El secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong.
El pasado 11 de julio el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, adelantó lo que será la nueva medida del gobierno mexicano para impedir que más migrantes crucen el país: se les impedirá --al menos como inicio-- que suban al tren conocido como “La Bestia”, cuya ruta es la más usual para centroamericanos que desean llegar desde la frontera sur de México hasta la antesala de Estados Unidos en el norte de nuestra nación.
Es decir, aunque no se ha informado oficialmente ni de manera detallada cómo será la estrategia para impedir que los inmigrantes suban al tren, lo más probable es que sea de tipo policiaco y en ciertas estaciones impidan que los migrantes suban; o que en determinados puntos los trenes serán revisados y todo el que esté arriba será bajado y deportado; o quizás la más drástica y utópica de todas: que por fin van a vigilar la porosa frontera sur con Guatemala para evitar que sigan pasando como Pedro por su casa.
O tal vez, en aras de que ya no se queden a ser víctimas del crimen organizado proliferante especialmente en la región sur de Veracruz, sean llevados en vehículos especiales a la frontera norte y que se conviertan en problemas de los gringos.
Esto último suena descabellado, porque las políticas de Estados Unidos están siendo claras en sus señales: la frontera se va a sellar por más niños que manden los “polleros” y que llegan increíblemente a carretonadas… ¿Quién los manda? ¿Quién los organiza? Es difícil creer el cuento de que Pedrito, Juanito o Fulanito atraviese solo todo un país tan peligroso como México, vague por varios días en el desierto y al final se entreguen a la Patrulla Fronteriza. Lo último se sospecha como una manera de presión de los traficantes de humanos para saturar de niños (el grupo más vulnerable) al sistema policiaco estadounidense, obligándolo a no actuar y a exhibirlos como villanos.
Es como cuando en las protestas de la presa Yuribia ponen a los niños y a las mujeres al frente de los contingentes para evitar que sean desalojados: nadie se va a meter con los grupos más sensibles de la sociedad.
Es entendible que la situación humanitaria de los inmigrantes conmueva; sus historias para alcanzar el sueño americano, los abusos de los que son víctimas, pero si algo nos ha enseñado Estados Unidos en su historia bélica y en aras de la seguridad nacional, es que no se va a tocar el corazón para tomar medidas drásticas que puedan incluir la fuerza letal para evitar el paso a su territorio. De ahí, el problema se quedará en México.
Por eso la importancia de sellar el paso de la frontera sur, donde desde Chiapas cruzan miles de centroamericanos en la supuesta búsqueda de una mejora en la vida.
Llama poderosamente la atención el dato que los mismos inmigrantes cuentan en su tortuoso camino por México: que los malosos les quitan todo su dinero que llega a ser hasta 7 mil dólares por persona (casi 100 mil pesos).
¿Neta tienen 7 mil dólares así nomás más como si nada? ¿No será más fácil y barato sacar una visa o permiso en México como turista y llegar legalmente a la frontera y de ahí cruzarse a la aventura? O sea, ¿en serio con tanto dinero tienen que a fuerzas pasar por el calvario de arriesgarse a trepar un tren, vivir encima de él por varios días, arriesgarse a la intemperie, a los delincuentes, a los pinches moscos tropicales, a la corrupta policía? ¿En verdad con 7 mil dólares no les alcanza para entrar legalmente a México y viajar en avión a Tijuana u otra zona fronteriza?
Hemos sido testigos de que en la garita de Acayucan han detenido a camionetas bien acondicionadas para largos viajes y que en ella han viajado pasajeros indocumentados, como lo hacen muchos en Estados Unidos y cuyas tácticas son las de viajar tranquilamente por las “freeway” haciéndose los occisos, mezclándose con los demás… ¿A poco será muy difícil aplicar la misma estrategia en México y prefieren tentar a la muerte nomás porque les gusta el sufrimiento?
Y es que mientras nos tocamos el corazón con el tema de los inmigrantes, la realidad es que no los conocemos. No sabemos si realmente sus intenciones sean pasar al otro lado sólo por el deseo de tener una vida mejor. Siendo fríos como los gringos, son extranjeros que llegan a un territorio con intenciones desconocidas… ¿Usted daría alojo a alguien que no conoce sólo porque quiere ayudarle a llegar al otro lado? ¿En verdad nos podemos dar ese lujo?
Y sí, claro que hay honrosas excepciones, y las historias que narra el padre Alejandro Solalinde son muestra clara de que hay gente que realmente sólo quiere pasar el infierno mexicano para llegar al otro lado, cargando poco dinero… Pero ¿qué pasará cuando a largo o mediano plazo las medidas de los estadounidenses se endurezcan aún más? ¿Dónde cree usted que se quedarán a vivir todos esos inmigrantes buenos y malos? ¿A qué país cree que le afectará cuando entonces los niños centroamericanos (o quienes los mangonean) decidan quedarse a presionar llegando por miles?
Y no, no es xenofobia: si de algo nos podemos caracterizar es que México ha sido un país amigable, que le abre las fronteras al mundo, pero tampoco podemos ser ingenuos en estos nuevos tiempos y pensar que esa fraternidad no pueda ser aprovechada por delincuentes centroamericanos para ir incrementando lo que ya es una pesadilla de criminalidad en México. Basta ver a las famosas “Maras” y basta recordar el caso de Canadá, que ante el aumento de “asilados políticos” mejor empezó a pedir visas, porque hubo gente que simplemente quiso abusar de la hospitalidad.
También es criminal que países como Guatemala, Honduras y El Salvador no hagan nada, ni procuren evitar que sus connacionales sigan abandonando sus respectivas patrias. Que no haya políticas que los hagan desistir y mucho menos les impidan salir tan fácilmente. Por eso la necesidad de que la frontera sur sea ya también vigilada, sellada, o en una de esas (pachequeando ando; no me toquen, ando chido) capaz Estados Unidos toma control también de ese borde limítrofe entre México y Centroamérica aludiendo su seguridad nacional y la protección de sus intereses en México.
Y así como son de nalgasprontas históricos los políticos mexicanos, no dude que ni repelen y hasta avalen que fuerzas norteamericanas tomen control de la frontera sur. Un problema menos que resolver y ahí entiéndanse con los EE.UU., que ya está más que comprobado que se pasa la ONU y la opinión internacional por el Arco del Triunfo.
Cierto, nadie va a frenar la migración; siempre existirá y será una constante como el consumo de droga, de alcohol, tener sexo, etc., pero la autoridad está siendo rebasada y debe ya regularizar el gran negocio internacional de tráfico de personas.
Por eso el anuncio de Osorio Chong causa mucha expectativa. México está a tiempo de tomar al toro por los cuernos y empezar a tomar medidas para evitar que cientos de adictos a los deportes extremos se suban a “La Bestia” y luego narren que una bola de mexicanos culeros los agandallaron y algunos hasta murieron en el intento.
Claro que la motivación para seguirse arriesgando debe ser el hambre padecida, pero también se ven a las autoridades de los países centroamericanos instalados en la cómoda flojera de echarle toda la carga al estado mexicano. Una prueba es que los cónsules viven cómodamente en el puerto de Veracruz, cuando el conflicto y los muertos están más acá en el sur: en Coatzacoalcos, en Minatitlán, en Chinameca, en Acayucan. De hecho a los cónsules se les ve poco.
El asunto es complejo. Lo único que sabemos es que los migrantes siguen llegando por montones y no precisamente bailando chachachá.
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