Sin duda alguna, merece una gran ovación de pie la manifestación que es encabezada por jóvenes. Desde temprano fuimos testigos que se organizaban para rotular cartulinas con sus consignas. Los más creativos, ya venían con disfraces, máscaras. Una protesta que sin duda es emotiva porque esta generación de jóvenes son informados, son el futuro preocupado. Son quienes salen a las calles a protestar, por quienes no pueden hacerlo.
Sin duda habrá polémica y habrá quienes digan que están equivocados, pero no se les puede negar el derecho de salir a las calles a manifestarse, y además (a diferencia de los 400 Pueblos, de César del Ángel, o los Cardenistas de Antonio Luna) no causaron caos vehicular o daños a propiedad privada ni pública, y por el contrario los automovilistas, no todos, sonaban sus claxon para mostrar simpatía al contingente.
Los jóvenes se han ganado su derecho histórico de tomar las calles para manifestarse contra algo en lo que no están de acuerdo. Lo trataron de revertir en el puerto de Veracruz con una marcha de apoyo a Peña Nieto, y terminó en un vulgar festín de playa en Semana Santa.
El grupo más concurrido fue el que provino del Teatro del Estado, que bajó toda la avenida Ávila Camacho hasta llegar por detrás de Palacio de Gobierno y darle la vuelta al edificio para concentrarse con los compañeros de la marcha proveniente de Los Berros, quienes ya habían llegado al lugar.
Pero en el sitio se comentó que hubo un incidente sobre la calle Xalapeños Ilustres (que es la que desemboca a la avenida Enríquez, que pasa frente al Palacio de Gobierno). Resulta que los manifestantes pasaron frente a lo que es una de las viejas casonas donde se encuentra un restaurante de lujo llamado "Sumarento"; en el mismo edificio, se sabe que hay oficinas de las juventudes priístas, pero todo iba con normalidad: consignas, gritos y nada fuera de lo ordinario.
Pero desde los balcones del dichoso restaurante salió una silla de plástico volando que fue a caer sobre algunas de las personas que se estaban manifestando, para dar paso a un sujeto acompañado de una dama, el cual sacó de entre sus ropas una pistola tipo escuadra y apuntó hacia la multitud.
Sobra decir que el miedo se apoderó de los presentes, entre los que había niños, mujeres y personas de la tercera edad; una fotógrafa relataba que al momento de la acción violenta, varios de apartaron del lugar a paso rápido, causando empujones que afortunadamente no terminaron en una peligrosa estampida que hubiera causado una tragedia mayor.
Los más valientes usaron el arma más socorrida en estos tiempos modernos: los celulares con cámara, los cuales inmediatamente transmitieron la imagen de un joven pedante, posiblemente drogado, que cortaba cartucho a su pistola mientras su noviecita se reía a carcajadas de las "ocurrencias" de su galán. Ahí mismo, y para reafirmar su estupidez, posó ante las cámaras de la prensa de manera triunfante, abrazando a la querida, como si fuera algo gracioso.
Pues bien, no conforme con apuntar a una multitud indefensa, cortar cartucho y posar con la novia como si fuera póster de película de Valentín Trujillo, todavía se hizo de palabras con los que andaban en la marcha, mismos que al ver a la Policía Estatal, denunciaron lo que había pasado y se montó un operativo para detener a Juan Pablo Franzoni, propietario o socio de "Franzoni and Valerio Comercializadora", de religión católica y conservador, según su propio perfil en la red social Facebook. Es socio de un bar llamado Becco, que está instalado en el callejón González Aparicio.
Según relatan los testigos, al darse cuenta de la payasada que había hecho y había puesto en peligro a un grupo indefenso de inocentes, el joven Franzoni optó por lo que hacen los cobardes: encerrarse en el baño a pensar que no había pasado nada, mientras su novia trataba de convencer a la policía de que todo había sido una pequeña bromista.
Como no logró convencer (no había manera de) a Franzoni lo sacaron del baño con todo y pistolita, y del susto hasta se le bajaron los pantalones, quedándose en la calle sometido y mostrando sus miserias a la gente. La susodicha también fue arrestada. Ambos fueron llevados al cuartel de San José para su situación legal.
Hay quienes esta noche dicen que el tal Franzoni no tenía un arma de verdad y que era de balas de salva, como si eso justificara que su responsabilidad no debe ser castigada.
Lo que no entienden es que una persona armada, y posiblemente bajo los efectos de algún enervante (sólo se explicaría así la actitud violenta y desafiante tan imbécil de Franzoni) a lo mejor no distinguiría de una pistola de salva a de balas de verdad. ¿Qué hubiera pasado si a este individuo se le escapa un tiro, aunque sea de mentirita? ¿No sabía que la gente iba a entrar en pánico de por sí por las recientes balaceras en la capital veracruzana? ¿Y qué tal si hubiera sido un tiro de verdad? Franzoni nunca midió sus actos, y si no fue por los efectos del alcohol o droga, es porque simplemente es un estúpido.
Bien por la policía que reaccionó rápido y detuvo al payasito de esta tarde de protestas en 7 de julio. Bien por los jóvenes que no se dejaron intimidar por alguien que resulta que está ligado al priísmo, según sus propias fotos en internet.
Juan Pablo Franzoni merece un castigo ejemplar, justo en la medida de sus responsabilidades, pero ejemplar: fácil como sentenciar a 60 años a un par de tuiteros acusados de terrorismo. Simplemente justicia.
Hay otros que dicen que Juan Pablo Franzoni quiere defender su voto… Ajá… ¿A punta de pistola? ¿No será que son otros los violentos y chillones luego?
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