19 de septiembre de 2007

“Qué mejor presión para el gobierno que petroleros muertos"

Pablo Jair Ortega - pablo.jair.ortega@gmail.com

Haya o no guerrilleros en Veracruz, y mientras lo nieguen o admitan las autoridades, a los trabajadores de Petróleos Mexicanos les pegaron el susto de su vida en uno de los puntos siniestrados por las explosiones del Ejército Popular Revolucionario. Entre tanto, las autoridades se enfrascan en la legitimidad del grupo guerrillero, o si la desaparición de sus dos compañeros en Oaxaca es real, o que si es un “grupo pequeño” que “beneficia a los narcos” (según las propias palabras del procurador general Eduardo Medina-Mora), los que tienen que estar presentes en el lugar de los hechos no la piensan tanto como los políticos.

Resulta que, de la nada, a los trabajadores petroleros se les apareció un misterioso personaje al momento de estar trabajando por la noche en la recuperación de crudo derramado en el río Blanco, específicamente en un lugar llamado “El Ojito”, un ojo de agua a las faldas de las montañas de Ciudad Mendoza donde pasa un arroyo que se crece con la corriente que viene bajando hacia la carretera.

“Ahí arriba en la montaña estaba contenido en distintas partes, hasta un lugar accesible hasta para una unidad de PEMEX”, narra uno de los trabajadores comisionados proveniente del sur de Veracruz, zona desde donde fueron enviadas varias cuadrillas para reparar lo que el EPR hizo estallar por motivos ideológicos y de protesta.

En el punto a los obreros de PEMEX les tocó trabajar 24 horas continuas; en un paraje desolado como –dicen– “para filmar la tercera parte de La Bruja de Blair”. En el día no había problema, por la luz natural del sol incandescente al que tuvieron que someterse, pero llegando la noche los obreros se dispusieron a cenar a eso de las 10 de la noche, iluminados sólo con las luces de la camioneta.

Desierto y completamente oscuro el lugar, cuando cerca de las 23 horas, en una brecha que era el único camino para llegar, se empezó a mover algo: era un individuo en bicicleta que como a unos 20 metros de los obreros se detuvo, y se les quedó observando en silencio. Con la luz de la camioneta los trabajadores eran visibles, pero no así el perímetro. Al momento no le tomaron importancia, pues creían que dicho personaje tenía miedo de pasar por ahí porque le iban a golpear o asaltarlo, o simplemente se aminoró sorprendido por la presencia inusitada de los petroleros.

Pero luego de 5 minutos de estar mirándolos, con inquietud natural los trabajadores le preguntaron si deseaba pasar, pero el extraño visitante (al que describieron como de aspecto campesino, con chamarra y gorra negra) contestó que no, que sólo estaba “mirando” (en la noche donde no se veía nada).

En el acto los obreros se acercaron, pero cuando estaban por llegar, el fulano se bajó de la bici y gritó “que estaba pedo, hasta la madre”; empezó a fingir un estado etílico y uno de los obreros lo ofreció un cigarro, “se lo prendí, pero no me llegó el tufo a alcohol”. Para esto, bajita la mano, estuvo preguntándole a los petroleros qué hacían ahí, cuántos eran.

Ya una vez cerca, los obreros le preguntaron de dónde era, e indicó que por el río: “Entonces le dije pasa”, detalla uno de los trabajadores, pero el tipo se retractó, dijo que de ahí no y dijo a manera de verdad: “la neta vengo huyendo de unos cuates que vienen a disparar para acá”.

Ahí fue donde sus mentiras no concordaron: si vienes huyendo, ¿para qué te detienes y finges una borrachera? Después de decir eso, agarró su bici y salió –como dice Polo Polo– “hecho la... duro” y en la noche se perdió, sobre un terreno fangoso donde la camioneta de PEMEX no podía virar fácilmente.

Pasó como si nada, pero ante lo raro del asunto que acababa de ocurrir, surgieron los comentarios al respecto, hasta que después de pensarlo detenidamente, los obreros se treparon a la camioneta de tres toneladas, la arrancaron, y salieron disparados del lugar.

“Que mejor presión para el gobierno que petroleros muertos”, comentan. Y ya no digamos muertos, por lo menos secuestrados. El impacto psicológico de los ataques quirúrgicos del EPR ha causado que se espere de todo en esta nueva etapa de embates clandestinos.

Todo esto fue el día que tomaron la carretera México-Orizaba, en el tramo La Balastrera; se reportaron con el jefe de zona, y éste a su vez avisó a la policía estatal, quienes dieron un recorrido con los resultados oficiales de siempre: nada. Al día siguiente, las barreras que contenían el crudo derramado sobre el arroyo no estaban.

“Ese güey fue a vernos para ver cuántos éramos, o ve a saber tú si cuando estábamos a lado de él, estábamos rodeados... Súmale eso a la oscuridad”.

- ¿No estaban polis cerca vigilando?
- No, solos, caón, en la noche y rodeados de cerros; nomás ves como baja la bruma (algo que para los del sur siempre será sorprendente, pues el paisaje acostumbrado son puros llanos).

Sea o no sea real lo que concluyeron los obreros de “El Ojito” (un guerrillero que los fue a sondear en búsqueda de información), el justificado temor los hizo huir antes de que los gobernantes de este país y este estado se decidan a creer si hay guerrilla o no; si la entidad es sólo paso o no; o se pregunten a quiénes perjudican o benefician las explosiones, o si dilucidan sobre el tamaño de los grupos, si son marxistas-leninistas comunistas o sólo son anárquicos como los Flores Magón. Pero no es lo mismo estar en una cómoda oficina de político, que ir a al lugar de los hechos y vivir unos minutos en la incertidumbre.

2 comentarios:

Armandís de Mina dijo...

Chale, pinche redacción chapucera, deberías enviarle tus notas a un corrector de estilo...

Pablo Jair Ortega dijo...

Si, tienes razón, se los voy a mandar al Ariel (chaca-chaca) Taliban. Gracias por el consejo.