Pablo Jair Ortega - pablojairortegadiaz@gmail.com.- Una tarde xalapeña del 23 de marzo de 1994. Entonces eran nubes grises, niebla, chipi-chipi, frío y nada de calores inéditos. Era alcalde el actual diputado local Armando Méndez de la Luz, y el invitado de honor era el escritor Carlos Fuentes.
El hombre de mundo había sido invitado a la capital veracruzana para rendirle un merecido homenaje. Tantas historias que se habían contado a través de la mente del mexicano naturalizado y Xalapa entonces gozaba la plenitud de ser una de las capitales culturales del mundo. No cualquier ciudad tiene a un premio Cervantes caminando por sus calles, como lo es Sergio Pitol. Hoy todavía se gozan esas patadas de fama cultural.
El gobernador era Patricio Chirinos Calero, uno de los hombres más cercanos al presidente Carlos Salinas de Gortari. Se dice, se cuenta, que si el diputado federal Demetrio Ruiz Malerva no fuese asesinado en Álamo a manos de pistoleros de la familia Rodríguez Franco, hubiera llegado a ser gobernador en lugar de Chirinos.
En ese entonces se hizo el acto en los bajos del Palacio Municipal de Xalapa, en medio de toda la retórica propia de los intelectuales presentes. En las sillas estaba sentado el primer círculo de poder en Veracruz, encabezados por el mandatario estatal. Personalidades políticas y del mundo artístico. En primera fila, junto a Chirinos, el entonces senador Miguel Alemán Velasco (a la postre, gobernador), amigo personal de Carlos Fuentes.
Hablaron y hablaron. Los periodistas presentes cubrían el evento como una tarea de tarde, lejos de las actividades políticas que genera el ajetreo reporteril en la capital de Veracruz. Digamos una nota de relativa importancia que merecía cobertura, pero ya en tiempo relajado.
Después de los discursos, pasó a la palestra el homenajeado. El maestro Carlos Fuentes se tiró un rollo de aquellos. Si bien este autor no estuvo presente (jugaba basquetbol huyendo de ir a clases de computación) quienes platican de tal evento dicen que Fuentes hizo un discurso largo y un poco pesado, agradeciendo a Xalapa, destacando la belleza del lugar y su gran acervo cultural.
De pronto llegó corriendo y haciendo teatro el secretario de Gobierno Miguel Ángel Yunes Linares, con el rostro desencajado y la mirada como de loco. Llevaba en la mano una tarjeta como para hacerle al informante secreto, pero es que en realidad había pasado algo que ameritaba tanto drama y presencia exasperada en el evento.
Colándose entre la gente con poca discreción, Yunes llegó hasta donde estaba Patricio Chirinos con su clásica pierna cruzada. Éste inclinó la cabeza para escuchar a su segundo al mando, quien balbuceó unas palabras y entregó la tarjeta al ejecutivo.
Alberto Morales, el gran Betogato tiene oído biónico y en ese momento, logró entender que algo había pasado y la clave estaba en el rostro de Yunes.
El choleño se alejó y el rostro de Chirinos se convirtió en ese “¡Ay mamachita!” que nunca lo ha podido abandonar. Comentó entre sus cercanos, pero Carlos Fuentes seguía y seguía y seguía dando su discurso, sin ver que el respetable se descomponía por saber qué demonios puso a Chirinos tan preocupado.
La inquietud del gobernador se convirtió en un sobresalto colectivo, aunque nadie en realidad sabía qué estaba pasando. Poco a poco la mirada de Chirinos recayó en la de Fuentes, a quien obviamente estaba apresurando con ojitos pispiretos.
Pero Fuentes, grandilocuente, personaje de letras y sangre diplomática, no tomó mucha importancia de la desesperación de los políticos y hasta se comenta que ya estaban por mandarle un emisario para pasarle el recado de que si por favor le podía cortar al discurso porque había algo urgente que atender.
Entre la banda periodística fue notable el sutil tumulto y como nadie sabía que estaba pasando, empezaron las especulaciones. Por ahí se escuchó “Colosio” y luego “atentado”.
--Parece que fue un atentado contra Colosio.
--No chingues, ¿en serio?
Carlos Fuentes terminó su discurso e inmediatamente recibió una ovación expedita. Fue un aplauso apresurado, descompuesto, y de inmediato el círculo de poder encabezado por el gobernador desbarató la multitud ordenada y entre empujones y sillas que rechinaban, salieron los funcionarios de primer nivel corriendo al Palacio de Gobierno como si tuvieran diarrea.
A Fuentes lo dejaron con su amigo Miguel Alemán, porque Chirinos salió por piernas. En ese momento acababan de darle dos tiros mortales en la cabeza al candidato presidencial.
Luis Donaldo Colosio moría en Tijuana, cerca de las 5 de la tarde, cuando en Xalapa su predecesor en la Secretaría de Desarrollo Social Federal, Patricio Chirinos, era gobernador de Veracruz. Curiosamente hay personajes vigentes como Domiro García Reyes, entonces jefe de Seguridad del candidato y hoy director de Operaciones de la Secretaría de Seguridad Pública en el gobierno de Javier Duarte.
Carlos Fuentes regresaría a Xalapa en varias ocasiones. Ningún otro magnicidio interrumpiría su discurso.
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