24 de marzo de 2015

Samba pa' ti, Samba pa' todos... Y se acabó la Cumbre Tajín 2015



Pablo Jair Ortega.- Entró el frente frío 42 a territorio veracruzano y en el Totonacapan se soltó la lluvia. Cielo nublado, bochorno de infiernillo y el lodazal en el parque temático revive la idea de Avándaro o Woodstock.

Pero no es caos alguno. Al contrario, se ve a la raza llegando a montones, especialmente por la tarde. Sería muy aventurado dar una cifra --ni siquiera me corresponde-- pero le comento: de todos los cierres de Cumbre Tajín, creo que este ha sido simplemente el mejor y la asistencia del público lo demostró.

El perfil de quienes llegaron fue muy distinto al del domingo, que fue una tardeada llena de chavales dispuestos a brincar como tocotines al ritmo de los “diyeis” europeos y gringos con esa música estrambótica que llaman electrónica.

Curiosamente también hoy llegó más prensa, pues es el cierre y no todos los días se ven a cuatro monstruos del rock tocar en la misma noche: La Maldita Vecindad, El TRI, el maestro Javier Bátiz y al maestrazo Carlos Santana cerrando con broche de uranio la edición 2015.

“Bolita de Carne”, los que abrieron la tarde, la verdad --confieso-- en mi vida los he escuchado, pero se aventaron un rollo político a favor de la madre tierra y Ayotzinapa que pasó desapercibido; y es que la mayoría de la prensa estaba para ese entonces atendiendo las ruedas de prensa de Javier Bátiz, La Maldita Vecindad y El TRI.

Parece mentira, pero viera usted desde temprano a la banda pesada llegar al Takilhsukut: motociclistas con pañoletas, chamarras de cuero y una onda muy de hijos de la anarquía y “Born To Be Wild”. Se ven los “ñeros” infaltables a todos los conciertos del TRI, con sus playeras que rezan “Soy un vale gaver”. Ya sabe, toda la perrada fiel al rocanrol. Al menos hoy no se ve la chaviza (y dirán que sí mucha momiza) que se vieron en los días precedentes: juniors, hipsters, gays, rastas, mucho poli de la Fuerza Civil, Protección Civil, niñas hippies hermosísimas, gente común y harto corriente como uno.

La chela corriendo en alta, porque a mediodía ya es la hora permitida para varios agarrar el vasote de cartón relleno de agua de cebada para irse entonando al ratito.

“Soy Javier Bátiz y ésta es mi música”, y el ídolo de Tijuana da los primeros riffs. Entradas con baladas instrumentales para dar paso a sus 57 años tocando blues y rocanrol… “¡Bátiz, Bátiz, Bátiz!” le gritan al maestro, quien con voz aguardientosa se avienta sus clásicos propios y los populares como “Lucille”, de Little Richard.

No deja, por ningún momento, de demostrar porque a Bátiz se le considera el maestro de Santana, pues el sonido de su guitarra sigue siendo un potente y poderoso compás de 6 cuerdas. Minutos antes confesaría: “A Carlos le tengo mucha envidia por su dinero… Esperen: pero a Carlos Slim…”, que arrancaría las carcajadas de los periodistas presentes.

Le siguieron La Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio con su ska y rock urbano que dedicaron a los periodistas muertos en Veracruz y a Carmen Aristegui, con su rola “Don Palabras”. “Un poco de sangre” fue también dedicada a los padres de los 43 normalistas desaparecidos de Ayotzinapa y a todos las manifestaciones en general, donde revivió el logotipo de “No + Sangre” y el hashtag #YoSoy132. Roco Pachucote, así de grillo como es, también lució una playera alusiva a Ayotzinapa.

El virtuoso “Sax” hizo lo acostumbrado: aventarse al público y nadar de a muertito con la concurrencia, pero sus extra kilos de peso rockero lo hundieron de inmediato en ese mar de gente. Los años no pasan en vano y aunque tu, papá, también fuiste Pachuco, Kumbala sigue siendo una melodía bastante cachonda, ideal para ser el cierre de la participación de La Maldita, que le puso el sabor político a la Cumbre.

Pero un tal Carlos Santana se encargaría de predicar amor y paz, en armonía con fuerzas místicas. Uno de los mejores guitarristas de todos los tiempos se mostró verdaderamente espiritual. Invitó al escenario al legendario Gregg Rolie, quien fuese el vocalista y tecladista original de la banda fundada por el jalisciense, y dio la pauta para que “Black Magic Woman” se oyera con harta nostalgia.

“Oye Como Va”, “Se a Cabo”, “Jingo”, algunas de las rolas del hijo predilecto de Autlán que cimbraron a la Cumbre Tajín, especialmente porque fueron tocadas con doble batería, una de ellas llevada con maestría por Cindy Blackman, esposa de Santana y también baterista de Lenny Kravitz.

La carta fuerte de la noche y que levantó los suspiros fue la siempre hermosa “Samba Pa Ti”. Una serie de muchas de sus mejores rolas fue insuficientes porque uno pensaría que Santana estaría ahí, eternamente rascándole a la lira, pero finalmente se despedía en medio de solos memorables. Hasta “Roxanne”, de The Police, se aventó uno de sus músicos a manera de despedida.

Extasía Santana, puso a bailar a la Cumbre Tajín y la verdad que no había mejor manera de ir cerrando. Santana dejó verdaderamente cargados de energía a los presentes, aunque más de uno se quedó con las ganas de escuchar “Europa”, especialmente este que ya quería ver a una musa encuerándose.

Pero todavía faltaba El TRI de México y Alex Lora salta al escenario lanzando un “¡Viva México, cabrones !” y demás palabras domingueras acostumbradas y no aptas para oídos castos, disfrazado con una máscara de lucha libre y con la señal del dedo medio.

Desde ahí pidió al respetable que se mandara un saludo al estilo pambolero: ¡EEEEEHHHHHHHHH!... ¡CUCOOO! ¡PLUTO! (o algo así) para ese personaje que, dijo Lora, superó a Vicente Fox con mocharle la mitad al escudo nacional porque ahora quería ponernos una gaviotita.

Alex Lora en verdad tiene una vibra increíble, como la de un rockero que nunca ha madurado, no ha crecido, no ha dejado de ser joven ni rebelde; como que el rocanrol es atemporal y los presentes, muchos conocedores, vivieron uno de los conciertos más chidos de sus vidas, porque nos transportamos a un Avándaro o Woodstock totonaco con todo y el lodazal que nadie pudo evitar.

Por una noche todos fuimos hippies, menos los nefastitos que bostezaban en la Sala VIP porque el rocanrol les da flojera: para ellos también un ¡CUCOOO! ¡PLUTO! (o algo así).

La verdad que más de uno se quedó con ganas del “palomazo” que Bátiz dejó entrever estar dispuesto; incluso se acercó al escenario para ver a Santana en su concierto, pero nunca se cristalizó lo que hubiese sido una foto histórica para el rocanrol: maestro y alumno juntos, unidos por la fraternidad de la Cumbre Tajín que, sin duda, ha tenido quizás el mejor cierre de todas las ediciones.

¡Y que viva el rocanrooooool!

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