tiempo: un Echeverría muy joven visitando al presidente Ruiz Cortines; en la otra, Ruiz Cortines visitando al presidente Echeverría.

¿Qué no se habrá discutido, secreteado, platicado en el despacho del ex presidente? Una silla, un escritorio pequeño con una lampara. Un cuarto solemne, casi oscuro, de no ser por la pintura clara. Sobre la base del escritorio, yace un libro para firmas de visitantes distinguidos. La última es una síndico de Michoacán. En las penúltimas páginas están el actual secretario de Gobierno, Gerardo Buganza, a quien le fueron estampar un comentario con todo y flechita que dice “Vendido” y ahí está la foto para los incrédulos.

Otro mensaje muy significativo: “Un gran honor visitar la casa de un gran veracruzano, distinguido gobernador, y quien como presidente de nuestro país presentó la iniciativa para que el derecho de las mujeres a votar y ser electas, se realizara. Mi reconocimiento al gran ser humano”, firma Carolina Gudiño Corro, alcaldesa electa del puerto de Veracruz.

Creo que la parte más emblemática de la primera planta es el comedor. Es la parte medular de Don Adolfo en vida, donde están sus viejas fichas de dominó y la mesita al lado de la grande para comer. Por cierto, hace un calor invernal, así que Don Marcos prende el ventilador original de la época, de esos de aspas de metal.

Hay una mesa para baraja que tiene fichas y unos espárragos en conserva. Unos discos pertenecientes al jarocho más honesto que se conoce, con discursos, y que fueron grabados y editados en CD, cortesía de la alcaldesa electa.

En la cocina todavía funciona el clásico Frigidaire; una estufa, un lavaplatos. Otro ventilador de aspas de metal pegado a la pared, casi tocando el techo. No más. Subamos.

ALEMÁN NO DIO NI UN QUINTO

En la segunda planta hay tres recámaras, la principal, una especial y la de huéspedes. En el descanso un sillón con el teléfono. El baño con su tina y sauna de la época…

--Pues está muy bien conservado, Don Marcos.
--Podría estar mejor, si le metieran más apoyo.

Y es que la participación del Gobierno de Veracruz en este asunto de mantener la casa-museo de Ruiz Cortines ha sido un factor determinante el actuar de cada gobernante: con Chirinos se pintó cada año; Miguel Alemán Velasco, pese a pregonar constantemente su admiración por el ex presidente, no le metió ni un peso: sólo el salario para los cuidadores e intendentes. Fidel hasta salón se hizo.

“Casi no viene gente, la verdad. Ahorita porque yo creo que es diciembre y porque mañana (día 30) va a haber evento; la gente encargada pues anda en lo de la entrega-recepción del ayuntamiento, pero casi no viene gente”. Lástima.

En la recámara principal permanecen en el closet algunas ropas y utensilios personales de Don Adolfo. Impecablemente ataviada de blanco está la cama matrimonial donde murió.

--Ese día estaba aquí su amigo Manuel Caldelas, el que fue alcalde. Él estaba abajo cuando de repente dice que escucho un ruido, y subió a ver a Don Adolfo, pero ya estaba muerto-- comenta Don Marcos.

Según fuentes consultadas, Manuel Caldelas, íntimo amigo del viejo mandatario y quien lo cuidó en sus últimos días, atendía en la planta baja una llamada de Mario Moya Palencia, entonces secretario de Gobernación, a petición del presidente Luis Echeverría, quien estaba al pendiente de la salud de Don Adolfo.

--Su familia vive aquí a la vuelta. Ya murió don Manuel, pero quedan sus hijos. Uno es director de una escuela y su hija es quien vive en la casa aquí cerca-- apunta el cuidador.

La recamara especial tiene dos pequeñas camas individuales, pero muy barrocas en su diseño de madera. Una perteneció a la señora María de los Dolores Izaguirre Castañares, esposa del ex presidente y la otra a Don Adolfo. Ahí dormían juntos, pero en camas separadas. Cada una tiene sus iniciales y escudos particulares: el de Doña Mariquita tiene el escudo de México, el de Don Adolfo el de Veracruz.

Se separaron por los años sesentas, cuando el presidente decidió regresarse al puerto. Su esposa María se queda en la Ciudad de México, donde reside actualmente la familia.

En una nota del periódico El Dictamen, narra con emotividad el hijo de Manuel Caldelas cómo fue la muerte de Don Adolfo. Sus últimas palabras fueron “Ya me quiero morir”, porque ya no podía caminar del dolor e hinchazón en los pies. Ahí quedó en su cama el 3 de diciembre de 1973. Moría el presidente más austero, sencillo y leal a sus convicciones de honestidad.

Este 30 de diciembre de 2010 se celebra su cumpleaños, y su casa estará llena de gente por lo menos un día, con la presencia del gobernador Javier Duarte, así como autoridades salientes y entrantes.

Este día debe ser simbólico por dos variables en común: las mujeres y la honestidad. La alcaldesa Carolina Gudiño anuncia que integrará a féminas como agentes de Tránsito Municipal en aras de terminar con la corrupción que impera en esa dependencia. Don Adolfo es quien les da una activa participación política al decretarles el derecho de votar y ser votadas; él, quien siempre tuvo el sello de insobornable, íntegro.

Carolina va tras los pasos de Don Adolfo, ahí caminando hacia el zócalo, donde este 31, a las 11 horas, hará su propia historia.

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