José Luis Burela López
Pablo Jair Ortega - pablojairortegadiaz@gmail.com.- Transcurrida la tragedia del 12 de julio, donde fallece el joven José Luis Burela López, de oficio tatuador, el escándalo sigue porque ha sido llevado al plano mediático, conviniendo así a la inculpada y enlodando seriamente la manera en que se hace justicia en Veracruz.
Pasamos del accidente al plano en la lucha por el poder en Veracruz, donde se descalifica a las instituciones y se realizan acciones burdas como la de llevar acarreados de la CROC al Ministerio Público para pedir que no se libere a Marijose Gamboa, acusada de presunto homicidio por atropellar en estado de ebriedad a Burela López.
Al no pertenecer a un gremio de peso, el humilde tatuador tiene poca preponderancia para rebatir los espacios que la defensa le está abriendo a la periodista y funcionaria del ayuntamiento de Boca del Río, Marijose Gamboa Torales. No es lo mismo si el fallecido hubiese sido un periodista, un político o alguien de una organización obrera. Tiene pocos foros la familia para que pueda expresarse directamente, sin que sea acusada de que sea desviada o influenciada por Gobierno del Estado.
Para eso crearon una página de Facebook y han estado usando las redes sociales para defender la memoria de Burela, aunque con poco éxito y descalificaciones por parte de simpatizantes de la acusada de homicidio. La estrategia de los familiares, si es auténtica, merece todo el reconocimiento y apoyo de la sociedad, pues Gamboa Torales tiene todo un aparato ideológico y de críticos “independientes” (mis huevos) a su servicio, contando también con el apoyo que hace la familia gobernante de Boca del Río con su estructura de gobierno e influencias políticas.
De hecho la familia, en pleno dolor, ha tenido que dar la cara para defender el honor de su fallecido. Decir que no era suicida y mucho menos alguien que despreciaba la vida. No debería estar pasando por el infierno que actualmente sufre; sólo debería recuperarse --si es que alguna vez nos recuperamos-- de la pérdida de su ser querido.
No. La familia de José Luis Burela López ha tenido que lidiar todavía con el huracán de intereses políticos y permanecer en la desventaja de ser los deudos en una situación tan lamentable; tiene que defender a su muerto antes los embates y descalificaciones de la defensa oficial y no oficial de Maryjosé Gamboa.
Antes que todo, se insiste: fue un accidente y a cualquiera le pudiera haber pasado. El asunto no se le desea a nadie, pues es difícil cargar con una situación de esa naturaleza. Es verdaderamente muy lenta la recuperación del ser perdido y de aceptar que se quitó una vida. Las desventajas que enfrenta la familia de Burela López son en verdad tangibles y sólo les queda confiar en que se hará justicia conforme a lo que pueda presentar como pruebas la Procuraduría General de Justicia y lo que pueda demostrar la defensa de Marijose Gamboa. Simple y llana justicia.
LOS MEDIOS
El reconocido periodista y maestro Luis Velázquez Rivera, escribió en su EXPEDIENTE sobre la historia de Bob Woodward y Carl Bernstein, reporteros que dieron a conocer el famoso caso Watergate, y cómo su jefe Benjamin Bradlee les advirtió que el llevar una historia así implicaría sacrificios tremendos, como el evitar bares, no salir de noche, ser reservados en su vida privada y prácticamente acuartelarse para evitar ser espiados por el gobierno, que se vengaría o buscaría cualquier desliz de los periodistas para hacer escarnio de ellos por exhibir, ni más ni menos, que al presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon.
Algo similar nos dijo César Vázquez Chagoya a José Luis Ortega Vidal y a un servidor horas antes de arrancar el proyecto del diario Notisur, de Coatzacoalcos. Estaríamos en una plaza difícil, con muchos intereses y además teníamos encima el factor de la violencia por la delincuencia organizada. Como parte de las enseñanzas del entrañable patrón, nos reunimos en la casa que rentaba y tuvimos una larga charla entre los tres. Palabras más, palabras pidió que “si van a hacer desmadre, háganlo en su casa; pero de preferencia, no lo hagan”. Nos habló de que este oficio es difícil y los adversarios empresariales, políticos, policiacos y hasta delincuenciales, no se tentarían el corazón para indagar en nuestra vida privada y tomar en cuenta los errores que hayamos cometido para echárnoslos en cara.
