4 de febrero de 2010

Oyendo a Rockdrigo



Pablo Jair Ortega - pablojairortegadiaz@gmail.com.- En diciembre se cumplieron 24 años de la muerte de Rockdrigo González en ese fatídico terremoto de septiembre de 1985; y mientras en el DF morían miles incuantificados, en Minatitlán la abuela me regañaba porque me movía mucho y no me dejaba peinar con el limón para ir a la escuela.

La canción --según humilde opinión de este guitarrista frustrado-- quizás más emblemática del profeta del nopal seguramente es "La máquina del tiempo". Muy acorde a nuestros días donde se dice que ya casi, inéditamente, vamos a desterrar a la mafia de nuestro país como en ningún otro.

También en estos tiempos donde la verdadera naturaleza de las sonrisas y saludos cordiales se destapa. No hay honorabilidad.

Nos han dicho hasta el cansancio que es imposible viajar en el tiempo, así que la metáfora más obvia para "viajar en el tiempo" es la de ponerse un pasón, lamer LSD o fumar marihuana. Otros preferimos catarsis más inofensivas como escuchar a los clásicos: desde Led Zeppelin, Black Sabbath, hasta Pearl Jam, El Tri o el propio Rockdrigo.

¿Me pregunto cuántos de estos serán marihuanos? Los zeppelin admitieron sus adicciones, a Ozzy es imposible verlo sin la temblorina, de Pearl Jam no sé, pero no lo dudo; del Lora y Rockdrigo, tampoco tengo dudas.

Así como en la música, ¿cuántos artistas en general no quemarán zacatito para el conejo? ¿Cuántos no le meten duro al perico? ¿A las tachas? ¿Cuántos en nuestra ya decadente clase política no le atoran a todo lo anterior? Y no sólo de la izquierda, tan asociada inmediatamente a tribus hippiosas, cheguevaristas, silviorodrigueros, comunistas, hijos de su fidelcastra progenitora.

Me pregunto, y dándole la razón a Rockdrigo "pues siempre te veo muy feliz no seas egoísta, presta el cuento, para así poderlo compartir", si esa realidad que pintan los políticos de progreso, finanzas fuertes, millones de turistas, crisis superada no será porque andan pachecos, porque ya el cinismo quedó muy atrás, rebasado por ambos carriles, borrado de su diccionario y muerto en vicios.

¿Cuántos políticos no andarán como el Dr. House? Quizás no comiendo vicodina como si fuesen cacahuates, pero si algún químico, alguna sustancia que los haga más inteligentes, más viriles, más despiertos, más concentrados. En resumen ¿cuántos políticos no andarán pachecos, drogados, dopados, incentivados para “manejar” los hilos del poder?

Esa debería ser la real preocupación: ¿Cuántos de los diputados? ¿Cuántos de los directores? ¿Cuántos senadores? ¿A quiénes debemos tomar como ejemplo para la sociedad? ¿A poco sería bonito decirle al chamaco “Mira, mijo, ese es el presidente con su cahuama”? ¿O “Mira, mija, esa es la diputada de las Juanitas”?

La realidad de la máquina del tiempo nos alcanza, nos llega tarde o temprano. Pasa, implacablemente. El pasado pesa bastante, más que el presente que se construye.“Fastidiado de la guerra y la explotación, y una historia circular de vicio y corrupción”.

“Préstame tu máquina del tiempo que al cabo tu ni la vas a usar, se que tienes miedo a disolverte y perder tu extraña identidad”.

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