Pablo Jair Ortega - pablojairortegadiaz@gmail.com.- El discurso expresado por la cadete de la Escuela Militar de Enfermeras, Edith Fuentes Osorio, oradora en la conmemoración del 165 aniversario de la gesta de los Niños Héroes, causa extrañeza.
“Es inaceptable que algunos justifiquen el comportamiento delictivo aduciendo falta de empleo, carencia de oportunidades o marginación. Es obvio que la barbarie con que actúan los criminales no corresponde a un desempleado. Oportunidades existen, pero hay que aprestarse para ellas y trabajar con esmero todos los días para conservarlas”, expresó.
Desde siempre se ha considerado al Ejército Mexicano y a la Marina como una de las instituciones más loables, pero que además tienen una base social humilde, de orígenes pobres al menos en su tropa.
Nunca se ha considerado a las fuerzas armadas como discriminatorios, es decir, no desprecian por el nivel social, si bien hay que tener ciertas condiciones físicas para ser miembro de las fuerzas armadas, que limitan a la mayoría de la población que está obesa.
Los soldados y marinos están concientes de que la sociedad vive situaciones precarias, y son testigos de honor cuando las tragedias climatológicas llegan a lugares donde tener algo para comer es un lujo.
Los elementos de las fuerzas armadas, al salir del cuartel con la intención de acabar con el narcotráfico, ya han aprendido cómo combatir en las calles de muy diferente entrenamiento y mañas al que por muchos años se atuvieron por la disciplina castrense. Pero de igual manera deben haber visto ya otra realidad muy distinta en términos socioeconómicos.
Los soldados y marinos tuvieron que suavizar su trato con la población y dejar ese discurso de que todos somos enemigos y protegemos a los malosos. Tuvieron que palpar el miedo de que no se trata de señalar por señalar y andar de soplón quemando a los vecinos si venden droga o no. Que el verdadero cáncer de este país es la pobreza y la hambruna, no el narcotráfico.
Pero el discurso dado por la cadete Fuentes Osorio contradice toda realidad. Es el mensaje que expone a las fuerzas armadas como una clase elitista que no ve pobreza ni hambruna, pero sí una lucha ciega contra todos los criminales de este país.
Al parecer la cadete o quien le haya escrito el discurso y obligado a leerlo, no ha leído o escuchado las noticias donde, a grandes rasgos, se habla de una pobreza extrema en la que está sumergido el país. Del desempleo, ni se diga: el mentado “presidente del empleo” terminó por olvidarse de su promesa de campaña.
“Seis de cada 10 personas que se emplearon entre 2006 y 2011 lo hicieron en la economía informal. El desempleo creció 33.3% en ese lapso, con una cifra que alcanzó los 2.7 millones de personas, que sumadas a las que estaban en esa condición totalizó casi nueve millones de mexicanos”, según el estudio Desempleo y empleo informal en México 2006-2011, del Centro de Análisis Multidisciplinario (CAM) de la Facultad de Economía de la UNAM.
“En México laboral unos 13 millones de personas en condiciones precarias, sin seguridad social, ni salarios fijos, que si se suman a los 2.5 millones de desempleados y los 4 millones de subocupados –personas que declararon tener la necesidad y disponibilidad de laborar horas extras–; en el país hay unos 19 millones de mexicanos trabajando en condiciones negativas. Contra los 15.7 millones de personas que laboran en la formalidad”, subrayó recientemente la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Y es que si para la élite del Ejército no hay pobreza ni hambruna, entonces ¿en qué país vive? No hay que ser genios, ni estudiosos, ni siquiera adicto a la información para saber que hay gente que se vuelve criminal por pura necesidad.
Un país de problemas tan complejos, como la falta de oportunidades, comida para todos y educación, sencillamente remite a que se busca la forma más fácil de hacer dinero: los que renuncian a las fuerzas armadas no sólo es por su falta de lealtad y compromiso, sino porque salen a hacer lana, que no ganarán como soldados al servicio de la patria.
Porque los que se hacen ricos en las fuerzas armadas son pocos. Sí es un seguro de vida trabajar en el Ejército, como lo es trabajar en PEMEX, en la Comisión Federal de Electricidad, pero es un pequeño círculo el que se lleva la verdadera fortuna como en cualquier paraestatal.
La cadete Fuentes Osorio, desde la comodidad del atril, empina al Ejército Mexicano por el simple hecho de querer dar expresiones retóricas que se convierten en banales apapachos al comandante supremo.
El desempleo, los empleos informales, mal pagados, derivan sencillamente en violencia doméstica. ¿Quién en su sano juicio estará feliz sabiendo que no tiene comida para llevar a la casa? ¿O que los clientes nomás no pagan mientras se les ve vivir como sultanes? ¿Quién es plenamente feliz sobreviviendo diariamente en un sub-empleo pese a estudiar una carrera? ¿Quién se atrevería a poner un puesto de tacos si al rato vienen a pedir la “cuota” de los criminales o la “mordida” de las autoridades?
El discurso dado en la conmemoración de la batalla de los Niños Héroes, incluso va en contra de las condiciones que los mismos soldados y marinos en operativo tienen. Nos consta que muchas veces hemos visto a los elementos carecer de los alimentos básicos: cuando llevan a un detenido a declarar en Xalapa, aprovechan esos momentos para comprar algo para comer, ya sea un pollo, a veces simplemente pastelitos Marinela y su refresco. Lo que sea para matar el hambre.
“Usted, señor Presidente, ha liderado la consolidación de estos valores. Lamentablemente, en esta radiografía del país también registramos cánceres que debemos extirpar con decisión y de una vez por todas, como la corrupción y la impunidad que nos laceran en doble vía, pues en algún momento somos víctimas de aquello que en ocasiones toleramos y a veces inducimos”, dice en otro párrafo el discurso de la cadete.
Pareciera que a la élite del Ejército tanto contacto con Felipe Calderón los alejó.
Es de destacar, en contraparte, las recientes declaraciones del secretario de Marina, Francisco Saynez (verdadero orgullo jarocho), quien con valentía y sentido común, expresó –palabras más, palabras menos-- que ojalá la próxima administración entienda que con inteligencia y no con violencia, se combate al crimen. En pocas palabras desarticuló toda la letanía de este sexenio cuyos muertos son sólo números y bajas colaterales.
Ojalá no sea este discurso de la señorita el sentir general del Ejército Mexicano. Al menos en la Marina ya quedó claro la forma en que se sienten por la manera de operar/combatir al crimen organizado.
Sencillamente es extraño la manera en que el Ejército no vería la pobreza ni la hambruna ni la falta de oportunidades.
Ojalá solamente haya sido una chaqueta discursiva de esos tantos zalameros que abundan en cualquier administración federal.
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