Policía golpeador de Alfonso Parra
Pablo Jair Ortega - pablojairortegadiaz@gmail.com.- La policía en Veracruz está tensa y algo tiene que cuando ve un periodista, le da rabia le da enojo.
Hace rato, dando la vuelta en Coatepec, fuimos testigos --al menos de reojo-- de las condiciones en que han llevado a la Fuerza Civil para cuidar al Pueblo Mágico: son las mismas en las que llevaron a los policías estatales del Mando Único a la ciudad de Córdoba el 21 de marzo de 2013, cuando arrancó dicho operativo para sustituir a la corrupta policía municipal, pero que en un principio tuvo fallas graves.
Nadie dudaba de la espectacularidad y algarabía por la fiesta de Seguridad Pública en Córdoba; el acercamiento a la población, el dejarse tomar fotos en los vehículos especiales, el uso de tirolesas o rappel para los más pequeños. Toda una propaganda diseñada para quedar bien ante la población cordobesa que en ese entonces sufría fuertes embates de violencia por la delincuencia desatada.
En contraparte, las crónicas periodísticas daban cuenta de decenas de elementos de Seguridad Pública durmiendo a la intemperie en unas oficinas administrativas alternas del ayuntamiento. Dicho lugar no estaba habilitado para que los uniformados descansaran como es debido, no había ni los baños suficientes; las mujeres pasaban por las penurias de no tener un sanitario especial para ellas, ni regadera, teniendo que compartir todo con sus compañeros.
En pocas palabras, la situación de los policías era de precariedad, abandono; todavía tenían que levantarse del suelo en plenas horas de descanso, porque mucha gente iba a realizar trámites a dichas oficinas municipales, y tenía que esquivar los cuerpos dormidos de los oficiales que acababan de salir de su guardia. En fin: todas las incomodidades para trabajar y no descansar como es debido.
Los que sí estaban cómodos como si nada eran los mandos policiacos y personal administrativo de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP), a quienes les rentaron las lujosas suites Layfer, mientras la tropa pasaba las penurias.
Otro caso son los Policías Navales (marinos adscritos y contratados para funcionar como policía preventiva para vigilar ciertos puntos en Veracruz), quienes se han quejado hasta de sabotaje por parte de SSP al no tener dinero para mover las patrullas, ni para viáticos o ni siquiera para comprar un garrafón de agua. Existen también demandas de pago retrasado.
Podrán decir que los policías y marinos están bien entrenados y que deberían aguantar cualquier condición, pero la realidad es que nadie en su sano juicio resiste situaciones infrahumanas para luego pararse al día siguiente y combatir a la delincuencia.
Por ejemplo, ahora que Veracruz está siendo azotado por una fuerte onda de calor, ¿usted cree que los elementos de la Fuerza Civil que fueron llevados a un cuartel sin terminar sobre la carretera Coatepec-Xico puedan dormir en lo que más bien parece un temazcal gigante? ¿Usted cree que es cómodo dormir en el piso luego de la friega de estar todo el día de pie, cargando pesado equipo y asándose bajo esos gruesos uniformes y chalecos antibalas?
Porque en Coatepec parece retornar la calma y se ve muy tranquilo ahora con la desaparición de la Policía Municipal llena de malandros, para dar paso a la Fuerza Civil que patrulla por las calles; pero desde afuera se ven las condiciones en que tienen a los policías: durmiendo en instalaciones que originalmente eran cárceles sin terminar.
Tal vez por eso luego los policías andan tensos, sin descansar; tal vez por eso también les dio por arremeter contra el reportero de nota roja Alfonso Parra, a quien sin mayor explicaciones lo esposaron, golpearon y todavía amenazaron por el simple hecho de que era “sospechoso” de “acosar” a una señorita, quien confirmó que era novia del agredido.
Lo curioso (casualidad forzada, diría un amigo) es que los hechos se dan justamente cuando se cumplen tres años de la muerte de la periodista Regina Martínez Pérez.
El 28 de abril de 2012 es un día que nadie del gremio va a olvidar y quedará marcado por siempre. Por la noche la noticia corría como reguero de pólvora creando incertidumbre y tristeza: Regina Martínez, la corresponsal de la revista Proceso, había sido encontrada muerta en su domicilio particular, al que podían entrar pocos por lo reservada que era en su vida privada.
Pocos creían que la noticia fuese cierta, especialmente sus más cercanos… ¿Cómo que Regina está muerta? ¿Cómo puede ser? ¿Por qué? ¿Quién?
Todos sabíamos de la línea crítica e investigativa de Regina. Sus notas seguramente no gustaban al poder, porque los temas que abordaba incluían el de seguridad, corrupción, narcotráfico, etc. Regina Martínez sencillamente era la mejor de todos nosotros, y así lo demostraba con su trabajo, lejos de protagonismos como los que ahora son muy comunes. Ella buscaba la noticia, no ser la noticia en sí.
Son tres años del asesinato de Regina Martínez y no se sabe absolutamente nada de sus asesinos. El único detenido, “El Silva”, ya había sido liberado porque su confesión fue obtenida bajo tortura, además de que el señalado como autor material, “El Jarocho”, se mantiene prófugo.
Pero la pregunta es la misma: ¿quién mandó matar a Regina y por qué? Nadie le cree a las autoridades que sólo se trató de un asalto y que no tuvo nada que ver con el ejercicio profesional.
Lo peor de todo es que la situación no ha cambiado: ha habido más periodistas muertos, ha habido más agresiones, y la de Alfonso Parra es una cobarde agresión --otra vez-- de elementos de Seguridad Pública hacia medios de comunicación.
En pocas palabras, la situación no ha cambiado nada en Veracruz, y ese será el estigma de la actual administración.
Mientras tanto, para Regina Martínez y los demás compañeros caídos, se exige JUSTICIA y que cesen los embates contra reporteros por parte de los policías veracruzanos, quienes andan más alterados que perritos chihuahua.
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