Compañeros periodistas narran que es increíble como con impunidad se pasean civiles armados en las calles, en un escenario surrealista de tiempos del viejo oeste en pleno siglo XXI. Van en camionetas que parecen estar paseando por las calles de Tampico y Ciudad Madero (ambos conurbados, como Veracruz y Boca del Río, divididos sólo por un bulevar llamado Adolfo López Mateos). Dicen que hasta parece que están en carrusel, porque pasan varias veces patrullando por el mismo punto.
Amigos de Tampico comentaban sus angustias ante las balaceras que vivieron en carne propia: familias enteras se encerraron en bodegas de tiendas comerciales durante horas por los enfrentamientos que se estaban dando en las calles.
Lo de este fin de semana en Tamaulipas en verdad es escalofriante, y más si tomamos en cuenta que Tampico y Ciudad Madero tienen que ver mucho con la vida de Veracruz. A mediados de los años 50, unas 300 familias pertenecientes a la Sección 21 de Ciudad Madero, se asentaron en Minatitlán para trabajar como especialistas en la Refinería Lázaro Cárdenas. Tampoco dejemos de lado la colindancia y constante intercambio comercial y de población: veracruzanos van a Tampico y Ciudad Madero; tampiqueños y maderenses también viajan a terreno jarocho, especialmente a Pánuco, Tampico Alto y Pueblo Viejo.
Causa curiosidad por esto el fenómeno entre Veracruz y Tamaulipas. Ambos, en su debido tiempo, han tenido problemas de violencia a niveles como los vividos este fin de semana en la tierra de legendarios capos como Juan García Ábrego y Osiel Cárdenas Guillén. De hecho, podemos decir que el origen histórico de los problemas en Veracruz, con respeto para los tamaulipecos, vienen precisamente de ese estado fronterizo con Estados Unidos: los principales líderes de cárteles de la droga que pelean en territorio veracruzano son precisamente de Tamaulipas.
No obstante que la violencia se ha disparado enormemente y que se puede decir que Tamaulipas es en realidad un estado donde incluso las fuerzas armadas han perdido el control por completo de territorios, llama la atención que no se generen los estados de pánico ni alarma que sí han ocurrido en Xalapa o el puerto de Veracruz.
Y es que al parecer en Tamaulipas, un verdadero estado en zona de guerra y donde la impunidad se pasea tranquilamente por las calles, las cosas están tan graves que la población ya vive acostumbrada a esos escenarios de violencia. Que, a diferencia de Veracruz, incluso por temor prefieren evitar el tema, al grado de censurarse en redes sociales.
Tamaulipas, por ejemplo, tiene una cuenta de Twitter (@ValorTamaulipas, con 61 mil seguidores) que se ha convertido en la única vía semioficial para conocer las situaciones de riesgo que se presenten en el estado. Los usuarios de Tuiter, a diferencia de Veracruz, participan poco en comentarios abiertos al público, pues saben que los administradores de @ValorTamaulipas han sido amenazados de muerte.
Aquí en la aldea veracruzana --aunque luego nunca faltan los azotados que se dicen vulnerados por la represión y los “orejas”-- en redes le han mentado la madre hasta al gobernador.
Y es que en el terreno de la censura en Tamaulipas, ésta ha llegado a niveles inconmensurables en donde ningún diario o portal de importancia periodística maneja el tema de seguridad. Los periódicos como El Sol de Tampico, Milenio Tamaulipas, Tamaulipas Hoy, etc., omitieron este lunes cualquier detalle de las balaceras ocurridas el fin de semana.
La misma autocensura se ejerce en Veracruz porque nadie quiere problemas con el crimen organizado. No obstante, hay medios que todavía manejan situaciones graves para demostrar que en ningún momento ha permeado en absoluto la censura. Al contrario de los compañeros tamaulipecos, entre los medios veracruzanos todavía existe valor y audacia para el manejo de la nota policiaca de alto riesgo.
¿Qué existe peligro? Claro, los temas de seguridad siempre serán como piezas de baile: le entras o no y ya sabrás lo que te toca. No por nada los periodistas muertos que ha habido en Veracruz.
Pero si algo no queda duda es que en Tamaulipas el periodismo no sólo evita, sino ignora --con justificada razón-- lo que ocurre en su entidad. Como ejemplo podemos citar el caso del ex alcalde de Nuevo Laredo, Benjamín Galván Gómez, propietario de dos importantes medios de comunicación, quien fue secuestrado y posteriormente encontrado sin vida este 31 de marzo. Su muerte no causó motivo alguna de protestas, ni siquiera se convirtió en el mártir de la libertad de expresión que ahora es Gregorio Jiménez de la Cruz.
¿Acaso somos más alarmistas en Veracruz? ¿Tenemos acaso los jarochos una mayor posibilidad para comunicarnos? O sea, ¿somos más chismosos por naturaleza?
Ha sido la violencia en Tamaulipas más fuerte y real como para que ni los tuiteros hablen de ella. En el vecino estado la violencia no ha cesado, no ha bajado de intensidad, y es por eso que hasta los periodistas evitan hablar de sus propios muertos.
Y es que en Veracruz, señalado como el estado más peligroso para los periodistas por su estadística lamentable de fallecimientos, parece no ser nada comparado a lo que ocurre en la tierra donde nacieron las aves de tempestades que inundaron al territorio veracruzano en la violencia.
Tamaulipas, un estado donde hay gente muy querida, está sufriendo un verdadero estado de sitio, no muy lejos de lo que ocurre en Michoacán. Al tiempo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario