¡Alguien por favor quiere pensar en los niños!
Pablo Jair Ortega - pablojairortegadiaz@gmail.com.- Hasta hace poco ni siquiera se conocía la palabra “Bullying”, que en Estados Unidos históricamente se refiere al “abusón”, a la persona que gusta de torturar a los más débiles y, especialmente, al fenómeno que ocurre en las escuelas, allá en la tierra donde de veras están locos, meten armas y arman balaceras contra estudiantes.
Aquí en México ya nos trepamos en la globalización del término y nos incorporamos a la civilización por mera imitación internacional. Ni siquiera tropicalizamos la palabra. Ya hasta Ley contra el Bullying creamos, cuando la violencia escolar --muy a la mexicana-- está presente desde siempre y no deja de tener sus matices locales, muy lejos de la realidad estadounidense.
Incluso no hemos pensado si realmente tenemos un verdadero estudio que nos dé las causas del bullying en México y especialmente en cada región del país, pues no es la misma cultura del norte, del centro o del sur; como incluso puede ser que lugares muy jodidos no experimenten este tipo de violencia, como sí ocurre en zonas aparentemente sin problemas económicos; o incluso cuenten con factores como las apologías de la muerte y del narcotráfico.
Lo de hoy es treparse al asunto de bullying como mera moda. Como un estandarte político ideal, sin atender los verdaderos problemas que aquejan a la educación en el país. El verdadero bullying en México, en opinión personal, creo que radica más asuntos que tienen que ver con la formación del individuo desde la familia hasta llegar a las nuevas tendencias donde un alumno no puede ser castigado por un maestro debido a las represalias y, por lo tanto, no existe disciplina.
Ahora sí que en nuestros tiempos, todavía en los 90, alcanzamos a sentir la furia del gis, del cocotazo con borrador de madera, el reglazo en las manos, y toda esa bonita gama de torturas con cariño que nos daban los profes, pero sobrevivimos y fuimos educados. A los maestros se les recuerda con cariño.
El verdadero bullying a la mexicana está desde el ya deteriorado núcleo familiar, donde la violencia está presente y de ahí se refleja a la escuela. Piense usted por un momento, por ejemplo, con el caso del imbécil fanático religioso que amarró a una ventana a su hijo pequeño como castigo en Xalapa… ¿Usted cree que ese niño llegará realmente sano a la escuela si no es oportunamente rescatado de esa familia de locos?
Incluso, en México, no son pocos los que le apuestan a que el bullying escolar forma parte de la formación de carácter: que la cultura mexicana justifica la acción porque eso enseña a que nunca se debe temer y siempre se debe enfrentar; el típico dilema mexicano “Vas y le partes su madre o te la parto yo”.
El verdadero bullying a la mexicana es cuando tenemos un sistema de enseñanza deficiente, de maestros consentidos y protegidos por el sistema cuando hay casos de pederastia y a donde los culpables solamente los cambian de zona o escuela. De maestros que fácilmente se dejan manipular por las esferas del poder gubernamental para crear movimientos meramente políticos y derrocar a líderes eternos como Juan Nicolás Callejas Arroyo.
El verdadero bullying ahora se traslada al “poder” que puede tener un alumno o un grupo escolar cuando con las nuevas tecnologías como las mentadas redes sociales, se logran derrocar las jerarquías que anteriormente daban disciplina: ahora es más fácil exhibir a una maestro con un celular, aunque sea uno pésimo y mediocre alumno: mi popularidad puede ridiculizar a cualquiera y retar al poder, al respeto que se tenía a la institución.
Tampoco se trata de defender a los maestros. Si bien no tienen la obligación de cuidar a los alumnos más allá del ámbito educativo, es claro que son los responsables de la vida de nuestros hijos, sobrinos, nietos, etc., mientras están en las aulas. Que mientras los padres de familia trabajan o se dedican a otras cosas, los maestros son quienes tienen que cuidar con vocación a los niños que se les entrega cada mañana en la puerta de las primarias y secundarias.
Y es que el fenómeno del bullying en México ha llegado a extremos de victimización innecesaria: al puro estilo mexicano de hacer leyes para crear víctimas y no responsables.
Tampoco se justifica el hecho de que jóvenes abusen de los más débiles, pero en el mero sentido práctico, ahora resulta que la clase política tiene sentimientos y se fija en problemas de moda como el bullying, porque el tema está en la agenda del mes. Ahora resulta, que de la nada, la clase que menos escrúpulos tiene para joder al “mexinaco”, es la más preocupada por los niños que en las aulas son agandallados.
El verdadero bullying, creo yo, no es combatido: es el de la clase política mexicana contra el pueblo de México; el de diputadas como Purificación Carpinteyro que usan el cargo para negocios personales, y así miles de infames casos más.
Claro que hay una genuina violencia escolar, pero antes de treparse a lo que hoy llaman “el tren del mame” (y perdón si les estoy haciendo bullying), convendría ver si todo esto no es más que la pantalla para desviar la atención de problemas verdaderamente graves. Al menos aquí en la aldea veracruzana, los maestros tienen serios problemas con sus pagos y esa es una realidad.
Pero también hay casos graves dentro del mismo magisterio. Cuántas veces hemos publicado abusos de los maestros que van desde la pedofilia hasta la ausencia en clases para asuntos sindicales/políticos o las riquezas de los líderes magisteriales.
Eso, la neta, es el verdadero bullying… Lo de los niños, es mero pretexto dramático.
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