11 de enero de 2015

Para el anecdotario, Don César

 
Reunión en Casa Veracruz con el gobernador Javier Duarte de Ochoa

I

En un viaje al sur de Veracruz, mi compañera de vida, fanática de Pedro Infante y las películas antiguas, le preguntaba al “Lic” si se acordaba de cuando falleció el ídolo de México.

Como todos sabemos, la memoria de César Augusto Vázquez Chagoya era privilegiada. Decía que había hecho muchos ejercicios a lo largo de su vida para ejercitar la mente. Nunca me platicó cuál era la receta, pero me divertía imaginando al “Lic” vestido de yogui junto al Maharishi Mahesh, explorando los secretos de la mente en algún campamento de la India.

Entonces contestó:

-- Sí me acuerdo, güera, estaba yo muy chiquito, pero esa vez hacía mucho calor y me escondí abajo de la cama y agarré un radio donde me acuerdo que estaban pasando música de Pedro Infante y las noticias de que había fallecido. Abajo de la cama estaba muy fresco, ahí me fui quedando dormidito, dormidito, con el radio bajito; pero me desperté porque empecé a escuchar mucho alboroto en la casa, y resulta que era porque me estaban buscando porque no sabían dónde andaba. Mi hermana fue la que me encontró.

II

Vázquez Chagoya era un gran amante de la naturaleza, en contraste con la gran cantidad de humo que producía como chacuaco por su inseparable cigarro. Gustaba de observar el agua, los árboles, las piedras. Cuando iba a pasear a Xico, le decía a sus amigos “prepárense para ver harta belleza”.

Por eso también entendía lo que era el poder de una fuerte lluvia tipo diluvio que terminaba en inundaciones: en su natal Minatitlán casi todos los años se inundan las partes bajas.

Pero otro de los fenómenos que lo marcaron fueron los sismos. Especialmente el de Jáltipan el 26 de agosto de 1959, cuando esta ciudad literalmente quedó en ruinas. El temblor fue tan fuerte (de 7.0 grados Richter) que recuerda cómo los despertó por la madrugada a toda la familia y quedaron atrapados en su propia casa porque, con la sacudida, la puerta quedó fuera del marco y se atoró. Que entre sus hermanos mayores y su padre Don Palemón, estuvieron batallando para abrir y poder salir.

Platicaría varias que veces cómo le quedó marcado en la memoria el ver a los cientos de damnificados jaltipanecos que llegarían en horas posteriores a Minatitlán. Algunos todavía en pijama o con algunas pocas pertenencias que lograron rescatar.

Por eso también recordaba a los caídos, heridos y espantados en el gran terremoto de septiembre, 1985, en donde tuvo amigos y conocidos. Entre ellos, su gran amiga misanteca Eleaney Sesma, sobreviviente entre los escombros.

III

Relata su amigo tuxpeño Ezequiel Castañeda en una plática en corto en la oficina de Comunicación Social, que cuando ambos estaban trabajando con Demetrio Ruiz Malerva en el PRI estatal, un día se hicieron nombramientos en el Comité Directivo y a César lo designó encargado de Análisis, un área nueva que le ayudaría mucho a su formación profesional.

Para los presentes fue algo así de “¡Órale! ¡Le dieron una oficina completa a César!”, pero curiosamente la reacción del minatitleco fue de seriedad pasmosa.

Luego de los nombramientos, a César Vázquez Chagoya lo vieron ahí sentado en uno de los rincones de la sede del tricolor, moviendo las piernas (una costumbre que tenía de agitar dichas extremidades), con su cigarro y apachurrado.

-- ¿Y ora tú que traes?
-- Pos ya valí madre.
-- ¿Por qué? Te acaba de dar un nombramiento fregón el jefe.
-- No, maestro, me están congelando.
-- ¿Pero por qué?
-- Pos esa madre no existe.

Lo que no sabía el joven Vázquez Chagoya es que Ruiz Malerva, a quien tanto admiraba, lo estaba encaminando en los primeros indicios de lo que sería su pasión: la información.

