Pablo Jair Ortega - pablojairortegadiaz@gmail.com.- Iniciamos con malas noticias este 2015: se reporta la desaparición de Moisés Sánchez, propietario y editor de un semanario en el municipio de Medellín. A esto se suma la desaparición el año pasado de Tomás David Matus Galván, articulista del semanario “El Regional”, de Coatepec. Ambos desaparecidos en un estado donde las prioridades son electoreras. Que sus familias tengan buenas noticias pronto y aparezcan sanos y salvos.
Pasó la fiebre del fin de año. Nos referimos a las fechas decembrinas donde todo mal pasó a segundo plano y las familias se unieron a celebrar la Navidad y Año Nuevo… Bueno, casi… Porque con eso de que a los empleados de gobierno aparentemente les pagaron en el último minuto del 2014, ya se imaginará que muchos no tuvieron el diciembre que esperaban, más si se endrogaron en “El Buen Fin” con la bonita y ostentosa pantallota china de trinchemil pulgadas.
Y ahí tiene a los alcaldes de varios ayuntamientos veracruzanos que de plano no tuvieron para pagar aguinaldos y algunos hasta quincenas.
En el sur de Veracruz, ni siquiera Santo Clos les trajo agua decente de la sierra de Tatahuicapan, porque los móndrigos de intereses políticos dejaron sin el vital líquido al menos a medio millón de habitantes de Coatzacoalcos, Minatitlán y Cosoleacaque. Ya se imaginará usted que hasta los hoteles de cinco estrellas estaban sufriendo las penurias de no ofrecer buen servicio a sus alojados, porque el agua salía del grifo con color caca y sabor a sal.
Otra de las fiebres fue que Veracruz estuvo de moda… Al menos por unas semanas, pues pasaron los Juegos Centroamericanos y del Caribe, y luego la afamada Cumbre Iberoamericana, donde los presidentes picudos de Sudamérica nos pintaron mocos.
Todo muy padre: deportistas, periodistas de todo el mundo, seguridad al por mayor y muchos reflectores para Veracruz… Al menos para el puerto y Xalapa, porque esta entidad es un chorizo gigantesco con 8 millones de habitantes y múltiples problemas sin resolver.
Entre las tristes realidades --luego de tanto jolgorio-- es que ahora tenemos un gran elefante blanco de más de 434 millones de pesos, que fue el costo del velódromo de Xalapa que se supone es uno de los mejores del mundo, pero… ¡Sólo se usó una semana!
Y ahí tiene usted ese armatoste gigante que se apuraron a construir de última hora, con los estándares altísimos de calidad para el deporte de la bicla en pruebas bajo techo, pero que al final de los juegos volvió a ser un edificio vacío como lo estaba el lote donde está asentado.
A estas alturas, a lo mejor ya se les acabaron las ideas a los genios del deporte en Veracruz. Pasó ya la mejor parte del bussiness empresarial y se anunció que se convertiría ese monumento deportivo en un Centro para pachangas, conciertos y demás eventos quesque porque a Xalapa le falta uno. Ya sabrá: buscarán la manera de llenarlo de locales de tacos, garnachas y bares.
Y así se está yendo al caño el Velódromo de Xalapa. A más de un mes de que terminaran los mentados Juegos Centroamericanos, hasta hoy no se les ha ocurrido siquiera organizar un torneo regional, interestatal o nacional para ocupar esas instalaciones tan carísimas. Vaya, todavía se pueden ver a los ciclistas en la mañana por la carretera Xalapa-Coatepec, porque las instalaciones del estadio ciclista están cerradas.
El mayor legado deportivo de la historia empolvándose con el mugriento smog de Xalapa, olvidado como los pendones en los postes que fueron también el negociazo de esa justa deportiva.
Así fue el fin del 2014 en Veracruz: entre la cacareada internacionalización y los problemas de la aldea que son nuestra cruda realidad presente.
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