14 de octubre de 2009

Un líder sindical cualquiera


Un excelente promo de Milenio TV, nomás pa' retratar lo grotesco del sindicalismo

Pablo Jair Ortega - pablojairortegadiaz@gmail.com

--Soy un líder sindical elegido históricamente por el gremio y esto no puede estar pasando.

Hace unas horas había ganado la selección mexicana su pase al mundial, con lo que reiteraba el nacimiento de una nueva religión que promete hundir más al catolicismo: el Cuauhtequismo y su santo San Cuau. Todos en México celebraban porque era un fin de semana perfecto; fin de semana largo, triunfo de los verdes, sábado chelero... De repente, los charros callaron.

--Oye, lanza de última hora, acaban de derrocar Luz y Fuerza del Centro.
--Chale, otro Quinazo.

El líder tampoco lo creía. Estaba sentado en una mesa con su gente más cercana, su secretario de Organización, su secretario de Honor y Justicia, el de Vigilancia, el de Asuntos Jurídicos, el Tesorero y unas decenas más de achichincles y delegados muy apegados a él.

Sobre la mesa había whisky Old Parr, Etiqueta Negra, Etiqueta Azul, Chivas Regal del especial y cerveza para los más plebeyos. Quesos, carnes frías para acompañar la botana, luego de empanzonarse como diez kilos de carne de venado y otros diez de camarones del Pacífico. En un rato más iban a llegar las edecanes; uno de los delegados es amigo del dueño de un burdel y por 100 mil pesos le mandó una veintena de mujeres bellas y algunas dos-tres.

Al parecer todas son mexicanas, aunque el acento las delata como hondureñas, nicaragüenses, salvadoreñas, guatemaltecas, argentinas y hasta cubanas. La favorita del líder de hecho es cubana. Los 100 mil... ya se justificarán en asamblea, igual que la comilona.

--Ahorita lo que realmente importa es lo que está pasando con los compañeros de Luz y Fuerza.

La lujuria se apagó de inmediato... La Policía Federal tomó por sorpresa a medio mundo y se apoderó de las instalaciones de Luz y Fuerza del Centro. Era impensable que tumbaran al poderoso Sindicato Mexicano de Electricistas, ya que los panistas se acobardaron con Napoleón. Bueno, en realidad no era tan poderoso como el de la maestra o el del petrolero, menos han movido al de los ferrocarriles.

Inmediatamente creó una especie de War Room en el despacho principal del edificio gremial. Ahí estaba reunida la clase gremial del sindicato, midiendo el asunto, calculando los panoramas... Bueno, en realidad seguían tragando alcohol, y cada uno con su indocumentada en el regazo. Se hablaron pestes de Calderón y los paleros decían: “Eso no va a pasar con nosotros, jefe; no se atreverán a tocarnos”.

Pasó el domingo. Las manifestaciones en el DF fueron intensas. El líder sindical tomó su jet sindical para dirigirse a... “¿A dónde será bueno? ¿San Diego? ¿Cuba? ¿Sabes qué, piloto sindical? Quiero que me lleves muy lejos, lejos, muy lejos de aquí... ¡¡YEAH!!”.

Mientras el jet sindical surcaba los aires sindicales, el líder iba concatenando su jugada en caso de que a Calderón se le atreviera a mirarle. No quitaba la mano de la barbilla, hasta que un rayo de sol cayó en la parte dorada de su reloj Patek Philippe, lo que le hizo salirse de sus pensamientos por un momento.

--Llévame a Las Vegas --le dijo al piloto-- No, mejor a Miami.

En el aeropuerto internacional el líder tenía su hangar sindical. Todo este viaje fue un pequeño lujo que, como líder, lo vale: “Ha sido una larga trayectoria de esfuerzos, de estar pegado a los anteriores líderes, de saber traicionar en el momento adecuado. Son las circunstancias, los momentos claves los que nos indican cómo movernos sin despegarnos de la ubre. Son años y años de vivir bien gracias al sindicato, al gremio, a los presidentes, a los gobernadores, a las diputaciones, senadurías, municipios. Si estoy donde estoy, es porque he hecho bien mi trabajo. Gracias también a mi partido.”

Lo que importaba realmente era subirse a la Hummer de lujo sindical y llegar hasta la pequeña mansión --también sindical-- en Los Cayos para olvidarse de lo desastroso que se tornaba el panorama en un país del tercer mundo como es México. Ahí podía subirse a su yate sindical de lujo para dar una vuelta por la Florida con algunos amigos y otras cubanas.