IV

El muy joven Juan Landa Stein hacía campaña en Totutla, del que llegó a ser alcalde para el periodo 1973-1976. Era difícil para él, porque a pesar de la política del presidente Echeverría de darle espacios a los jóvenes, tenía que lidiar con los cacicazgos locales y grupos que no querían entregarle el poder a un chamaco.

Llegó a una comunidad como parte del recorrido de campaña, junto a sus colaboradores: amigos también muy jóvenes, pero las pasiones terminaron por desatarse y los pobladores, enviados de grupúsculos locales, los acorralaron en una casa con la intención de espantarlos, diciéndoles que los iban a linchar.

De repente llegó un vehículo setentero, de esos lanchones que eran macizos en su carrocería. Allí descendió un tipo con toda la prepotencia e ínfulas de Policía Judicial, pistola en mano y cortando cartucho. En medio de un diálogo lleno de improperios y palabras domingueras, pidió que les indicaran en donde estaban esos cabrones hijos de puta que se tenía qué llevar.

Los pobladores señalaron hacia la casa y el guarro llegó a patear la casa y meterse adentro para sacar con empujones a los atemorizados jóvenes. A punta de golpes, fue subiendo uno a uno al vehículo.

Ya avanzado en el camino, vinieron los reclamos…

-- No mames, compadre, me pegaste muy feo.
-- Pos es que tenía que ser así para que se la creyeran.

Y así César Vázquez Chagoya daba también muestras de calidad histriónica y de rescatista.

V

Vázquez Chagoya decía que era poco para la música, pero le gustaba mucho escuchar de todo. Es decir, no era un melómano empedernido que supiera nombres, títulos, álbumes, años de lanzamiento, pero sabía disfrutar de la buena música.

Algo que decía no comprender, era cómo admirábamos a Jim Morrison, que solamente era un tipo que se sacaba la talega en público y escandalizaba a todos los lugares a donde llegaba. Es decir, cuando le decíamos que era parte del rock and roll, el seguía sin entenderlo.

Pero una vez en la autopista, por las prisas de llegar de Xalapa a Coatzacoalcos en poco tiempo, iba manejando a alta velocidad en su primer Jeep Liberty color negro que tuvo, cuando una patrulla de la Policía Federal lo alcanzó y le pidió que se orillara a la orilla. Del vehículo oficial descendió un muy joven oficial, quien lo abordó y le señaló que estaba manejando a exceso de velocidad.

--Sus papeles, por favor.
--Sí, señor.

Mientras Vázquez Chagoya buscaba los papeles de la camioneta, el oficial me voltea a ver y observa mi playera conmemorativa del último concierto de Iron Maiden en México, que había sido unas semanas atrás.

-- ¿Fuiste al concierto?
-- No, la playera me la regaló mi carnala. Pero fui al concierto de los Doors en Veracruz.
-- No manches, ¿en serio? ¿Qué tal estuvo?
-- Chidísimo, el Ray Manzarek (+) y el Robbie Krieger tocaron igual cuando eran chavos. Mucha gente llegó a verlos, la verdad estuvo poca madre, jefe.
-- Mi carnal es muy fanático de los Doors, tiene todos sus discos y yo soy fan de Iron Maiden.
-- Pues mi carnala me dijo que estuvo de poca el concierto.

Para esto Vázquez Chagoya ya tenía los papeles en la mano, y como si fuese espectador de tenis, volteaba a vernos al policía y a mi en nuestro diálogo sobre los Doors y Iron Maiden. Que si nos gustaban los Beatles, el metal, etc. Al final, el federal ni siquiera miró los documentos que Vázquez Chagoya tardó un poco en encontrar.

--Ok, pueden irse, pero vayan con cuidado, este tipo de camionetas se voltea fácilmente.
-- Gracias oficial.

Arrancó otra vez la camioneta y le digo:

-- ¿Ya ve, Lic? Lo salvó el rocanrol de una multa del federal. San Jim Morrison intervino.

La carcajada inmediata, pero nos fuimos despacito porque no vaya siendo que no encontráramos a un policía con gustos musicales diferentes y menos tolerante al rocanrol.

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