11 de diciembre de 2006

El mito de la reconfiguración en Minatitlán

Pablo Jair Ortega - pablo.jair.ortega@gmail.com

El mito de la reconfiguración es sinónimo del cuento demagógico progresista que la clase gobernante insiste en repetir. En cuántas ocasiones se ha escuchado la palabra “progreso” en el típico discurso del jefe político: desde el presidente de la república, el gobernador hasta el presidente municipal, lo que en la realidad se traduce en poco o casi nada.

Desde finales del sexenio de Ernesto Zedillo ya se hablaba del proyecto de la necesaria modernización, ampliación y actualización de la refinería “Lázaro Cárdenas” en Minatitlán, lo que finalmente se concretó en el sexenio de Vicente Fox tras largos anuncios y conferencias de prensa en el sentido de “ahora sí va en serio”.

Llega la reconfiguración a Minatitlán, y entonces la clase política interesada y oportunista comenzó a propagar que serían los años de las vacas gordas después de temporadas anquilosadas; que ahora sí se venía el progreso de Minatitlán en cascada y habría mucho dinero proveniente de megaempresas y ultracompañías que trabajarían en la factoría.

Pero las recientes declaraciones del presidente de la CANACO local, Ignacio Trujillo, en el sentido de que para nada se ha beneficiado el comercio local, derrumba ese discurso oficialista.
Los comercios locales no sólo han visto como las empresas beneficiadas con la reconfiguración se proveen de materiales a otras empresas foráneas ya designadas desde las oficinas corporativas en la Ciudad de México (u otras ciudades), sino que además están siendo víctimas de alevosos atracos y exigencias por demás burdas.

Y es que no son pocas las compañías que trabajan en la dichosa reconfiguración que han llegado a las tiendas de la zona para exigir un “certificado de calidad” sobre sus productos, como principal pretexto para la adquisición de material de trabajo. En un principio, por ejemplo, las empresas de material de construcción tuvieron el beneficio de los primeros trazos en la reconfiguración de la refinería, pero luego de la instalación de la planta de CEMEX en la zona (donde se fabrica concreto) las compañías comenzaron a pedir el famoso “certificado de calidad” a las empresas locales y finalmente les dejaron de comprar cemento.

A esto súmese grandes irregularidades en empresas que tratan alevosamente de sacar ventaja de ser foráneas, con actos de sobrefacturación, expedición de documentos falsificados, e incluso la modalidad de “depósito bancario en línea” donde algunos comerciantes locales han detectado intentos de fraude: empresas que solicitan algún producto o servicio y pagan vía transferencia electrónica, sin que en la cuenta del comerciante aparezca dicho depósito, lo que argumentan las empresas foráneas diciendo que hay un retardo de 24 horas en la actualización de los movimientos bancarios.

Esto sucede con al menos una empresa proveniente de Orizaba, que le renta a la empresa Soriana los espacios del estacionamiento para la instalación y mantenimiento de gasolineras.
Ya no digamos de las principales quejas entre el comercio organizado de Minatitlán, referente a que los servicios como hospedaje se concentran en Coatzacoalcos. Que de igual manera el único beneficiado curiosamente, es el hotel del centro que hasta la ignominia niega Pablo Pavón (líder petrolero recientemente jubilado) como de su propiedad, aunque sí lo benefició con obra pública al crearle una calle privada y un parque.

Es claro también que las expectativas de los anuncios oficiales de progreso siempre serán exageradas. Los viejos comerciantes de Minatitlán sabían desde un inicio que la reconfiguración cuando mucho beneficiaría a las grandes corporaciones que ganaran las licitaciones de la reconfiguración, mismas que traen a pequeñas empresas con las que ya han trabajando antes. Que a lo mucho solamente se aprovecharía la mano de obra local, misma que ya comienza a resentir despidos por la entrega de los trabajos en los próximos meses.

Tal vez cabe criticar el porqué los comerciantes organizados en Minatitlán no previeron invertir en sus propias empresas para actualizarse y estar a la par de las necesidades de las corporaciones, pese a que se antojaba como algo incierto: las instalaciones de nuevas empresas de mayor capital del ramo constructor ya se edificaban desde antes de la inauguración de los trabajos de la reconfiguración en mayo del 2003. Era obvio que la competencia iba a estar fuerte (inclusive desigual), y que se necesitaba de una mayor organización para combatir a las empresas provenientes de otros estados.

Tampoco hay que dejar de lado la desidia de los últimos nefastos gobiernos que han puesto a Minatitlán en alto en el tema de la corrupción: no ha habido en los últimos años un gobernante visionario que hubiese previsto los requerimientos de una ciudad que pueda ofrecer más allá de un malecón apestoso, lleno de tugurios de mala muerte y prostitución sin control; o servicios básicos como la pavimentación de algunas calles u obras de reparación en los principales accesos de la ciudad. El caso de la avenida Ávila Camacho (que se preveía como la “magna” obra del trienio del actual alcalde Raúl Morales) sólo se ha convertido en el monumento más grande a la corrupción, desfalco y robo descarado.

Para esto, lo único que ofrece Minatitlán son mercados sucios, cantinas y cervecerías para los obreros, decenas de OXXO que se instalan como muestra del gran alcoholismo que hay en la región y un gobierno incapaz e inútil que no sabe de la riqueza que tiene para administrar.

Tampoco hay que olvidar a los gobiernos estatal y federal que prefieren impulsar zonas de preferencia de alta productividad económica, olvidándose de municipios que tienen que enfrentar por sí solos al tan anunciado progreso sin arma alguna. No sabemos en qué se base la preferencia, porque se supone que Minatitlán es una ciudad importante para Veracruz y para México por tener la refinería más antigua del país.

A final de cuentas, el mito de la reconfiguración es como el cuento de “Pedrito y el Lobo”: sumamente infantil.

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