AUTO... DEFENSAS... ¡Muajá!
En la entidad jarocha hay una repelencia en la clase política a que siquiera se nombre la palabra “autodefensa”. Es casi un término tabú para la clase gobernante y lo desprecian hasta la vergüenza.
Pero antes de espantarse y persignarse, quizás haya que reconocer una realidad: la instalación de grupos delincuenciales en Veracruz (confirmada por el diputado José Ramón Gutiérrez de Velasco, presidente de la Comisión de Seguridad Pública) obliga, necesariamente, a pensar en que la población --o al menos un sector de esta-- buscará una manera de defenderse; que los pudientes podrán tener sus guardias o escoltas; que los caciques tradicionalmente tienen a sus pistoleros; y hasta PEMEX tiene su policía, denominada Seguridad Física o “especiales”.
La historia también nos dice que antes de la expropiación del petróleo, las compañías inglesas, estadounidenses y holandesas también contrataban guardias blancas como las encabezadas por Cástulo Pérez, en Minatitlán; y Manuel Pelaez, en la Huasteca.
En Coatepec, por ejemplo, inquietados ante la ola delincuencial que se desató en los últimos meses (especialmente por robo a casas y asaltos), vecinos de un fraccionamiento buscaban implementar una “autodefensa” como la que ocurre en varias colonias del Distrito Federal: una alarma ruidosa que pudiera activar cualquiera para dar aviso de una situación de riesgo. Una modalidad del “Vecino Vigilante”. Una autodefensa sumada al trabajo que hacen los tradicionales veladores con sus rondines.
Y quizás el miedo de la clase política jarocha sea el que no quieren que se vea a sus instituciones como débiles con la presencia de “autodefensas”, pero resulta paradójico si en el discurso oficial se argumenta que Veracruz es un estado tan grande que es imposible cuidar a todos y que necesariamente habrá delitos porque nunca falta un ocioso que los cometa. Bajo esa lógica, es claro que cualquier comunidad, colonia, gremio o barrio busque una manera de protegerse de los embates de la delincuencia, creando su propia “autodefensa”.
Ya no digamos que la Policía Federal, Estatal o Municipal tenga fallas. En el sur de Veracruz, los problemas de organización en el Mando Único con sede en Coatzacoalcos y extendido a Minatitlán, han hecho que se disparen gravemente los secuestros y asesinatos en estas ciudades industriales. Entre policías se sabe que no se cuenta ni con los elementos necesarios y muchas veces carecen de herramientas simples como la gasolina para las patrullas. La Policía Naval ha sido reducida a detener borrachos y miones en la calle.
Es lógico que en algún momento, cualquier comunidad piense en autodefenderse, y si la situación (como la que ocurre en el sur) es extrema, evidente sería pensar que en algún momento la respuesta será extrema; en Minatitlán, por ejemplo, ya hay restaurantes que se mantienen bajo llave para cuidar sus accesos en horas de servicio.
No se desea un escenario como el de Michoacán, incluso nos atrevemos a pensar que estamos lejos de ese panorama. No obstante, Veracruz tiene situaciones que, claramente, obligan a la preocupación ciudadana a organizarse para protegerse… y defenderse.
En Michoacán, por ejemplo, el comisionado federal Alfredo Castillo acaba de dar a conocer que aseguraron a la delincuencia organizada 80 mil litros de gasolina robada, mismo negocio que en Veracruz tiene años implementándose, súmese que el estado es el que tiene más kilómetros de ductos en el país. Las balaceras en Xalapa, los enfrentamientos en Tamaulipas, las disputas en la entidad desde el sexenio pasado (con el recrudecimiento por la estrategia del presidente Calderón de enfrentar el fuego con fuego), sin duda son caldo de cultivo para que cualquiera, en la medida de sus posibilidades, se arme o disponga de una guardia personal o comunitaria. Una autodefensa.
En plática con un jefe policiaco ya retirado, éste nos comentaba que durante su carrera siempre se lidiaron con estos grupos de autodefensa. Que no son nuevos y han existido desde “siempre”.
En Orizaba, el responsable de la oficina de Política Regional, Marcelo Cervantes Huerta, fue claro al decir que no existe en ninguna comunidad de cualquier municipio de la sierra de Zongolica los grupos denominados “autodefensas”, en plan de desmentir el comunicado que lanzara en días pasados el PRD, asegurando que estos grupos existen en Soledad Atzompa. Sin embargo, reitera lo que se comenta en estos párrafos: que sí hay policías auxiliares en las comunidades; que a ellos los determina la situación de las mismas comunidades y no la constitución ni la propia legislatura; que son situaciones que se dan precisamente por la lejanía de las congregaciones rurales.
No hay que temerle a la palabra “autodefensa”. Veracruz está lejos de los conflictos sociales, de seguridad y hasta religiosos que permearon en Michoacán, aunque tampoco está exento de que, si no se hace algo urgente, lleguemos a esos niveles.
Caer en esa dinámica de la negación está probada que sólo abona al descrédito. Es como cuando el Gobierno del Distrito Federal niega hasta la ignominia que exista delincuencia organizada en la Ciudad de México. Francamente, es cuestión de estúpidos cerrar los ojos ante una realidad.
El regreso de la Marina a las calles de Xalapa puede ser incluso un oxígeno necesario para la seguridad y para la credibilidad del estado. Eso también forma parte de la “autodefensa” que se puede proporcionar a una sociedad azorada por las balaceras que se reportan a cada rato.
Ahora que sí, de plano quieren desmentir la existencia de autodefensas en Veracruz, es momento de que muchos políticos de primer nivel dejen de lado los “acompañantes” que día y noche los resguardan, que en su caso, son “cuerpos de seguridad”, pero nunca “autodefensas”.
Como van las cosas, en Veracruz va que vuela la censura (o peor, la autocensura) en la palabra “autodefensas”; en términos folklóricos, la palabra “autodefensas” en Veracruz es igual al “innombrable” Carlos Salinas de Gortari o incluso al Voldemort de Harry Potter.
Neta: no deberían espantarse o paniquearse tan a la ligera.
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