Versos de Arcadio Hidalgo
Juan José Calatayud, jazzista renombrado ya fallecido
Pablo Jair Ortega - pablojairortegadiaz@gmail.com.- Antes que todo, debo confesar que no soy experto en el tema musical, pero sin duda la Cumbre Tajín se ha ido mejorando con el paso de los años. Es un foro ya consagrado como internacional, referente obligado como puede ser el espectáculo de los Big Four del trash metal, o el Big Parade de Los Ángeles, o cualquiera de los festivales legendarios de Inglaterra como el Live Aid o las celebraciones relacionadas con la realeza. El Vive Latino tampoco se queda atrás
Lo confirman la llegada de artistas de la talla de Ziggy Marley, Regina Spektor, Blind Melon (con todo y que ya no está entre nosotros Shannon Hoon) y The Smashing Pumkins, aunque no con la alineación con la que crecimos en los 90.
La apertura incluso ha llegado a invitar a artistas populares como una manera de dar un cartel artístico completo para todos los gustos. En el sexenio de Fidel Herrera Beltrán se dio el primer Tajín con la inclusión de Los Tigres del Norte, comenzando a abrir el escenario no sólo para lo alternativo o rockero.
Tampoco ha dejado de lado el espacio para lo que es la música veracruzana tradicional o las nuevas propuestas que se están consagrando a la par de la Cumbre Tajín: grupos de son jarocho o huapango tan emblemáticos como Mono Blanco o Son de Madera, que ahora han dado paso a la creación de propuestas únicas como Los AguasAguas, Los Macuiles, La Manta, Los Cojolites, entre otros que se les escapan a la memoria de este practicante del JackDanielismo.
INVASIÓN NORTEÑA, INEVITABLE
Veracruz, como todo el país, ha sufrido la inevitable invasión de la música grupera o TexMex. Los bailongos populares no se entenderían de esta manera, luego de haber desplazado a los grupos tropicales netamente veracruzanos como Los Caracoles, Los Flamers, Los Otvers, Los Joao, Los Súper Lamas, entre otros.
Ahora, conforme a lo que venden las disqueras y las televisoras nacionales, la música grupera se convirtió en algo más rentable. Las letras desmadrosas de La Sombra y compañía, pasaron a segundo término con artistas emuladores del narcocorrido y de la vida en los Estados Unidos o la frontera.
Súmese a esto el gran fenómeno migratorio que trajo esas canciones a tierra jarocha; o el magnicidio de Colosio que popularizó a “La Culebra” como una rola para la posteridad del recuerdo trágico.
La tambora incluso era un fenómeno popular escaso en Veracruz, pero que se fue creciendo a la par de que las estaciones de radio y de videos comenzaron a glorificar la onda grupera como un ente de identidad nacional.
La música norteña era norteña y se quedaba allá en el norte. Quizás allá en el Veracruz colindante con Tamaulipas, es parte de su vida diaria escuchar corridos, pero no deja de existir el huapango. El violín se sigue escuchando en el ambiente.
REGIONES ÚNICAS
A Veracruz se la ha desdeñado en el ámbito musical nacional: es más fácil que nos identifiquen como mexicanos por el mariachi ranchero de Vicente Fernández o por las borracheras y escándalos de Lupillo o la desaparecida Jenny Rivera.
Sólo en películas de la época de oro o hasta en la caricatura de Disney, “Los Tres Caballeros” dan un lugar especial a Veracruz. Recientemente, Los Cojolites han sido quienes han llevado la música veracruzana a la pantalla grande, y, en diferente manera, Lila Downs, representando al Istmo.
Y es que Veracruz es tan grande musical, como territorialmente. La música veracruzana, en todas sus regiones, es tan única y variada que podemos decir que somos el único estado donde no sólo tenemos son jarocho como estandarte musical.
Quien esto escribe confiesa que no acude a la cantina en sábado porque ya es convertida en fandango; pasa lo mismo que la salsa como música ambiental en restaurantes: está chida, pero escucharla por varios minutos da una inmensa hueva, más si uno no le entra a la bailada.
Al norte el huapango no quiere morir pese a las invasiones norteñas: existen encuentro anuales donde se reúnen para no dejar morir este movimiento que abarca a todo el Totonacapan y la Huasteca. Recientemente se hizo uno en Córdoba donde se reunieron soneros, huapangueros, jaraneros y versadores de todo el estado.
Precisamente en la Ciudad de los 30 Caballeros podría ser el Nueva Orleans de México, pues existe una escuela de jazz encabezada por el finado maestro Juan José Calatayud y por los legendarios Portales de Zevallos, de vez en cuando, se puede ver a músicos con banjo e instrumentos de jazz.
Veracruz y Boca del Río se pintan solos por su gran riqueza cultural. Aquí se hace el Festival Afrocaribeño, el Festival Internacional de Salsa, entre otros encuentros musicales. Aquí se toca son montuno, para no olvidar que la zona conurbada tiene ese aroma a La Habana. El son jarocho es obvio y acaba de fallecer El Jaranero Solitario: ese que usted veía caminar de bar en bar, restaurante en restaurante, plaza por plaza, con su inseparable compañera de madera, improvisando los versos.
Sobre decir que Xalapa es cuna: aquí se encuentra la Facultad de Música de la Universidad Veracruzana, esa que dura 10 años, 20 semestres, y sólo unos pocos la terminan. Son quienes a veces sufren por sus malas pagas y falta de espacios, pero no han dejado de expresar su talento.
La Cuenca será siempre la capital del son jarocho, con eso de que tienen una perla llamada Tlacotalpan y que no se entendería de otro modo más que como la sede de una de las fiestas más grandes del país: La Candelaria, más allá de la barbarie de maltratar a los toros. Más allá de eso están los soneros que se reúnen por todos lados para echar poesía pícara inventada al momento.
Mención aparte está el istmo, pues compiten directamente la música oaxaqueña contra el son jarocho que ha crecido en zonas como Cosoleacaque y Jáltipan (éste último convertido en capital musical del sur con su isla de Tacamichapan).
Minatitlán, contra toda la corriente de la gran influencia de los tehuanos, chilapas, tecos, barreños, etc., en los últimos años ha dado muestras también de su talento en géneros muy específicos, como la décima espinela, que Daniela Meléndez hace como ninguna otra. En Mina falleció Arcadio Hidalgo, el iniciador de Mono Blanco, y es aquí donde se le dieron sus últimos homenajes en vida.
DIVERSIDAD MUSICAL
Así de diversa es la música en Veracruz. Tenemos para hacer hartos festivales en todos lados y es sólo un poquito de imaginación la que necesitan las autoridades locales para explotar esta parte de la cultura de nuestra entidad.
Podemos convertir a nuestras ciudades como polos de obligada visita: el Tajín nos ha demostrado que es necesaria una fuerte inversión y mucho esfuerzo, pero una buena organización ha rendido sus frutos a más 10 años de la creación de la Cumbre.
Ahora todos los años, todo mundo quiere visitar Papantla, y no sólo por sus pirámides, sus voladores y por su vainilla. El turismo puede ser una gran entrada de recursos y la música debe de estar al frente, para que vean de lo que estamos hechos en Veracruz, más allá de los intereses políticos tan perversos e ignorantes.
1 comentario:
Hermoso Felicidades!!
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