+ Nunca habían visto muchos de los maestros cómo todo un pueblo se organiza y se une a la lucha, aunque no tengan ni idea de cuál es el motivo.
Xalapa, Ver.- "Yo estuve ayer ahí", dice un maestro. Se refiere a "Tatahui", el municipio mágico habitado por indígenas allá en la mera sierra de Soteapan, donde las noches son limpias y hacen recordar que hay estrellas. En la inmensidad de la oscuridad, se ven miles de tachones en el cielo.
"Es una fortaleza entrar y salir".
Nunca habían visto muchos de los maestros cómo todo un pueblo se organiza y se une a la lucha, aunque no tengan ni idea de cuál es el motivo. Aquí la realidad es que hay carencias y cualquier circunstancia es buena para hacer peticiones. Desde caminos hasta dinero.
15 de octubre: "Alrededor de la 10 de noche, un infiltrado comenzó a crear psicosis de que los federales ya habían entrado el segundo cerco de los pobladores. Todos nos desalojamos como pudimos y dejamos todo en el lugar. Sólo cargamos nuestras cosas personales hasta 2 kilómetros del Yuribia, en una propiedad privada", narra el profesor.
Se me olvida decir su nombre: del anonimato depende su lucha, pues ya hay represalias. Confía en este reportero para contar la experiencia, más allá de que uno no está de acuerdo en su manera de protestar.
"Ahí llegó gente del MMPV y de la comunidad a decirnos que todo había sido falso. Que era un infiltrado que género todo eso… Calvario y miedo", define.
La madrugada desciende. Dicen que el tiempo para la gente del campo y la sierra es relativo. Aquí los relojes apenas y se usan, pues la pasividad de las horas es enorme. El día lo marca el nacimiento diario de un astro nuevo y su inevitable suicidio en el poniente. Así como en los tiempos antiguos, amén.
Los minutos pasan entre la penumbra y la incertidumbre.
"Salí en moto hasta Tatahui y es de verdad sorprendente y admirable que desde niños hasta ancianos apoyaron a los maestros. De verdadero corazón con su vida estaban protegiendo los casi 7 retenes de vigilancia. Tiraron árboles para tapar todos los accesos al Yuribia. Es un honor contar con el apoyo de los habitantes de ahí"
Después, algunos se quedaron en la propiedad y la mayoría regresó a las instalaciones del Yuribia a esperar que saliera el sol del día 16.
--Cuídate mucho, cabrón.
--Sale. Ya sábanas.
INFORMAR TUITEANDO
Gabriela Rasgado Martínez ha estado de guardia a los pies de los volcanes San Martín y Santa Martha. A estas horas, ya hasta nahuatl debe hablar.
La reportera del Diario del Istmo ha hecho una función social que ha puesto los ojos de Coatzacoalcos en su Twitter personal.
"La presa sigue tomada, sin embargo en cuestión de horas o minutos se libera…"
De hecho ese ese es el rumor a las 22.52 horas en que se escribe el presente texto: que ya están levantando las barricadas y que ya se firmaron acuerdos con los manifestantes, pero oficialmente no se ha decretado que haya terminado la protesta en la presa Yuribia.
De hecho, dice un grupo de maestros que no. Que la toma del Yuribia sigue.
"En la reunión estuvieron presentes 35 personas. Se acordó la liberación de la presa. No pasa de esta noche". Gabriela se refiere a la encerrona del rancho El Paraíso en Mecayapan que tuvieron autoridades encabezadas por el secretario de Gobierno, Erick Lagos Hernández (al parecer, el nuevo Golden Boy de la negociación política veracruzana) y 35 personas más.
"Los maestros habrían solicitado nuevamente el respeto a los acuerdos que se firmaron hace casi un mes", tuitea Rasgado.
Mientras, a estas alturas, Coatzacoalcos está pidiendo "¡AGUA!" a gritos. Habrá quienes ya huelan a chivo o que de plano se marean con el olor de excremento en los baños. Caos por una cubeta. La gente desesperada, enojada, frustrada. El calor sureño por 96 horas sin el vital líquido.
Imagine usted un futuro cuando de plano ya no haya ni un trinche gota, ni una presa Yuribia qué tomar: viviremos el Infierno de Dante, y no, no el de pasar unos meses en Pacho Viejo acusado de autocomprarse cemento para obras públicas, sino específicamente el del segundo recinto del octavo círculo del averno: inmersos en la mierda.
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