10 de septiembre de 2012

Rumores, rumores, rumores

Pablo Jair Ortega - pablojairortegadiaz@gmail.com.Probablemente se esté sintiendo un ambiente de incertidumbre previo al cambio de gobierno federal. Mientras hay voces que plantean la salida del Ejército de las calles como una manera de revertir la violencia, los del equipo de transición dicen que se quedarán por unos meses más.

En el puerto de Veracruz, dicen que los jarochos ya se acostumbraron de ver a la Policía Naval y, de café en café, de canilla en canilla, entre mentadas de madre y picardía diversa, dicen que no quieren que se vayan los marinos porque sienten que el puerto se ha vuelto más seguro desde que se encargan de la vigilancia local.

Claro, exceptuando que hubo cuatro periodistas ejecutados al momento de su vigilancia. Ya ni qué decir de la muerte de Víctor Báez, en Xalapa, en una capital que supuestamente está encerrada entre retenes.

El asunto es que en la zona centro parecen haberse calmado los rumores y el pánico que originaba la violencia (ojo, no los tuiteros) entre bandas del crimen organizado y las fuerzas del orden.

Ahora el sur de Veracruz parece ser el territorio a donde se han replegado los delincuentes, pues en las últimas semanas comenzó a haber una ola de ejecutados y desaparecidos que parece imparable. Y eso no lo dicen quienes platican con este frustrado astronauta astrofísico: se lee en la prensa, entre los compañeros que hablan de la reciente violencia.

Los hechos violentos, si bien no detallados como uno quisiera en los medios, trascienden porque es imposible negarlos. Sería como actuar en complicidad con los “malos” el quedarse callados sobre hechos que, aunque se quieran ocultar, la gente se entera, lo sabe, lo comunica. Por eso hay medios donde, incluso la competencia de la nota roja, obliga a reportar lo que las esferas políticas pretenden minimizar.

El que la población sea la que transmita el chisme, la información, no es meramente de argüende de vecindad: no me dejarán mentir quienes trabajamos en este abarrote, que los amigos y vecinos preguntan a los periodistas cómo está la situación, ante la falta de una autoridad competente y honesta con la realidad que envuelve a los habitantes de una comunidad.

El sur de Veracruz se está volviendo particularmente susceptible a los rumores como ocurrió en su momento en Xalapa y Veracruz, donde fue más fácil echarle la culpa a las redes sociales sin entrar a fondo en el problema de comunicación entre autoridades y población, necesario de resolver en estos tiempos donde los mensajes de texto viajan casi a la velocidad de la luz.

Y los rumores no están creciendo solamente porque algún desgraciado anda haciendo maldades por el sólo hecho de poner en aprietos a la autoridad, sino porque es palpable la violencia: se siente en las calles la tensa calma, especialmente por las noches. Los changarros en varias partes han cerrado. En Minatitlán, la ejecución de un taquero muy popular hace pensar si vale la pena salir en la noche por una cena callejera.

La realidad de un Veracruz violento está reflejándose en la zona sur de Veracruz, donde no sólo parece haberse convertido en el nuevo Edén de la maldad, sino que todavía se percibe ese tufillo a impunidad, como el junior que amenazó con cortarle la cabeza mínimo a tres policías de Coatzacoalcos.

El chamaco se disculpó, eso se aplaude, pero la amenaza a la autoridad quedó sin castigarse; se supone que el ciudadano debe ya de empezar a respetar para que mejore esa imagen de corrupción, impunidad y nula seguridad.

El sur de Veracruz es especialmente delicado por sus historias de violencia y porque es donde está concentrada una gran riqueza para la entidad y el país. Aquí todo huele a petróleo, sabe a petróleo, se mueve alrededor de los petroleros, la clientela favorita del narcomenudeo, de los secuestros; ya ni digamos de los médicos, que ya incluso han hecho marchas contra la violencia, porque son uno de los sectores más afectados, especialmente en Minatitlán.

Pero mientras eso ocurre, los rumores crecen por una mala estrategia de comunicación al tratar de hacer tersa la violencia.

Mientras, los rumores, rumores, rumores. Sí, la mayoría es puro “méndigo” rumor, pero al menos en el sur de Veracruz hay una justificación: la gente tiene miedo y nomás no se ve una mejora en el rubro de seguridad.

El crimen en los últimas semanas se ha incrementado en esta región. Desde Isla hasta Las Choapas. Se pensaría que con los cuarteles militares instalados en Coatzacoalcos (que también es base de la Marina), Minatitlán e Ixhuatlán, la zona sur sería la más segura, pero al parecer los exitosos operativos contra los que trafican combustible derivaron en ejecuciones y en dinero urgente y necesario para la delincuencia organizada.

No es que se apueste a la alarma, pero la autoridad está a tiempo de tranquilizar a una población que está en la incertidumbre y en el temor de una nueva era de terror. Ya se debería sentir que la seguridad va mejorando en aras de una administración entrante que supuestamente va a cambiar todo lo que no hizo Calderón.

“Veremos”, dijo un ciego a José Luis Ortega.

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