Pablo Jair Ortega - pablojairortegadiaz@gmail.com.- Ese día, el presidente Enrique Peña Nieto se debe haber levantado y, en teoría, haber leído un periódico o, al menos, el resumen ejecutivo sobre las actualizaciones en el caso de la Torre de PEMEX.
Algún asesor, en aras de modernizar a ese PRI insensible, oscuro, valemadrista, populachero pero a la vez distante, debe haber aconsejado al presidente que esta era su prueba de fuego para mostrar sensibilidad y cercanía con la gente; que era necesario tomar como ejemplo el caso trágico de Brasil y su presidenta Dilma Rousseff para mostrar un acercamiento con las víctimas del incendio en la discoteca Kiss donde murieron 237 jóvenes.
El día de la explosión, el Jefe del Estado Mayor debe haber fruncido el ceño y opinado contrario a los asesores del presidente: es inviable llevar al titular del Poder Ejecutivo a una zona de desastre, sobretodo cuando no se sabe qué ocasionó una explosión que lleva hasta el momento 34 muertos; que la regla mínima de seguridad es no llevar a quien lleva las riendas de este país a un siniestro por el simple hecho de parecer conmovido, ya que primero está la seguridad del Presidente.
Acusaban los priístas de populistas a Fox y López Obrador, pero ahora nomás miren a Peña Nieto, quien con todas las recomendaciones del Estado Mayor Presidencial, y a sabiendas de que se tendría que desplegar todo un operativo de seguridad especial que estorbaría la labor de cuerpos de rescate y ambulancias, nomás por su copete hinchado, se montó en su macho y asistió de curioso a la desgracia.
Un presidente que nada tenía qué hacer en una zona de desastre, como sí debía estar presente el secretario de Gobernación para mostrar si vale la pena darle todos los poderes que le restó el panismo en 12 años.
Por cierto que a Osorio, en su debut ante las cámaras de televisión en el lugar del incidente, se le vio más nervioso que quinceañera. La diferencia es cuando salió a la palestra este sábado el procurador general de la república, Jesús Murillo Karam, quien mostró toda la escuela del colmillo priísta para manejar a la prensa.
Un dato interesante aportado por Murillo Karam es que dio a conocer que no hubo flamazo; es decir, que no hay señales de fuego en paredes, lo que descartaría combustibles líquido o gas. Queda pendiente si saldrán con que fue un problema eléctrico que al sentido común de la población no convencerá, ya que nadie en su sano juicio cree que un transformador tenga una explosión de tal magnitud.
Esto va que vuela para un evento calculado: la hora que ocurrió el evento fue en el momento de mayor concentración de empleados que regresaban de comer, en un momento donde se aglomeraban para hacer chequeo de entrada.
DÍAS DE LUTO
En México no se acostumbra mucho eso de los días de luto. No se recuerda al menos uno reciente. Pareciera que la muerte para nosotros no es nada serio y más cuando es masiva.
Que si bien nosotros como sociedad nos organizamos para hacer colectas y ayudar a los mexicanos y extranjeros en desgracia en tiempos de desastre, no se nos ha adoctrinado el simbolismo de los días de luto.
Tan es así, que el presidente, emulando a la presidente Rousseff, declaró tres días de luto nacional por las víctimas del flamazo.
Pero el que se supone quien es el más conmovido, quien --contrario a los lineamientos de seguridad presidencial-- acudió a la zona de desastre, a ver a los enfermos aunque sea un ratito, hizo lo menos pensable en momentos de tristeza para el país: se fue de vacaciones a Punta Mita, en la riviera nayarita, hospedando a la familia en el lujoso Hotel St. Regis.
Así, como si nada, quien quiso dar la imagen del presidente preocupado por sus mexicanos, de la nada declaró los tres días de luto y los aprovechó como cualquier trinche burócrata o maestro para tomar puente e irse a la playa.
Reventado el escándalo de las minivacaciones de Peña, éste regresó en friega para tomarse la foto con los rescatistas, mientras se daba a conocer que se había encontrado otro cuerpo entre los escombros del edificio B-2.
Sin duda el estrés debe ser canijo, pero tomarse vacaciones en medio de la desgracia es la peor estupidez que puede cometer un mandatario: en el documental “Fahrenheit 9/11”, de Michael Moore, detalla algo similar con el presidente estadounidense George W. Bush justo después de los ataques del 11 de Septiembre a las Torres Gemelas en Nueva York, y quien prefirió irse a su rancho en Texas a cazar armadillos.
Ya si a Peña no le dan tiempo los libros, por lo menos no le costará que alguien le consiga ese documental sobre lo que NO debe hacer un presidente en tiempos de crisis, si de verdad no quiere pasar a la historia como el Bush mexicano.
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