1 de febrero de 2014

Así no, Tlacotalpan, así no



El 19 de junio de 1977 se celebró la última corrida de toros en Barcelona en la Plaza de toros de las Arenas. Literalmente mandaron a la goma las tradiciones madrileñas.

Pablo Jair Ortega - pablojairortegadiaz@gmail.com.- En verdad que así no se puede… De veras Tlacotalpan ¿qué te costaba dejarte de barbarie por un día? ¿Por qué tus hijos y visitantes, los más idiotas, no mejor los mandaste a desquitar la adrenalina con un costal de arena? Así no se puede, de veras.

Les valió el reglamento para protección de los toros que este 29 de enero salió publicado en la Gaceta Oficial del Estado. La lee usted y creo que hasta protege más que los derechos de la mujer.

Neta. En verdad está de primera y no envidiaría para nada la ciudad de Barcelona, donde están prohibidas las corridas de toros desde el 19 de junio de 1977. Búsque la Gaceta, es un documento invaluable.

Creemos que el reglamento expedido en Veracruz es un gran avance en materia de protección animal, porque sienta las bases de lo que en un futuro (esperemos no muy lejano) se borren de plano las costumbres imbéciles de maltratar animales por “diversión”.

En lo personal, creo que se debió haber prohibido de tajo el uso de los animales. Así, una decisión firme: “¡Vayan a la gaver con su maltrato animal!”… Agustín Acosta Lagunes, por ejemplo, fue el que prohibió de plano el Carnaval de Xalapa durante su mandato, sabedor de los desmanes que generaba el alcohol y la droga que corría por las calles. Nadie repeló y nadie extraña el mentado Carnaval: para eso está el de Veracruz.

Y es que no puedes darle confianza a la masa, sobre todo a la embrutecida por el alcohol, bestia en su actitud, que quiere ver sangre sin conformarse con ver un Kotex usado o la que resta de un mosquito castroso de la Cuenca aplastado con violencia.

Pero queda una experiencia a destacar: al menos este año, los toros no fueron pasados por agua como se acostumbraba. Veracruz dio el paso difícil en materia de protección animal a nivel internacional que no han dado otras entidades e incluso países enteros. Es difícil también por la inercia existente en pueblos y ranchos donde insisten en peleas de gallos por esa cultura arraigada del deporte agropecuario a lo Vicente Fernández, a lo macho como el charro de México, quien --con todo y su bigotote-- fue escarbado por aquello de la próstata.

Tenemos un año para que tú, Tlacotalpan, entiendas que no es divertido maltratar animales y creo que lo más sano es pintarle mocos a los organizadores de tal barbarie. Que, ahora sí, se aplicará el reglamento, porque tampoco le puedes pedir a un policía que le dé prioridad a cuidar a un animal, cuando tiene que andar cuidando beodos que andan haciendo estupideces contra otros seres humanos.

Ojalá aprendieran de las fiestas de La Candelaria en Minatitlán, donde también se realiza el paseo en balsas con la santa patrona y tiene más de 50 años en la región. La tradición allí es que se mezclen las celebraciones tanto istmeñas (con predominancia de Oaxaca) con las veracruzanas, las nativas, y que da lugar a un espectáculo único con gente de ambos estados y celebraciones propias, que incluyen muestras gastronómicas, talleres artesanales, encuentro de jaraneros y grupos de baile tradicional.

Eso es lo que tú, Tlacotalpan, debes darle calor, pues eres cuna de jaraneros, de poetas, y --que me perdonen los bárbaros-- pero es más divertido escuchar las mentadas de madre de los soneros, que andarle haciendo al valiente con los toros.

Sí, tanto en Tlacotalpan como en Minatitlán agarran todos un pedo sabroso, al grado de terminar durmiendo en la calles, pero al menos en la petrolera ciudad no se andan desquitando con seres inocentes.

Claro que el espectáculo de la beberecua es igual de denigrante, pero qué rico se siente andar rindiendo culto a Baco. Ahí sí, atásquense que no hay toros, sólo los de cacahuate.

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