Pablo Jair Ortega - pablojairortegadiaz@gmail.com.- La vida nocturna de Xalapa ha muerto. Los parroquianos ya no son los de siempre: se encierran a tomar en sus casas o en bares desde temprano para evitar la medianoche.
Los taxistas cuentan que Circunvalación, hoy avenida Lázaro Cárdenas, muestra signos de abandono, de oscuridad muerta, algarabía desahuciada. Xalapa la nocturna, ahora es una simple mezcla de calles vacías, fuerzas armadas y un toque de queda necesario.
Comentan que los taxistas se peleaban por hacer cola afuera de las cantinas, en espera de los clientes salieran. Ya sea acompañado, ya sea solo, la idea era cobrar bien por la corrida. Que la disputa por la clientela llegaba incluso a los líderes taxistas que se tenían que poner de acuerdo cuántas unidades de determinada organización debía estar en cada tugurio. La idea es que el sol de medianoche salía para todos.
Los mismos taxistas platican: "Ya no hay cliente ni para los chotitos desde que comenzó este desmadre". Por desmadre se refieren a la violencia, a los nuevos amos de la ciudad, a la mafia mexicana.
Y es que Circunvalación es famosa por la gran cantidad de prostitución. La gran avenida se veía repleta, en un principio, por mujeres que ahí mismo hacían su trato carnal en aras del paso obligado para traileros que paraban a descansar o a echarse un taco por la madrugada, en su camino a la ciudad de México.
De las fondas y las putas que inspiraron a toda clase de literatura, se pasó a un nuevo mercado: el de la prostitución masculina que en los años 80 tuvo su boom. La moda de acostarse con hombres desplazó a las mujeres, como igual la tradicional policía protectora y extorsionadora dejó el relevo del padroteo a los miembros de la delincuencia organizada que comenzaban a hacer circular la droga entre las clases populares.
Desde allí, Lázaro Cárdenas ya se convirtió en centro homosexual por excelencia. La nueva prostitución femenina pasó a las páginas de los periódicos y el internet con pretextos de masajes corporativos hechos por estudiantes ansiosas y cachondas.
Pero la vida nocturna de Xalapa feneció. Hoy dicha arteria es sólo un paso con alguna cantinas abiertas, otras desaparecidas, locales principalmente de refacciones automotrices. Un pequeño grupo de travestis aguarda en las esquinas bajo su propio riesgo, con poca clientela y días lejanos a los que estuvieron en boga.
Los agentes de Transito también añoran esos días donde "vigilar" era sinónimo de centavos extras en los bolsillos. Parroquiano que se dejaba, era un varo asegurado para la semana.
Cerraron los bares clásicos como el Venegas porque ya no les alcanzó para la “cuota”: quién diría que tener un bar en estos días es sinónimo de poseer un pedacito de infierno. Sus fieles parroquianos extrañan las gorditas de salsa, las patitas curtidas en escabeche, las cervezas siempre frías de todas las marcas. Tiene dos meses que cerró y muchos que comían ahí, nos quedamos hambrientos al mediodía.
Así entre prostíbulos, cantinas, bares, prostitución, también murió el negocio para los que venden flores, cigarros, dulces, tacos, artesanías china, y el transporte como los taxis. Los empleos indirectos se fueron al caño y el crecimiento de la ciudad también obliga a otros tiempos de consumo: una nueva plaza comercial que le da otra forma de vida a esa zona, con café originario de Seattle y costeñitos modernos que toman Jack Daniel's.
La noche en Xalapa murió. Si acaso sobreviven algunos lugares, es porque le han puesto mucho empeño en seguir manteniendo su vida lejos de la clase política y académica que prevalece en la capital veracruzana, o porque son parte de esos corporativos que son intocables.
Antes se veían a varios reporteros haciendo rondines en eventos de nota roja y de operativos policíacos. Hoy son pocos los de policiaca que van a la calle. La mayoría mejor esperan al boletín de la aburrida muletilla “La Procuraduría investiga...” o van al Twitter para ver qué se fusilan. La guardia nocturna es ya un mito.
Ya no hay vida nocturna en Xalapa. Echarse un trago es ya deporte de alto riesgo en esta ciudad. Dicen que ya es mejor acordarse o asimilar la nueva realidad y los nuevos espacios de diversión que, ante pocos clientes, subsisten con las nuevas generaciones antreras.
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