Allá en México tienen órdenes de decir que el señor anda de gira por la República atendiendo a sus agremiados, o que simple y sencillamente no está y ya, no tienen porque andar dando explicaciones porque él es el jefe.

Pasan dos días. Tres. Es miércoles y hay que ir a encabezar al Comité Ejecutivo Nacional. El jet sindical aterriza en el otro hangar sindical ubicado en el aeropuerto de Chilangolandia. Ahí lo espera una Lincoln sindical para llevarlo a las oficinas, “que por cierto tuvimos que cerrar con cortinas de acero porque vienen los fastidiosos disidentes a querer tirarme de mi bien ganado puesto”.

Las llamadas al Blackberry Nextel no cesan. “Urge hacer algo, tenemos que reunirnos”, le dice otro líder sindical igual de nefasto. La maestra también llamó desde fuera del país: justifica su ausencia de territorio nacional por el temor de ser contagiada de la “influyente AAZHHHLNHHHLHH”.

-- Qué sindicalismo ni qué madre, si nos tumban hacemos paro, y también presionamos a los gobernadores si quieren ganar sus elecciones locales... A ver, Godínez, ¿cuántos agremiados tenemos?
-- ¿Reales o inventados para votaciones?
-- El más grande en número...
-- Un millón de agremiados, señor.
-- Ahí está, un millón por 5 de cada familia, entonces son 5 millones de gente que nos apoya. Llama a los delegados para hacer una asamblea extraordinaria.

Se convoca entonces en calidad de urgente la asamblea en el auditorio “Fidel Velázquez y Rodríguez Alcaine”.

Ahí están de manera voluntaria los delegados. Pero si no están seguros de estar presentes en dicho lugar o tienen dudas de su existencia en el quórum obligado, tienen que apuntarse con los que pasan lista y reportarse para anunciar su llegada: “Ahí le dices al jefe que vine, que no se olvide de la plaza de mi hijo”.

Comienza la asamblea.

-- ¡Compañeros! ¡Vengo ante ustedes con toda la humildad que me merecen, y les pregunto! ¿Vamos a permitir que nos atropellen como al sindicato de electricistas? ¿Están de acuerdo en que debemos formar un frente y cerrar las filas en torno a nuestro ilustre líder aquí presente? (SÍRVANSE DE VOTAR DE LA MANERA ACOSTUMBRADA).

Los brazos se levantan en automático. Es raro el que no levante el brazo, sobre todo porque no falta el que sí recuerda que no lo levantó y se le comunica a alguien cercano al jefe. La sanción por no levantar el brazo va desde no recibir préstamos de la mutualista, olvidarse de la plaza para los hijos, hasta no recibir un pavo en Navidad. Una opción para revertir lo anterior, de acuerdo con las medidas históricas y pertinentes del sindicalismo mexicano, es pedirle a la interesada que una su cadera desnuda con la del líder, para hacer ruido chistosos con el choque de las pieles. En caso se que se trate de un varón, entonces se solicitarán a la hija, la esposa, o la que se deje, aunque hay varones que también le atoran a la “cadereada”.

Otra de las opciones es simplemente el cochino y vulgar dinero. Ambas tienen que ir sazonadas por una buena porción de lamida de patas, más una pizca de ruegos.

-- ¡Se aprueba entonces la defensa de nuestro gremio y nuestro líder, compañeros!-- y entonces la marcha de Zacatecas y las matracas: “¡Chiquitibum a la bim bom ba Chiquitibum a la bim bom ba A la bio, a la bao, a la bim bom ba! ¡El líder, el líder! ¡Ra ra ra!” TRACA-TRACA-TRACA-TRACA-TRACA

-- ¿Aprueban también los gastos de esta semana que fueron para mejora de nuestro gremio y para fortalecer a nuestro sindicato? (SÍRVANSE DE VOTAR DE LA MANERA ACOSTUMBRADA).

Los brazos se levantaron para aprobar... “Futa, hay que ir pensando en otra fiestecita”.

-- ¿Aprueban también que apoyemos con recursos del sindicato al candidato del gobernador para que sea nuestro aspirante a la gubernatura de 2010?

Los brazos se levantaron para aprobar... “Futa, ya lo tengo en el bolsillo. A huevo que coloco otro alcalde... Unidos venceremos, Sufragio Efectivo, no Reelección. Pamplinas... ¿Ya acabó esto? Bien, porque tengo pendiente un convivio con mi gente y una noche con mi cubana”.

Allá afuera, en las calles, todo sigue normal. El líder es feliz porque como político --según él-- está haciendo bien las cosas para su gremio... y para su persona.

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