Los navales con chalecos remendados (Armando Ramos / Cocktelera)
Pablo Jair Ortega - pablojairortegadiaz@gmail.com.- Poco falta para que la Marina saque por completo a la Secretaría de Seguridad Púbica de sus instalaciones en Coatzacoalcos. Ahí, en la antigua cárcel de Palma Sola, donde la dependencia estatal está relegada en funciones y espacio.
La Marina no confía para nada en la SSP. De hecho, creen que han sido desde un principio saboteados por parte de Seguridad Pública; y así como van las cosas, un día el personal al mando de Arturo Bermúdez Zurita acabará en las banquetas del antiguo Puerto México. En Veracruz-Boca del Río, trasciende que SSP ya ni siquiera tiene funciones administrativas: todo lo coordina y maneja la Secretaría de Marina.
La historia en Coatzacoalcos comienza desde el desmantelamiento de la Policía Intermunicipal; el personal de SSP quedó entonces confinado a funciones administrativas en una delegación. La parte operativa estaría a cargo de la Marina Armada de México, quienes trajeron elementos de diversas partes del país con la promesa de que tendrían un bono especial (aparte de su salario como marinos) por hacerse cargo de la vigilancia de la zona sur.
En teoría, la función de la Secretaría de Seguridad Pública es coordinarse con la Marina y llevar la administración de los recursos financieros y materiales, que incluye las instalaciones. Otra de las áreas que manejaba SSP era la cocina.
En los primeros días, el anuncio de la Policía Naval parecía una excelente estrategia para la zona sur de la entidad y la conurbada entre Veracruz-Boca del Río. Se hablaba de que la institución de todas las confianzas --por su lealtad y servicio-- se haría cargo de la vigilancia de las calles en varios municipios de Veracruz.
Pero en la realidad fue incompatible la manera de trabajar de la Marina con la SSP. Sencillamente son dos escuelas distintas y aunque la estrategia es de buena fe y funcionó en su momento para meter orden, la inercia de la desorganización, la falta de compromisos pactados y hasta el horrible clima caluroso de Veracruz han desanimado a los elementos de la Policía Naval al grado de desconfiar de la dependencia estatal.
Como se decía, desde el principio Seguridad Pública estaba muy desorganizada y faltaban recursos: había días, casi semanas, que suspendían el abastecimiento de gasolina; se descomponían las patrullas y para la reparación de las mismas tardaban semanas en el torbellino burocrático. Había que hacer mucho trámite tan sólo para parchar una llanta.
La comida también era de muy mala calidad; al menos en el sur de Veracruz, trasciende que en un inicio no habían refrigeradores suficientes para almacenar cantidades industriales de alimentos. Cuando éstos ya se encontraban en muy mal estado, de plano tenían que desecharlos para no arriesgar la salud de la tropa. Otro detalle a destacar, es que por las premuras, algunas instalaciones de SSP ni siquiera tenían contratos oficiales con la Comisión Federal de Electricidad, lo que fue otro problema permanente que resolver.
Pero el hecho es que rebautizando los operativos y llevando a varios puntos el circo de patrullas nuevas, vehículos blindados y toda la comparsa policiaca, hicieron lo posible para ocultar una realidad que estaba afectando gravemente a Coatzacoalcos: la falta de patrullaje. En sí los mandos tenían que cambiar la estrategia a cada rato para adaptarse a todas las limitaciones, pese a que diario se hicieron reportes para probar las carencias (especialmente en las unidades) y pedir auxilio a la unidad administrativa de SSP… Pero todo quedó en vano.
Una de las resoluciones tomadas al calor de los problemas que crecían, fue que el costo del material de oficina se tomará de las multas que cobraba y administraba la SSP, pero la Policía Naval, al ver este tipo de decisiones mientras ellos estaban en la calle exponiendo la vida, rompieron internamente con las delegaciones administrativas locales de Seguridad Pública y comenzaron a apropiarse de recursos.
Primero empezaron a usar el equipo de oficina de SSP, que ahora poseen por completo. De ahí les quitaron las multas y las administra directamente la Marina (lo que representaría un grave riesgo, porque expone a la institución a la corrupción tan arraigada en los mexicanos). Antes todo se iba a cuentas de la Secretaría de Seguridad Pública, pero los marinos no sabían qué hacía SSP con el dinero y el porqué nunca alcanzaba.
Ya de plano, y en abierta desconfianza, la Policía Naval también ya tomó control de la cocina. Arrebataron esta área a Seguridad Pública y pidieron que los encargados no regresaran y los concentraran en Xalapa. Tan de plano no quieren al personal de SSP, que les quitan hasta el agua y no quieren compartir instalaciones con ellos. Cuando los policías estatales llegan a realizar algún operativo determinado, no son alojados en instalaciones de la Policía Naval, sino que son llevados prácticamente a hacer campamentos a la intemperie.
Esta guerra interna no se ve, porque todo lo pintan muy bonito: la mentada estrecha coordinación es sólo para la fotografía, porque adentro hay batallas y jaloneos constantes entre SEMAR y la SSP.
De hecho se comenta entre el personal de Marina que ya están hartos de estar en Coatzacoalcos. Muchos llegaron pensando que sería todo diferente y más cuando se promueve a Coatza como el puerto de primer mundo que nunca llega. Les prometieron dinero, bonos extras, y a pesar de las carencias iniciales en que los tenían, se aguantaron. Después el dinero fue escaseando y empezaron a darles en abonos chiquitos para pagar poquito. Luego, la mitad. Luego, nada.
Para muchos la Policía Naval ya no es “negocio” (en el sentido estricto de que no están ganando lo prometido exponiendo la vida) y se quieren regresar a sus lugares de origen, pero tampoco pueden abandonar el barco porque los marinos sí tienen reglas estrictas y son forjados en una formación castrense. Ni se quejan, ni chillan y además tienen que aguantar.
Se comenta internamente que si realmente la SSP hubiera cumplido con lo pactado, y el gobierno diera los recursos necesarios para que la Policía Naval haga su trabajo, sería otra historia. Mientras tanto, se sabe que la Marina no va a mandar más gente hasta que no les den recursos.
¿Y adivine quién paga el pato y los platos rotos? Sí, usted... Ahora entendemos porque Bermúdez pide que tengamos perro.
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