Violencia en Tatahuicapan
Pablo Jair Ortega - pablojairortegadiaz@gmail.com.- Desde mediados de la década los 90, la presa Yuribia ha sido objeto de presión y chantaje para los habitantes de la sierra de Soteapan. No obstante, la lucha no era tan extremista como lo es ahora, pues fueron pocas las veces que se atrevían a tomar las instalaciones de la presa. Lo anterior se puede comprobar en cualquier periódico o preguntándole a cualquier ex alcalde o regidor de la zona sur de Veracruz.
Si bien la deuda histórica que se tiene con los pueblos indígenas y la explotación a sus recursos naturales es reconocida, la toma del Yuribia no es un conflicto antiguo; incluso, hasta hace pocos años no era motivo para protestas, sino que las mismas se iniciaron en el 94 y hasta hace poco trienios se radicalizaron.
En pocas palabras: nadie recuerda que el tema del agua haya sido un conflicto para los indígenas desde la construcción de la presa Yuribia. Ningún alcalde de Coatzacoalcos o Minatitlán había tenido que acudir a la zona para negociar con los indígenas hasta hace pocos trienios atrás, cuando se recuerda al ex alcalde de Coatzacoalcos, Iván Hillman Chapoy --hoy delegado de la Conagua en Veracruz-- acampando en la sierra para negociar con los inconformes.
La tesis de María Elena Roca Guzmán, Doctora en Historia Regional, denominada “Tradición y Modernidad: Conflictos y Movilizaciones en Tatahuicapan de Juárez 1984-2010”, indica un momento histórico clave de las protestas en la presa Yuribia:
“En los movimientos sociales de los pueblos indígenas los Dioses ancestrales cobran vida a través de la memoria colectiva, eso sucedió la mañana del tres de octubre 1994 en Tatahuicapan de Juárez población ubicada en el sur de Veracruz en la Sierra de Santa Marta… Los tatahuicapeños cerraron las válvulas del Yuribia, presa que conduce agua a las poblaciones medias del Corredor Industrial, cuando la policía llego al lugar hicieron parecer que huían y mientras lo hacían iban cortando troncos para cercar a setecientos operativos; posteriormente los enfrentaron con arcos, flechas, palos y piedras. Su poder se encontraba en que contaban con el aval de sus Dioses al tener la razón en su demanda al gobierno, básicamente la ampliación de su territorio político; además se sentían apoyados porque en otros espacios algunos grupos indígenas como los Neozapatistas estaban luchando por sus reivindicaciones que exaltaban sus identidades”.
Continúa en otro apartado: “El seis de octubre de 1994, la carretera que conduce a Tatahuicapan de Juárez estaba bloqueada con troncos y el paso de vehículos era controlado por una comisión, quienes llegaron al lugar presenciaron un contingente de aproximadamente cinco mil personas, que se mostraban molestas y dispuestas a un enfrentamiento físico, armadas con su decisión, piedras, arcos, flechas y palos. Al mismo tiempo ese grupo mantenía cercado a Antonio Vázquez González, delegado de la Dirección General de Seguridad Pública en la entidad, con destacamento en Acayucan, en ese momento estaba bajo un árbol muy cerca de la presa Yuribia, igual que ciento cincuenta policías”.
Regularmente las protestas de los habitantes de la sierra de Soteapan eran trasladadas a la carretera federal que comunica a Cosoleacaque con Acayucan, o sobre el mismo camino que va a Soteapan; no fueron pocas las ocasiones en que los grupos manifestantes también hicieron tomas de palacios municipales por estar en desacuerdo con resultados de elecciones.
De hecho, las tomas de palacios municipales siempre fueron las medidas más radicales implementadas por los habitantes de la sierra, al grado de que llegaron a enfrentarse a balazos con la Policía Estatal al momento de ser desalojados. No obstante, y de acuerdo a lo escrito por la doctora Roca Guzmán, la fuerza pública entraba a los conflictos en la Sierra de Soteapan y llegó a mantener el control de la presa, pese a que se veían rodeados de inconformes.
Pero éstos nunca habían tomado por completo el control de la presa Yuribia y al menos no era el principal objetivo para presionar y obligar a las demandas del pueblo indígena, mayormente popoluca (que son bravos y dispuestos a trabarse con cualquiera). Al menos en un par de ocasiones, quien esto escribe fue a cubrir tomas del palacio de Tatahuicapan y en algún momento planteaban la ocupación de la presa, pero desistían porque lo consideraban como un último recurso.
Esteban Bautista Hernández, desde antes de ser alcalde en Tatahuicapan en el periodo 2008-2010, ha sido el líder que mueve a la gente del lugar y hasta la fecha los integrantes del Comisariado Ejidal y de la Presidencia Municipal forman parte de su grupo denominado Consejo de Gobierno de Pueblos Indígenas, que agrupa a varios municipios del distrito.
