6 de marzo de 2015

“Estoy aquí, que soy tu padre”: noche de brujería en Catemaco




Pablo Jair Ortega.- Por la Costera del Golfo se sienten los ventarrones del Frente Frío. Entrando a Alvarado, el “norte” arrecia con furia desde el Golfo de México. Una leve llovizna crea un fino lodo en el ambiente que se pega hasta en las orejas.

Por carretera, las dunas parecen salirse de la playa para invadir el asfalto. Las camionetas de la CFE, en friega, en guardia, con los linieros trepados. Por el camino de Alvarado se llega a los Tuxtlas, esa mágica región con tesoros naturales legendarios. Base de la cultura olmeca, llamada zona nuclear, donde nace la madre de Mesoamérica.

La lluvia y los vientos, como si nada, pararon en Catemaco. La luna llena también se asoma con todo en un cielo que estaba minutos antes tapizado de nubes. Alguien debe haber hecho magia.

Llegada al Paraíso II por una terracería de tupida vegetación. Un camino guiado por veladoras en la penumbra de una selva reducida, un jardín tropical que llega hasta un círculo con un pentáculo de piedra: “Camine en círculo sin pisar las puntas”, es la indicación de una guía hermosa de caderas amplias y perfectas.

Llegamos a la misa, donde los chamanes están dentro de otros dos grandes círculos de tierra más clara y ceniza. Música prehispánica y luces de leds cambiantes, para estar más a tono. El infaltable copal y mucha lumbre… “No todo es oscuro, no todo es maldad”, dice uno de los presentes al referirse a las prácticas que están por realizar.

Los chamanes son encabezados por el brujo mayor conocido como “El Ahijado”, quien dirige el ritual paso a paso y explicando quiénes son los presentes, qué se realizará y advirtiendo que hay gente creyente y otros que piensan que son barbáricos en sus prácticas por el sacrificio de animales… “Alguien aquí está cruzando las manos… Lo puedo sentir”, grita uno de los que están adentro del círculo y piden que las manos y piernas se mantengan separadas.

Presentan a otra sacerdotisa que confiesa que su familia no la quiere por adorar al diablo; que ha padecido cáncer en ambas mamas y también en el hígado, pero allí está, viva y presente.

En el círculo exterior están las personas que vinieron esta noche, la del primer viernes de marzo, para curarse. Vienen de otras partes del país a recibir la energía que las ayude en sus peticiones. Detrás de ellos, figuras demoniacas reducidas.

Comienza el rito: un grupo de doncellas lleva en sus manos gallinas negras y una café. Dan vueltas por el círculo interno, el cual pidieron que nadie atravesara. Llegan a manos de los curanderos e hincan a los solicitantes en medio.

Las aves son usadas como ramas de ruda, sauco o albahaca. Son golpeadas contra los cuerpos de los creyentes en medio de oraciones y decretos inaudibles, privados y personales. En el éxtasis de las curaciones, toman el pescuezo y como matraca las agitan en el aire.

Se anuncia que serán entregadas como ofrenda a las deidades que están presentes, que llegaron a través de un portal místico que se abre desde los primeros minutos del sexto día de marzo de 2015. La primera ave es decapitada y el cuerpo se agita expulsando la sangre del animal, que cae a pequeños chorros sobre la paciente… Luego otra… Luego otra… Y así, perdiendo la cabeza, en medio de un frenesí de cacareos desesperados.

El Brujo Mayor anuncia que una pareja de hombres jóvenes ha llevado un par de chivos para un trabajo especial. Uno será sacrificado y el otro se guardará para el otro año: los berridos de las cabras suenan como a llanto, como a súplica. Uno es llevado amarrado de los cuernos al centro de la ceremonia; es tomado por las cuatro patas y un filoso cuchillo le atraviesa el cogote.

Los sollozos cabríos resuenan en todo el lugar. La sangre derramada es depositada en una vasija que es ofrecida a los presentes por “El Ahijado”, quien señala: “quien quiera tomarla con los dedos y untársela en la cara, puede hacerlo con todo gusto”.

(A estas alturas, no sabemos si valdrá la pena comer en KFC o chingarse una birria en domingo. Me cae que lo dudo).




Las curaciones terminan y es tiempo ahora de cerrar el portal que permitió la entrada de esos seres invisibles que se adueñaron de la noche. Una gran estrella de cinco picos está lista al fondo para incendiarse; su posición recuerda la cabeza de una cabra ardiendo… Se pide a los presentes que atraigan el fuego y éste los purifique; que tomen la mala vibra y la desechen, la dejen salir y se vaya quemando.

El ritual finaliza. La invitación ahora es a la caverna artificial construida bajo lo que será el museo arqueológico y místico que Enrique Marthen Berdón está construyendo desde hace 5 años. Ahí está la figura de un caballero gigante color rojo, de cuernos largos y un tenedor gigante.

Ahí se están haciendo limpias, pero inesperadamente el curandero se convierte en médium y llega a su cuerpo un visitante repentino: “Estoy aquí, soy tu padre”, le dice a quien minutos antes tocaba y sacudía... “Sé que tu familia no me quiere”.

“Yo te amo”, dice su fiel admiradora. Una groupie extasiada por el pituche.

A la memoria llega esa canción favorita… “Please allow me to introduce myself/I'm a man of wealth and taste/I've been around for a long, long year/Stole many a man's soul to waste…”

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