15 de octubre de 2009

Escondan a los muertos

Pablo Jair Ortega - pablojairortegadiaz@gmail.com.- Desde las inundaciones de hace un año en Minatitlán, habían trascendido en los medios de comunicación regionales que había desaparecidos y muertos en las aguas que literalmente ahogaron a la ciudad, ya sea porque fueron arrastrados por el agua o por infartos causados por la impresión de verse inundados. No obstante, dentro del círculo de comunicación había un rumor con sazón a amenaza proveniente de funcionarios gubernamentales: no se debía reportar ningún muerto; había saldo blanco y punto.

Claro, siempre se espera que dentro de las noticias de desastres naturales se hablen de saldos blancos y que ninguna familia haya perdido a uno de sus miembros, más si se trataba de un incidente relacionado con las impecables fuerzas de la naturaleza.

No obstante, desde ese momento tan recordado para la zona sur, pareciera que quedó estipulado para el Gobierno de Veracruz que la línea a seguir en la propaganda sería la de un estado que nunca tiene muertos por enfermedades, epidemias, o incluso fenómenos naturales; por muy inevitable que sea la fuerza de estos fenómenos, resulta que los jarochos tenemos como una especie de gen mutante que nos hace invulnerables a todo.

Sobra recalcar lo absurdo y ridículo que es lo anterior.

No sólo no hubo muertos que ya habían trascendido en las aguas que inundaron al pueblo petrolero, sino que ahora resulta que el dengue --pese al calor intenso que ha pegado en este año y en los recientes días que ni parecen de otoño-- nos peló los dientes y el mosco maldito súbitamente se ha rendido ante los poderes sobrenaturales que tienen los jarochos para combatir cualquier bicho, alimaña, tepocata, víbora prieta y demás criaturas foxianas.

Hace unas semanas se habían reportado dos muertos de manera oficial en el sur de Veracruz por el dengue, que últimamente ha brotado en una temporada poco usual y en climas fríos en donde se ha adaptado el insecto. De pronto, resulta que la Secretaría de Salud y las jurisdicciones sanitarias correspondientes negaron lo anterior y echaron para atrás lo que anteriormente se había informado.

Ahora el asunto se torna más interesante periodísticamente hablando, porque resulta que con la muerte por influenza AH1N1 del alcalde de Chinampa de Gorostiza, Belisario Betancourt Santos, quisieron minimizar y ocultar el hecho de que el edil había fallecido de la terrible enfermedad.

La versión se difundió rápidamente porque lo confirmó un hospital de Tamaulipas a donde había ido a internarse Betancourt Santos; aquí en el rancho probablemente las autoridades de Salud iban a salir con el cuento de que iban a mandar los estudios a Xalapa y determinar las causas de la muerte en dos meses, así como si fuese la autopsia de Michael Jackson.

Hace unas semanas, falleció un locutor de radio en Córdoba, y versiones apuntan a que falleció en las mismas circunstancias. Aquí en Xalapa fue muy sonado el caso de dos personas contagiadas de la enfermedad que no puede mencionar la “maistra” Elba Esther, en la facultad de Psicología de la Universidad Veracruzana.

Cuentas y daños colaterales que posiblemente sean normales ante los embates del mal tiempo, y de un descontrol importante en el sector salud; se sabe que se trató de fumigar para acabar con el mosco transmisor del dengue y que se ha llamado nuevamente a prevenir el contagio de la influenza en esta etapa de rebrote, pero lamentablemente han caído algunos jarochos víctimas de estas enfermedades.

La realidad es que ya están ahí y hay que enfrentarlas con medidas más agresivas como las brigadas, y olvidarse que las campañas deben ser en el sentido de la prevención y el cuidado, no para andar promoviendo egos pintados de rojo.

No entendemos qué ganaría el gobierno estatal con tratar de ocultar que existan muertos por estos males, como si todos los jarochos tuviéramos los genes del niño de Perote, y la influenza nos hace los mandados. Debemos suponer que a lo mejor el monumento que le hicieron al infante, ahora nos transmite poderes cósmicos allá en lo mero alto del Cofre y ahora nos falta nada más combatir a la gripa que nunca se ha dejado aniquilar.

Que bueno que los saldos de las desgracias son mínimas y que las pandemias como la influenza no causaron gran mella como en otras entidades, pero ocultando a los muertitos lo más que se genera es un sospechosismo innecesario e incongruente.

¿Cómo Veracruz puede aceptar que tiene primeros lugares en obesidad y en SIDA, y no admitir que haya fallecimientos debidos a estas causas? ¿Cómo decir que somos “veracru-sanos”, si la opción gubernamental es ocultar las realidades que se nos deben informar?

En realidad dicha medida puede resultar contraproducente para el gobierno estatal y el mismo gobernador Fidel Herrera. Tenemos claro como comunicadores que tenemos que ser responsables ante lo que informamos para no causar pánico, pero recíprocamente las autoridades deberían de aceptar que tiene enfrente dos grandes retos que les pueden causar --o les han causado ya-- bajas en la población: dengue e influenza.

Lo del dengue ya es muy grave en el sur, y pareciera que lo quieren maquillar como mosquitos amigables que nomás se la pasan castrando mientras uno chacotea en las banquetas.

No, señores, no le tengan miedo a las tragedias. Hay que afrontarlas, porque para eso se les paga.

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