Desde esa posición, Bautista Hernández (como edil y coordinador de dicho grupo político) ha encontrado su modus vivendis. Quienes lo recuerdan en el pasado, saben que era un profesor muy activo, pero a raíz de que entró a la política renunció a su plaza de maestro. Quienes lo conocen, resumen la nueva vida de Bautista Hernández en pocas palabras: le gusta el dinero.
En el mismo sentido, el ex alcalde de Tatahuicapan fue aliado importante de José Manuel Flores Ríos (a) “El Oaxaco”, quien era señalado como contratista prestanombre del ex gobernador de Oaxaca, José Murat Casab, y a quien le daban la mayor parte de las obras en la región serrana de Soteapan, especialmente durante el sexenio de Fidel Herrera Beltrán y hasta hace poco con Javier Duarte de Ochoa.
Uno de los métodos de presión preferidos del “Oaxaco” era ponerse de acuerdo con Bautista para realizar movilizaciones de indígenas y bloquear las carreteras para obligar a que el Gobierno de Veracruz diera obras de beneficio común para Tatahuicapan y la sierra, pero con la condición de que la empresa “Constructora del Sureste”, propiedad de Flores Ríos (pero en realidad de Murat), fuese quien realizara la obra.
El Oaxaco desapareció el 28 de febrero de 2013, y hasta la fecha nadie sabe en dónde está. En una conferencia de prensa posterior, Bautista Hernández denunció que supuestos policías lo habían secuestrado cerca de Palacio de Gobierno en Xalapa, pero datos posteriores confirmaron que el constructor favorito del ex alcalde de Tatahuicapan se encontraba en Moloacán, al sur del estado, poco antes de que lo secuestrara un OVNI o vaya usted a saber qué.
Pero la radicalización de la toma del Yuribia quedó como escuela en manos de Esteban Bautista, quien ya tomó como bandera el rezago histórico social de la sierra de Soteapan, abusando de la nobleza y bravura de los indígenas; al mismo tiempo, convirtió en villano favorito a la zona industrial de la zona sur de Veracruz, especialmente Coatzacoalcos, que es uno de los municipios más pujantes --en contraste con la pobreza de la sierra-- y que depende en gran parte del agua del Yuribia.
Pero lo que no dice Bautista es que el fondo de estas protestas provienen porque quiere ser el candidato a diputado federal por el distrito de Cosoleacaque, y una de las formas favoritas de chantaje para obtener dinero y beneficios políticos son precisamente las movilizaciones como las que realizaba a favor de “El Oaxaco”. De ahí que las tomas del Yuribia se hayan radicalizado.
Según versiones, Bautista sería candidato del PAN y el PRD, quienes apoyarían al ex profesor en una alianza no formal en contra de Cirilo Vázquez Parissi, aspirante del PRI por el mismo distrito. Lo anterior se confirma por el desistimiento que hizo el panista Enrique Cambranis de ser el abanderado del blanquiazul, al no tener las preferencias para competir contra Vázquez Parissi.
Bautista sería entonces el único candidato viable para combatir al priismo del distrito de Cosoleacaque; pero lo que no cuadra aquí es que se supone que el PRD es controlado por el secretario de Gobierno, Erick Lagos Hernández, a través del títere llamado Sergio Rodríguez Cortés.
O una de dos: Bautista es acelerado por el PRD para perversos fines políticos que hagan quedar a Erick Lagos como el gran negociador del sexenio; o de plano hay un rompimiento de los grupos locales perredistas con su dirigencia estatal y van a querer a Bautista como su candidato, los avalen o no en Xalapa.
Incluso, podríamos atrevernos a pensar que Bautista sólo se está rentando para hacer creer que será un contendiente de peso en contra del PRI en las próximas elecciones federales, pero que en realidad sólo está formando parte de una maraña de intereses políticos que aseguren el triunfo del PRI en el distrito de Cosoleacaque, sin problema alguno.
Del mismo modo, Bautista es quien está utilizando a la gente de Tatahuicapan para radicalizar la protesta, pero a la vez usar otra vez las causas justas como modo de vida. A Bautista --repetimos-- quienes lo conocen saben que le gusta el dinero; que por algo renunció a su plaza de maestro, y que las movilizaciones son muy redituables, tanto en lo económico como en lo político.
La prueba será que si en algún momento Coatzacoalcos ya no dependiera del Yuribia, verá usted que Bautista y compañía buscarían otra forma de presionar para seguir viviendo como rey en la Sierra de Soteapan; todo con tal de salirse con la suya.
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