Aplica todo lo anterior para el caso de Marijose Gamboa y la familia Yunes. Si la periodista/funcionaria es una aliada importante para defenderla hasta la ignominia, de entrada mejor la hubiesen protegido de los embates de los que dice ser víctima. Que un activo valioso como el que representa Gamboa, podía haber tenido a su disposición por lo menos un chofer y un asistente para evitar que por sus desvelos de 16 a 18 horas de trabajo diarias, le pasara algún accidente, máxime si (no es pecado) gusta de tomar algún trago coqueto para el estrés. Ella misma confiesa que la rutina que lleva diaria es imposible para descansar, por lo consiguiente, no puede darse el lujo de ser su propia chofer, más en las horas de madrugada cuando el cuerpo pide cama.
Con todos los embates y persecuciones de los que dicen es víctima Marijose, ella misma debería haber sabido que no se podía dar el lujo de cometer un error previsible para que sus adversarios políticos hiciesen injuria de su persona, mucho menos atropellar y matar a un civil.
Si bien los yunistas/panistas/“independientes” culpan a Burela López de cruzar el bulevar sin usar el puente peatonal, bajo esa lógica a Maryjose Gamboa --como funcionaria muy ocupada y con poco tiempo para dormir-- se le puede acusar de que no previó de personal de apoyo para cuidar su cargo que no la deja descansar como la gente normal.
Pero los rebasó la soberbia.
Y hay que quitarle también la figura de periodista y funcionaria a Gamboa Toral porque, más que eso, es una persona, una ciudadana que tiene que enfrentar la ley ante un probable delito. Así de simple. Incluso me atrevo a escribir que más que periodistas, somos seres sociales, gente que con nuestra actitud, nuestra educación, nuestro respeto, cosecharemos amistades o enemistades; que si actuamos de tal o cual manera ante la vida, ante nuestros semejantes, ante momentos tan difíciles como el de Marijosé y el de la familia Burela, cosecharemos los frutos.
El periodista porteño Víctor Ochoa, lo resume contundente en un texto que titula LA CRUCIFIXIÓN: “Marijose Gamboa se ha ganado a pulso, la animadversión de buena parte del gremio periodístico veracruzano a quien ella califica, sin más, de “prensa Duartista”, “asalariados”, “vendidos”, “comprados”, “amansados”, “contentos por unos billetes que les arrojan cada quincena” y un montón de epítetos y acusaciones más. Sin rubor alguno por señalar a sus colegas por algo que ella hizo también en otros medios para los cuales trabajó: vender publicidad y espacios y obtener una legítima ganancia de ello. Y sin rubor hoy, a pesar de que ella misma pisoteaba, diariamente, un principio básico de la Ética Periodística: no ser Juez y Parte, al ser funcionaria municipal panista y al mismo tiempo “periodista crítica”, en dos columnas en el generoso espacio que le conceden en Notiver”.
Aurelio Contreras, autor de RÚBRICA, plantea otra situación similar: “No conozco personalmente a María Josefina Gamboa. No hay simpatía ni antipatía de mi parte hacia ella, pues nunca la he tratado. La escuchaba cuando conducía un programa de radio y leo ocasionalmente sus columnas, que me parecen llenas de una visceral estridencia por su pleito con Javier Duarte de Ochoa. Además, repruebo su doble papel de periodista-funcionaria, que me parece es inaceptable desde cualquier código deontológico periodístico. No se puede ser juez y parte. Sin embargo, tampoco me parece que debamos festinar que desde el poder se haya lanzado a una jauría a despedazarla por ejercer la crítica, fundada o no, contra el gobierno estatal. Sienta un precedente alarmante, porque el mensaje es que ése será el mismo tratamiento que se dará a todos quienes ejercemos la crítica periodística si nos vemos involucrados en un accidente o cometemos un error”.
Y es que lo menos que podemos hacer los periodistas es servir de megáfono y eco a los oscuros intereses de las fuerzas políticas que están en la disputa del caso Marijose Gamboa, y más allá, tristemente, de la memoria de José Luis Burela López.
Pero en un estado que a cada rato recibe el calificativo de ser el peor para los periodistas (aunque parece que se nos olvida Tamaulipas y la peligrosa relación de algunos periodistas con narcotraficantes), lo de Gamboa Torales podía haber sido evitado, como también los prejuicios y acusaciones extraoficiales que se le hacen y no se le desean a nadie.
Así es de ingrato este oficio, y no queda otra cosa más que amachinar. Por eso recomendamos la cordura, porque el encono y polarización sirve a intereses que no son propiamente periodísticos.
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