24 de abril de 2007

Jóvenes desaparecidos

pablo.jair.ortega@gmail.com.- Lo acontecido este domingo en el puerto de Veracruz ya es una muestra de que la sociedad se muestra cansada de los hechos de violencia, y comienza a organizarse para salir a las calles a enfrentar valientemente al crimen organizado, ante unas autoridades paralizadas y más abstraídas en asuntos políticos.

La marcha de varios automóviles por el malecón, podría ser el detonante del hartazgo de una población jarocha hastiada de un gobierno para enfrentar a la delincuencia organizada, protegida desde las más altas esferas del poder.

Es así como familiares y amigos de los jóvenes Carlos Ruiz Martínez (26) y Javier Alejandro Marcos Rocha (23) salieron este domingo a las calles para demandar, exigir, que los devuelvan sanos y salvos, dado que desaparecieron desde el pasado sábado 14 de abril, cuando se dio la balacera en la congregación Santa Fe, municipio de Medellín.

A decir de los familiares, ese fatídico 14 los jóvenes estaban comiendo en un restaurante de El Tejar, municipio de Medellín, pero después se perdieron: fue precisamente en los momentos cuando se dio el enfrentamiento entre grupos de la delincuencia organizada (específicamente “Gente Nueva” y los “Zetas”) donde se reportan dos muertos, mil balazos, tres reporteros madreados por la policía estatal, un dipsómano secretario de seguridad pública con su playerita de los Tiburones, y casi una decena de vehículos asegurados.

La violencia en el estado precisamente se ha intensificado por la guerra que sostienen narcotraficantes para controlar la plaza de Veracruz, entidad donde hasta el día de hoy las autoridades locales se niegan a reconocer la presencia de estas células, y que califican como “hechos aislados” sus consecuencias (irónico, mientras a los periodistas les piden que no “magnifiquen” las batallas del narco, nosotros deberíamos pedir que no las “empequeñezcan” ni resten importancia a las balaceras, ejecuciones, cadáveres que sirven de recaderos, y demás atrocidades que se acumulen en los próximos días).

El caso de la marcha en Veracruz sin duda podría conducir a que la sociedad en general demuestre su cansancio ante la impunidad con que se manejan los delincuentes en la entidad. En verdad que podría ser una de las maneras más conducentes para que los civiles también le entremos a esto de hacerle frente al crimen, porque si nos esperamos a que la policía le entre al quite, podemos esperar ya no sentados, sino instalados en la fiaca total.

Es cierto: hay que reconocer que han sido policías veracruzanos los que han consumado las últimas detenciones y enfrentado a los delincuentes, mientras que los de la AFI, PFP, PGR, sólo vienen a llevárselos al DF, se toman la foto o de plano nomás decomisan discos de nuestra muy respetable industria pirata.

Vemos como en países como España, luego de los hechos lamentables del 11 de marzo en Madrid, en la terminal ferroviaria de Atocha, millones de españoles salieron a las calles para protestar, para hacer sentir su tristeza, desacuerdo y rabia por los hechos de terrorismo en suelo de la Madre Patria, a la que le habían dado en la ídem.

Claro, afortunadamente México ha estado exento de actos terroristas de las magnitudes de España, Londres, Estados Unidos y diversas regiones del Medio Oriente; pero deberíamos también verificar si los desencuentros discutidos a punta de plomo por parte de los cárteles del narcotráfico, implementan un estado de terrorismo muy particular, tomando en cuenta que “terrorismo”, según la vigésima segunda edición del Diccionario de la Lengua Española dicta que significa “Dominación por el terror. Sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror”.

Así de esta manera, el demostrar el poder a base de fuego, mensajes en cuerpos y balaceras con armas de alto poder, crea un terror psicológico, y ante la nula o escasa respuesta de quienes supuestamente los combaten, han sido familias jarochas las que no dudamos que comiencen a organizarse para protestar por los escenarios de violencia.

No sería el único caso: está aquella megamarcha en el Distrito Federal en contra de la violencia (y de paso en contra del Peje); pero de igual manera se llevaron a cabo en Aguascalientes, Chiapas y Coahuila en el 2004; una multitudinaria en Acapulco, en abril del 2006; y recientemente en febrero del presente en Monterrey, capital del estado donde ya no ven lo duro, sino lo tupido de las ejecuciones.

Y no tanto quizás por la violencia la población se manifieste: el fondo es la impunidad con la que se conducen estos personajes gracias a que no vemos señales claras del actuar de la justicia, y como ejemplo están los policías estatales ahora en calidad de “recogedores de muertos”.

Es en verdad raro que incluso funcionarios como el subprocurador de Justicia en la región, Marco Antonio Aguilar Yunes, el hombre de la “fusca” a la cintura, adopten posturas en donde se diga que es necesario recoger los cadáveres así nada más, porque se estudia mejor en las instalaciones del servicio forense, como si no fuera lo básico en criminología que en el lugar de los hechos (y así lo pueden constatar peritos, y periodistas de antaño en la fuente policíaca) se deben realizar estudios, tomar muestras de suelo, buscar, escarbar, indagar hasta la ignominia en el lugar, sospechando hasta de una hormiga y una partícula insignificante de algo.

Si nosotros como ciudadanos vemos que ahora se simula jugar a la policía (al grado de que a lo mejor la “trona” de Aguilar Yunes es de Juguetes “Mi Alegría”), entonces surge la duda de ¡oh! ¿Y ahora quién podrá defendernos?, y ante la ausencia del Chapulín Colorado por andar haciendo spots contra el aborto, sólo nos queda salir, a exponerse, para pedir que nos devuelvan a nuestra gente y de paso, por favor, que baje tantito la violencia.

Esto puede ser solamente una semillita de la desesperación de nuestros paisanos. Pero también es debido a que ante la tormenta, los primeros en arrodillarse son quienes supuestamente están para defendernos.

Bastaría ver la actitud tranquila de Julen Rementería, alcalde de Veracruz, quien también debe responder por el tiempo en que tuvo la Policía a su mando, periodo en el que se desató la guerra entre narcotraficantes por los hechos sangrientos en el rancho Villarín, carrera parejera que cambió –por lo menos en Veracruz– el concepto “de pura sangre”.

No hay comentarios.: